Non omnis moriar

ÉTHOS
03/11/2025 04:02
    El aceptar -no de manera fatal y resignada- que llegará el instante final de la muerte, se convierte en una motivación y aliciente para encauzar de manera frontal nuestra vida. Es decir, al aceptar la muerte no me estoy resignando, sino que estoy reasignando las tareas que me competen y que aún no he podido realizar.

    La muerte es una certeza indubitable. Si he nacido, tengo también un forzoso término. Ninguno de nosotros, como señala un conocido refrán, queda para semilla. Es una verdad que debemos admitir con entereza, serenidad y humildad. Sin embargo, ¿estaremos realmente preparados para aceptarla? ¿La recibiremos como un galardón que se nos concede después de este azaroso viaje? ¿O, por el contrario, la contemplaremos con el temor de quien recibe un castigo? Tal vez, otros no la vean como castigo y se atrevan a aceptarla con el mayor de los respetos.

    Los antiguos filósofos acuñaron una alentadora frase: “memento mori”, que invitaba a contemplar y reflexionar sobre la muerte como el instante crucial en que recogeremos el fruto de nuestra labor, por lo que conviene enderezar nuestros pasos, aquí y ahora, para lograr una cosecha de abundantes frutos y buenas intenciones. En otras palabras, el aceptar -no de manera fatal y resignada- que llegará el instante final de la muerte, se convierte en una motivación y aliciente para encauzar de manera frontal nuestra vida. Es decir, al aceptar la muerte no me estoy resignando, sino que estoy reasignando las tareas que me competen y que aún no he podido realizar.

    El poeta Horacio, quien vivió antes del nacimiento de Cristo, expresó con gran sabiduría: “Carpe diem”, que podríamos traducir sin mayores complicaciones etimológicas y estilísticas como “Aprovecha el día”, recuerda que llegará un día en que ya no estés, por lo que conviene sacarle jugo al momento presente.

    No obstante, quienes tenemos esperanza cristiana y creemos en la resurrección, debemos traer a colación un poema de Manuel Gutiérrez Najera (aunque él se refería solamente a la permanencia de la poesía), titulado: “Non omnis moriar”: ¡no moriré del todo, amiga mía!”

    ¿Creo firmemente en la vida eterna?