Plantar árboles

ÉTHOS
17/09/2024 04:00
    No podemos esperar que la paz, seguridad y tranquilidad de nuestro estado se resuelva en poco tiempo; ¡ojalá que así fuera!, pero no podemos cerrar los ojos a la realidad. Tampoco podemos esperar que las autoridades cocinen solas esta papa caliente que tienen en sus manos. La sociedad también hemos tenido la culpa por convivir con los elementos no muy sanos y favorecernos de los dividendos del comercio del dinero ilícito, a la vez que no hemos luchado por quitar la maleza que estaba cubriendo nuestros surcos.

    Comenzaremos esta columna diciendo una verdad de Perogrullo: “Sinaloa es un estado eminentemente agrícola”. Hay quienes sostienen que sí existió un personaje, o profeta ermitaño, llamado Pedro Grullo, en el Siglo 13, y sus dichos o sentencias se conocen con el nombre de perogrulladas, que son simples obviedades: “Este día amanecerá al alba; cuatro huevos son dos pares; al que le quitan la vida, de seguro lo matan”.

    Hoy, que nos quejamos de la inseguridad, violencia y temor que estamos viviendo, convendría recordar la perogrullada del comienzo: la vocación agrícola de Sinaloa. En efecto, a nuestro estado se le llama “el granero de México”, porque su tierra es pródiga y produce abundantes frutos de reconocida calidad. Sin embargo, la tierra, por más buena que sea, no produce sola los frutos, ni se cosechan al día siguiente; se requiere el esfuerzo, constancia y colaboración de multitud de semillas, insumos, fertilizantes, técnicas, maquinaria, agricultores y jornaleros, además de un buen temporal que almacene agua en las presas.

    De igual forma, no podemos esperar que la paz, seguridad y tranquilidad de nuestro estado se resuelva en poco tiempo; ¡ojalá que así fuera!, pero no podemos cerrar los ojos a la realidad. Tampoco podemos esperar que las autoridades cocinen solas esta papa caliente que tienen en sus manos. La sociedad también hemos tenido la culpa por convivir con los elementos no muy sanos y favorecernos de los dividendos del comercio del dinero ilícito, a la vez que no hemos luchado por quitar la maleza que estaba cubriendo nuestros surcos.

    Jean Giono, en su libro El hombre que plantaba árboles, habla de un pastor imaginario, Elzeard Bouffier, que transformó una región desértica de Provenza en un edén, con su paciente trabajo de más de 30 años.

    ¿Me quejo o planto árboles?