Mujeres, arte y resistencia

02/03/2025 04:01
    Durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil Española, muchas mujeres usaron el arte como arma. No con balas ni fusiles, sino con imágenes, palabras y música que desafiaron al poder y visibilizaron lo que otros quisieron ocultar o no se atrevieron a visibilizar. Nombrarlas no es sólo un acto de justicia, es un desafío y representa abrir una puerta a las posibilidades.

    ¿Hacia dónde podemos voltear la mirada en tiempos de violencia, desinformación, saturación, guerra y crisis? Leemos sobre la violencia, vemos imágenes que en otros tiempos nos hubieran arrancado el alma y hoy las deslizamos en el celular para ver la siguiente imagen impávidos. Nos hablan de enfrentamientos y ejércitos como si narraran un cuento cotidiano. ¿Alguien vivió esto antes y sobrevivió?

    Si. Muchas personas han vivido esto antes: han vivido en carne propia el enfrentamiento, el surgimiento de regímenes totalitarios y fascistas, han respirado la destrucción y han optado por ver esto desde otra perspectiva y actuar. Han resistido desde otra trinchera, no desde el enfrentamiento directo. Me refiero a las mujeres que con su arte, enfrentaron el fascismo, desafiaron la censura y construyeron un legado que aún resuena. Arriesgaron sus vidas y sus cuerpos -en las guerras y enfrentamientos, los cuerpos de las mujeres son una extensión del campo de batalla- y se atrevieron a transmitir su experiencia y vivencia sin armas, pero con su voz y talento.

    Hoy, en un momento de la historia en el que el discurso parece dominado por la brutalidad y la desesperanza, detenernos en esas historias es un acto de memoria y probablemente, también de esperanza y libertad.

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    Durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil Española, muchas mujeres usaron el arte como arma. No con balas ni fusiles, sino con imágenes, palabras y música que desafiaron al poder y visibilizaron lo que otros quisieron ocultar o no se atrevieron a visibilizar. Nombrarlas no es sólo un acto de justicia, es un desafío y representa abrir una puerta a las posibilidades.

    Pronunciemos los nombres de Joséphine Baker, Kati Horna, Helen Ernst, Maruja Mallo y Lucía Sánchez Saornil.

    Joséphine Baker, cantante, bailarina y espía de la Resistencia Francesa, de origen estadounidense y afrodescendiente. Fue también defensora de los derechos de las mujeres negras. Su trabajo le permitió ser espía contra la Alemania nazi. Su inteligencia, talento y capacidad le hicieron ganar un lugar en la alta sociedad francesa y siempre actuó a favor de los derechos civiles. En septiembre de 1939 se convirtió en una agente de contraespionaje, trabajando con Jacques Abtey, jefe de la contrainteligencia militar en París. Utilizó las partituras musicales para ocultar mensajes secretos. No sólo entretenía: conspiraba. Recibió la Medalla de la Resistencia después de la guerra y la Legión de Honor de manos del General de Gaulle. Fue la primera mujer afrodescendiente en ser enterrada en el Panteón de París.

    Kati Horna fue una fotógrafa anarquista nacida en Hungría y nacionalizada mexicana. Perteneció al grupo de Bertolt Brecht y el Bauhaus. Su madre insistió en que fuese autónoma y partió a Alemania para continuar sus estudios como fotógrafa, pero la llegada del nazismo la hizo regresar a Budapest. Alumna de Jósef Pécsi. Huyó posteriormente a París y fue pareja de Robert Capa. Se sumó al surrealismo y, junto con Wolfang Burger, desarrolló la serie Hitler Eye, que consiste en una serie de imágenes de un huevo parodiando a Hitler. A partir de 1936 va a Barcelona y Valencia para cubrir la Guerra Civil Española. Se casa con el fotógrafo José Horna -de quien toma el nombre- y huyen a París. Cuando los nazis invaden Francia, huyen como refugiados a México. En la Ciudad de México se hace amiga cercana de Remedios Varo y Leonora Carrington. Las fotografías que se consideraban perdidas de la Guerra Civil Española fueron recuperadas en 2016 y dan cuenta del trabajo de Kati. Demostró que la lucha no estaba sólo en el frente de batalla sino en cada acto de supervivencia.

    La artista gráfica alemana Helen Ernst participó en la resistencia contra el nazismo. Entre sus trabajos se encuentra haber sido profesora de arte de moda, ilustradora de prensa, diseñadora gráfica de vestuario y asesora de moda. La crisis mundial, la situación de pobreza de su madre y el contexto la hicieron unirse al partido comunista alemán. Formó parte de los Artistas Visuales Revolucionarios. Fue encarcelada, su obra censurada y parte de ella destruida. Huyó a los Países Bajos. Alemania le quitó la nacionalidad. Cuando los Países Bajos fueron invadidos, fue deportada a Alemania y encerrada en el campo de concentración para mujeres de Ravensbrück y después trasladada a Barth. En 1945 fue liberada por el Ejército Rojo. En el campo de concentración hizo dibujos a lápiz que dan cuenta de los horrores que vivió. Formó parte del Comité Nacional para las Víctimas del Fascismo. Los ex prisioneros la acusaron de espía y sólo dos años antes de su muerte fue absuelta de esta acusación.

    Maruja Mallo, pintora surrealista e integrante de la Generación del 27, fue una artista española, republicana y encarnación de la “nueva mujer libre y emancipada”. Cercana a García Lorca, Dalí, Margarita Manso, Buñuel, Rafael Alberti, entre otros, trabajó en diversas publicaciones literarias como La Revista de Occidente o la Gaceta Literaria. Ortega y Gasset organizó su primera exposición. Siguió estudiando en París en donde frecuentaba las tertulias con André Breton y Paul Èluard; conoció a Miró, a Magritte. A su regreso a Madrid fue muy cercana a Miguel Hernández y siguió comprometida con la República. Cuando estalló la Guerra Civil, huyó a Portugal y Gabriela Mistral -entonces Embajadora de Chile en el país- la recibió. Viajó después a Argentina y siguió desarrollando su obra en el exilio. Permaneció con Alfonso Reyes, Embajador de México en el país hasta 1938. Posteriormente fue a Chile, donde Pablo Neruda la recibió y se fue a vivir a Nueva York. En 1962 regresó a España. Murió en 1995. El franquismo nunca la pudo silenciar.

    Lucía Sánchez Saornil fue una poeta española, anarcosindicalista y luchadora por la emancipación de las mujeres españolas. Su seudónimo literario fue Luciano de San-Saor y los seudónimos periodísticos fueron La Compañera X, Vigía, Un Confederado, El Observador. Estuvo afiliada a la Confederación Nacional del Trabajo. En 1936 cofundó la revista y la organización Mujeres Libres, de la que fue secretaria nacional. En 1937 participó en la creación de Solidaridad Internacional Antifascista (SIA). Formó parte del Ultraísmo y participó en La Gaceta Literaria. Cuando estalló la Guerra Civil Española participó activamente en la lucha antifascista, formó parte del asalto al Cuartel de la Montaña, fue cronista de guerra y propuso la formación de brigadas de trabajo de mujeres. En 1939 pasó al exilio en Francia. Ella y su pareja, América Barroso, fueron perseguidas por la Policía francesa por considerarla una ”anarquista peligrosa” Regresaron después a España y la persecución hizo que dieran un giro de actividades, pero nunca cesó su compromiso. Su poesía siempre fue combativa y no dejó de denunciar el abuso y el machismo dentro de la propia izquierda.

    Estas mujeres tienen en común haber denunciado la guerra a través de su arte, haber combatido desde otras trincheras y haber sido relegadas en la historia oficial de la resistencia. También tienen en común haber sido valientes, contundentes y comprometidas hasta el final con su causa y visión.

    El arte de estas mujeres no es sólo historia. Nos habla de la urgencia de documentar, de visibilizar, de resistir. Nos recuerda que la censura y el autoritarismo siempre han intentado callar las voces disidentes y las voces de las mujeres. Sus propuestas artísticas han sido un contrapeso y un espacio para hacer visible lo prohibido.

    En la actualidad, vemos cómo diversas y diversos artistas siguen enfrentando regímenes opresivos mediante su obra. Desde el arte callejero en dictaduras modernas hasta la poesía y la música que desafían la violencia de Estado, la lección de estas mujeres sigue vigente.

    Porque resistir no es sólo tomar las armas. También es escribir, pintar, bailar, fotografiar, conversar y no callar. También es contar las historias que otros quieren borrar.

    La memoria hoy, es un acto de resistencia.

    Recordarlas no es un ejercicio nostálgico, sino una responsabilidad. Porque lo que hicieron sigue siendo necesario. Porque su arte nos sigue hablando. Porque, en un mundo que insiste en construir la historia desde la guerra y la violencia, insistir en reconocerlas, recordarlas y nombrarlas también es un acto de resistencia y de esperanza.

    Nombrarlas es un acto de libertad.