Hace algunos días, durante el partido de América contra Cruz Azul, la cámara enfocó brevemente a una joven aficionada. Hasta aquí todo bien, ya que es de lo más habitual que durante la transmisión en los partidos se enfoque a la afición, sus reacciones y el apoyo que le dan a su equipo. Sin embargo, eso no fue lo más relevante, sino lo que sucedió después del partido, ya que al poco tiempo, el video de la mujer captada por la pantalla empezó a circular, pero con un “ligero” ajuste mostrándola sin ropa de forma falsa, claramente alterada por la inteligencia artificial.
Los comentarios no se hicieron esperar, referentes a su cuerpo, su estilo de vida y su presencia ante la cámara, exhibiéndola con toda la violencia digital que se puede generar a partir de la usurpación de identidad. Pero algunos usuarios de redes sociales comentaban que solo era una broma y que no pasaba nada, que no tenía tanto sentido “pelearse” o hacer escándalo, solo era una imagen, olvidando que esto ya es un delito en al menos 28 entidades.
Esto se ha convertido en una práctica en internet que para algunos es un momento jocoso, y lo digo desde mi trinchera porque ya me sucedió. En el 2021, alguien (nunca supe quién) abrió una cuenta y utilizó mis fotos de redes sociales, creó un perfil de la página de las letras azules y después mandó a todos mis contactos mi “nueva página” para que pudieran inscribirse y ver más contenido. No me había dado cuenta hasta que contactos que tuvieron empatía me lo hicieron saber.
Me sentí muy mal, vulnerable y con pena por los comentarios de contactos hombres indicando que ya no me iba bien en el trabajo y que por eso estaba con mi “nuevo emprendimiento” (con tono burlón y muy sarcástico), mostrando su verdadero ADN de machismo y sin empatía por la situación. Pensaba con angustia qué iba a pensar mi familia si viera esto. ¿Cómo quedaban mis valores? ¿Con qué cara vería a mis colegas y a todo mi entorno cotidiano? Buscaba en Instagram y otras redes sociales posibles nombres de usuarios para ver si no estaba en otro sitio en riesgo mi identidad y reputación.
Otros amigos en redes sociales me aconsejaban que entrara a páginas de denuncia para que mi rostro no estuviera en otros sitios con fines lucrativos por venta de imágenes con un montaje sexual. Fueron días difíciles, de arrepentimiento por tener redes sociales y sobre todo por no contar con los mecanismos directos de denuncia y protección de mi identidad.
Y no es un caso aislado, en 2023 alumnas del IPN encontraron contenido sexual simulado con inteligencia artificial en el IPAD de su compañero “Diego N”. Denunciaron, pero el 4 de diciembre del 2024 la Fiscalía indicó que no se tenían las pruebas suficientes, lo cual provocó que otras alumnas suspendieran sus redes sociales o ya no publicaran fotografías para no ser víctimas de este tipo de violencia, al no estar seguras ni siquiera en sus formatos de entretenimiento.
Y cuando hacemos zoom al problema aparecen otros casos a nivel internacional. Por ejemplo y muy grave, con menores de edad que manipularon y compartieron contenido de imágenes de compañeras de clase en un instituto del barrio de La Bordeta, en el distrito de Sants-Montjuïc (Barcelona).
Esto no solo es algo “fake” de chiste o mofa, es violencia digital, es la destrucción de la reputación, es hacer sentir “culpables” a las víctimas, luchar contra algo que no es tangible y que no tiene límites impuestos. En realidad, no se le da la importancia o la gravedad hasta que le ocurre a alguien cercano y en términos de leyes todavía no se le da la importancia necesaria para hacer pagar a los culpables.
Como bien dicen algunos usuarios de redes sociales, el problema no es la IA sino el uso que le damos, la regulación y el actuar desde ya con leyes severas, contundentes y sin reinterpretaciones, a fin de crear espacios seguros de interacción y entretenimiento, de lo contrario tendremos un inframundo digital lleno de ataques y acoso disfrazado de “bromas” que se monetizan y pronto quedan en el olvido, por una regulación ineficaz.
No sólo son fierros y tecnología, es paz mental, es libertad y derechos humanos. Con todo esto, sólo falta persignar nuestras imágenes antes de subirlas para que no les toque otro destino del cual nos tengamos que arrepentir sólo por estar en un entorno digital.
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La autora es Nayeli Hurtado Zárate (@nayeli_zrat), egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Con más de siete años de experiencia en temas de awareness y branding.