Nuestra sociedad en el eterno retorno y la repetición

ALDEA 21
    Si la vida se repite en un eterno retorno y se mueve a veces a manera de un espiral como se afirma, leer noticias de hace 30 años confirman que tales ideas del tiempo y la vida se repiten, a veces de formas absurdas y sin que, al parecer lo notemos, seguimos el curso de lo mismo, heredando de una generación a otra un mismo retorno y un mismo espiral de repetición.

    El filósofo alemán Friedrich Nietzsche en su tesis sobre el eterno retorno, nos plantea que todo acontecimiento humano se repite en el tiempo, como también sus pensamientos, sentimientos e ideas, una y otra vez, en una repetición infinita e incansable. Una especie de recomienzo perpetuo en el que, “la vida, como la vives ahora y tal como la has vivido, la tendrás que vivir una vez más e incontables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, sino que cada dolor y cada placer y cada pensamiento y suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida tendrá que retornar a ti y todo en la misma serie y en la misma sucesión. El eterno reloj de la arena de la existencia será girado siempre de nuevo, y tú con él...”

    Sin duda una de las ideas de Nietzsche consideradas como extrañas e intrigantes, lo que no significa que carezcan de importancia y profundidad o que no puedan aportar ideas para pensar y reflexionar sobre las complejidades de lo humano y su particular forma de vivir la vida desde lo individual y lo colectivo.

    Para los pensadores estoicos de occidente esta misma idea del eterno retorno se entendía como una concepción del tiempo que plantea la repetición del mundo, toda vez que se extingue en el fuego una y otra vez para volverse a crear y en el que acontecían los mismos actos repetidamente.

    En cambio para la filosofía oriental, si bien el pensamiento del eterno retorno también significa un hecho cíclico donde se repiten igual acontecimientos, estas eternas repeticiones permitirán llegar a la perfección pues se considera que en cada reinicio, se corrigen los hechos y las personas.

    Algo así me explica mi terapeuta Raquel Campos, que somos, según la psicología, como espirales en la vida, en el que aunque pareciera que las cosas no cambian, que la situaciones son las mismas, que no se progresa o que siempre volvemos a donde mismo, la vida de cada persona avanza como en un espiral, en una curva que da vueltas alrededor de un punto y que, en cada una de esas vueltas nos movemos de un punto a otro, alejándonos del inicio.

    Algo así es la vida, como espirales, retornos y repeticiones tanto en la apreciación de la vida en lo individual como en sociedad. Hace algunos años, en una entrevista con el entonces periodista José Alfredo Beltrán del periódico Noroeste, compartía mi observación que bien pudiéramos abrir las páginas del rotativo de diez años atrás en una misma fecha para darnos cuenta de que nos repetimos constantemente como sociedad, que podemos encontrar prácticamente las mismas noticias con la diferencia mínima de protagonistas, días y detalles, pudiendo revisar los hechos noticiosos de todo un año para darnos cuenta que los sucesos se repiten de manera cíclica.

    Cada año, por ejemplo, los agricultores tendrán que lidiar con los precios de sus cosechas, con los apoyos de gobierno, la comercialización, las manifestaciones y demás; igual el problema de baches en las calles, de inundaciones en temporada de lluvia, la falta de agua en la sierra en tiempo de sequía, el cupo en la escuela de medicina de la UAS, el aumento de los precios, el enfrentamiento entre políticos antes, durante y después de cada elección, la falta de medicamentos en instituciones de salud pública, el crecimiento desordenado de la ciudad, el caos vehicular del centro histórico, el desempleo, los actos de corrupción, el vaivén de los índices de pobreza y violencia, la impunidad de la delincuencia, el conteo de las víctimas, la frivolidad de los sectores privilegiados y la indolencia de las autoridades, entre otros.

    Si la vida se repite en un eterno retorno y se mueve a veces a manera de un espiral como se afirma, leer noticias de hace 30 años confirman que tales ideas del tiempo y la vida se repiten, a veces de formas absurdas y sin que, al parecer lo notemos, seguimos el curso de lo mismo, heredando de una generación a otra un mismo retorno y un mismo espiral de repetición.

    Quizá por eso el propio Nietzsche, se plantee, ante semejante posibilidad del eterno retorno, la pregunta de ¿cómo tendríamos que querernos, a nosotros y a la vida para no pretender más que la confirmación de lo mismo? Si nos planteamos esta pregunta como sociedad, tendríamos que cuestionarnos hasta dónde estamos dispuestos a mantener esta realidad social de sucesión en sus diferentes formas de lo mismo.

    Plantearnos la posibilidad de romper los ciclos sociales que nos mantienen en una misma circunstancia de repetición, de acontecimientos que mantiene suspendidas nuestra capacidad evolutiva como sociedad que, más allá del discurso entrenado del “mundo positivo” y las “energías de atracción”, entumecen la capacidad para sentir, entender y pensar nuestra realidad con una mirada distinta.

    Podríamos pensar entonces que ante lo inevitable del destino, al ser humano le salva la inteligencia, que como plantea el pedagogo español, Antonio Marina, se requiere trascender nuestra condición social del fracaso de nuestras inteligencias y perseverar en una inteligencia compartida que emerja de la interacción entre las inteligencias individuales y que sea ésta, en último término, la que dirija la historia.

    Aunque para ello se tenga, en muchos casos, que superar la estupidez colectiva. Hasta aquí mis reflexiones, los espero en este espacio el próximo martes.

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