Narco y rapiña nos mataron a septiembre
Fervor patrio, víctima adjunta en Culiacán
Ahuyentados también por el terror que disemina la guerra interna en el Cártel de Sinaloa no se ven en las calles de Culiacán automóviles luciendo la parafernalia alusiva al Día de la Independencia ni hay ánimo en los hogares de realizar fiestas mexicanas, no se diga la ceremonia del Grito que trasmutó a clamor por la paz en una sociedad que podría aprovechar estos días de encierro para efectuar el mea culpa unánime respecto a la jornada violenta en que estamos. Arrancarnos esa rara amalgama de plomo y reclusión que es membrana de simulación que impide vernos en el espejo de nuestra realidad trágica.
Es que aquí estábamos, contentos, cuando el narcotráfico nos robó desde hace tiempo la capacidad de asombro y lo inscribimos como invitado indispensable en la familia y actividades esenciales del quehacer humano, incrustándolo como vecino, compadre, amigo o lazos parentales, socio, cliente o financiador, según conviniera a apetitos personales o corporativizados. A la vuelta de página seguimos en el lugar de siempre preguntándonos cómo llegamos a este punto del cual nunca nos hemos ido.
Inclusive aún en las consecuencias de tal tolerancia consensuada continuamos colaborando con el crimen al facilitarle con el silencio el poderoso megáfono para que irradien miedo hacia todo y todos. Hay una considerable porción de lucro con la barbarie que disputan partidos políticos, camarillas mafiosas e instituciones públicas que sacarían buena raja si la gobernabilidad se cae, buitres marginados de la carroña transexenal que al percibir exánime al constitucionalismo alistan las garras para servirse en el festín de los rapaces.
Es un hecho, ya, que la pugna entre los hijos de Ismael Zambada García y de Joaquín Guzmán Loera cobra como víctima al mes de septiembre. Los capos atacan al grito de guerra y hacen que retiemble Sinaloa al sonoro rugir de sus ametralladoras. En tanto, el lábaro patrio subirá a duras penas a las astas y el jolgorio por la gesta de independencia decae al Culiacán de calles solas, negocios con cortinas abajo, familias mirando hacia el rincón más seguro de las casas, estallido de balas en vez del resplandor de la pirotecnia conmemorativa y efemérides de la barbarie que suplanta la remembranza histórica.
Y no dejaremos de preguntar cómo llegamos hasta aquí, aunque la interrogante que para el Comité Directivo Estatal del Partido Acción Nacional adquiere más urgencia es cómo hacer que Rubén Rocha Moya renuncie al cargo de Gobernador. Pudo haber hecho un posicionamiento constructivo para el retorno de la paz en Culiacán y alrededores, pero le ganó el afán de apostarle a la inestabilidad en lo que de por sí es ingobernable. Amnesia total de aquellos tiempos cuando el Mandatario panista Mario López Valdez fue acusado una y otra vez de ser narcopolítico, de la operación albiazul para colocar a la “Chapodiputada” en el Congreso del Estado y más recientemente el arropo del PAN a la aspiración de Héctor Melesio Cuén Ojeda a una diputación federal pluri y luego éste presuntamente participando en una reunión frustrada entre “El Mayo” y los hijos de “El Chapo”, según la carpeta de investigación del caso Huertos del Pedregal.
El despropósito florece más en la anarquía aportada por la delincuencia. Resulta sorprendente que para la 64 Legislatura el apremio consista en aprobar entrada la noche del miércoles la minuta de proyecto de ley sobre la reforma al Poder Judicial, minimizando el contexto de peligro que viven los sinaloenses y que debería ocupar a los afanes del parlamentarismo local. O que el Congreso se empeñara en realizar la consulta sobre la reforma a la Ley Orgánica de la Universidad Autónoma de Sinaloa exponiendo a diputados y auxiliares al fuego cruzado entre segmentos del narco enfrentados.
Y así, cada sector o gavilla de poder velando por sus beneficios cuando el miedo nos arrebataba el fervor patrio y el Cártel de Sinaloa convierte a septiembre en otra víctima colateral del brutal choque en su interior. Y, para colmo de males, aprovechando la refriega criminal los que le sacan provecho a la sangre y plomo esparcen la confusión más que la propagación del humo de vehículos que arden confabulados en cortos circuitos. Al final de cuentas juntos o cada uno por su lado somos actores protagónicos de cuanto Culiacanazo o Jueves Negro nos sucedan.
Permanecemos acorralados por los convoyes del narco y operativos militares, aunque el cerco más estrecho y difícil de saltar sea el de los corridos de apología a los capos en choque, las aterrorizantes fake news, medios digitales que no se dan abasto para contar las historias completas, el bombardeo de imágenes en WhatsApp, las llamadas de familiares entrados en crisis nerviosas, los micrófonos abiertos en medios nacionales e internacionales para periodistas culichis osados dispuestos a satisfacer morbos sobre “Chapitos” y “Mayitos” así arriesguen la vida en tales narrativas.
Pese al plomo que te llega en alud,
Y ahoga tus fervores patrióticos,
Levántate mi Culiacán con prontitud,
Álzate en vuelos apoteósicos.
La preocupación que expresa el sector empresarial es la misma congoja que hace presa a trabajadores que con gran sentido de responsabilidad quieren estar en las trincheras esenciales de la economía, porque los municipios de Culiacán con crisis de seguridad pública no pueden agregarle a la parálisis ciudadana la hemiplejia de las actividades productivas. La gente se está desesperando por lo prolongado de la jornada violenta y considera, tal como lo plantean los ex presidentes de la Cámara de Comercio de Culiacán, que “no podemos permanecer indiferentes ni ser espectadores pasivos ante la crisis que enfrentamos. Es momento de actuar con determinación y firmeza para devolver a nuestra ciudad la tranquilidad que tanto necesitamos”.
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