Jorge Meléndrez
Todos los seres humanos tenemos, dentro de nosotros mismos y en un rincón de nuestra alma, un archivo de hechos y situaciones vividas, la mayoría placenteras y otras, aunque menos, dolorosas y tristes, que al recordarlas, nos hacen vivir de nuevo todo aquello que ya se ha ido y que nos dieron al igual que lecciones de vida, satisfacciones y crecimiento emocional.
En este archivo, guardamos nuestras nostalgias y nuestras añoranzas, recuerdos imperecederos, lágrimas derramadas, sonrisas contagiosas, palabras amables, castigos merecidos, experiencias sutiles entre muchas otras cosas que a lo largo de la vida, al sumarlas, nos significan lo que hoy somos como seres humanos.
Las nostalgias son como suspiros por lo vivido, en tanto que las añoranzas son los deseos de volver a sentir la misma experiencia de lo añorado, la nostalgia es inspiración, la añoranza es ensoñación de vida, y ambos, son en sí mismos, alimentos para nuestro espíritu.
La palabra nostalgia se nutre, en su raíz griega, de nostos, que viene de nesthai (regreso, volver a casa), y de algos (sufrimiento). Podría definirse entonces la nostalgia como el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar.
Xavier Guix, psicólogo y escritor español, autor de varios libros de crecimiento emocional, señala que... “según adónde queramos regresar podremos observar, al menos, tres formas diferentes de nostalgia: La primera es la puramente sentimental, una especie de lamento de las pérdidas de nuestra vida. Parece que encontramos refugio regresando al centro de los días en los que la única preocupación era descubrir el dulce sabor de las primeras emociones, las que siendo lo que son, tan solo un bonito recuerdo, con la nostalgia la convertimos en una desesperanza”.
“Una segunda manera de vivir la nostalgia es la que representan aquellas personas que viven sin desprenderse nunca de su pasado. Lo recuerdan adrede, lo revisan en fotos o vídeos, lo mantienen vivo en cada conversación con frases como: fuimos tan felices, qué bien lo pasábamos, tenemos que volver, ¿te acuerdas de...? entre otras tantas frases significativas. Esta es una manera de permanecer a través del tiempo, lejos de abrir los ojos a su realidad más inmediata, tal vez más oscura que la de aquellos años que fueron tan felices. Por supuesto, es una falacia, una interesada comparación, porque ni aquellos días fueron tan increíbles, ni los de ahora son tan grises. Ocurre, eso sí, que al creer con convicción en el determinismo del pasado, todo lo bueno que exista ahora en sus vidas será difuminado para no estropear el añorado recuerdo con el que se quiere vivir”.
“La última de las nostalgias que estamos observando tiene mucho que ver con la idea del regreso a casa. Es la nostalgia de los griegos convertida en mito a través de la figura de Ulises, en su larga travesía de retorno a Ítaca. Vivir puede asemejarse a un largo viaje, lleno de aventuras, de infortunios, de alegrías, tristezas, azares y desesperanzas. Sin embargo, detrás de cada envite, de cada puerto visitado, de cada amor entretenido, persiste la nostalgia de volver al hogar. Uno anda buscando siempre la manera de regresar a casa, como símbolo del encuentro con la propia paz interior”.
Como podemos ver, Guix es muy aleccionador en este tema, pues somos guardianes de nuestros propios tesoros, ya que cualquiera que sea la forma en la cual abrimos nuestro archivo de las nostalgias, les damos el valor de nuestra intención al atesorarla, aun siendo experiencias cuyo significado ha calado tan hondo en nuestra existencia, que su inesperado recuerdo nos traslada hasta ese mismo instante en el que logramos aquel éxito, o el momento en que surgió la chispa de la primera relación, o el sublime encuentro en el que descubrimos a Dios o en el que nos pareció que estábamos cambiando el mundo. Tal vez no repetiríamos los mismos acontecimientos, pero qué duda cabe que volveríamos gustosos a envolvernos de los mismos sentimientos.
¿Para qué sirve entonces la nostalgia? Para darnos cuenta de lo que la vida nos dejó como experiencias y lo que somos hoy en día. Para entender que el sentimiento de añoranza no deja de ser una pérdida por un yo que existió y que es imposible regresar en el tiempo, pero que forma parte de nuestra historia personal y que a veces se entromete en nuestra cotidianidad buscando un espacio propio. No obstante, al momento siguiente regresamos de nuevo al aquí y al ahora, a nuestro yo actual para poder valorar y admirar serenamente cómo la vida es tan solo una espiral en movimiento.
JM Desde la Universidad de San Miguel
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