Pontificar versus escuchar

    Los gobernantes que no gozan de valores democráticos sólo pontifican. Hablan y se escudan en su legitimidad moral o en el pueblo que dicen encarnar. Si acaso llegan a oír, que no a escuchar, lo hacen para rebatir e imponer su verdad desde una posición de poder.

    Escuchar es propio de un demócrata. Pontificar de un autócrata.

    Dijo el Presidente hace unos días que Ayotzinapa era el único pendiente que dejaba. Es un engaño. Si de pendientes se trata, podría llenar este artículo con más del 80 por ciento de las promesas que hizo al subir a la Presidencia y que no cumplió: desde la austeridad republicana hasta la transparencia en los asuntos públicos, desde el saneamiento de Pemex y la CFE hasta la soberanía alimentaria, desde la erradicación de la corrupción y la impunidad hasta la prohibición del influyentismo, desde el sistema de salud como el de Dinamarca hasta la educación de calidad, desde la proscripción de las adjudicaciones directas hasta el uso responsable del presupuesto, desde la desaparición del poder de los poderes hasta el respeto a la Constitución, desde del fin de los fraudes electorales hasta la no intervención en asuntos electorales o de partido. Y así ... no mentir, no robar y no traicionar.

    Lo que nunca prometió, pero sí cumplió fue escuchar. Nunca mostró respeto, interés y confianza en los otros. Ni siquiera en los propios. No escuchó a quienes le recomendaron que no cancelara y destruyera el Nuevo aeropuerto y nos costó 300 mil millones de pesos. No escuchó a quienes le recomendaron una política social incluyente y tenemos programas sociales fallidos, aunque rentables políticamente. No escuchó a los expertos en salud cuando la pandemia y tenemos 800 mil muertes en exceso. Tampoco escuchó sus argumentos de no destruir sino mejorar el Seguro Popular y hoy cargamos con 50 millones de personas sin acceso a la salud. No quiso escuchar a los inversionistas para modernizar a Pemex y a la CFE y tenemos a dos empresas quebradas. No quiso escuchar a los expertos electorales ni hacer caso de los reglamentos del Congreso y sus reformas fueron declaradas inconstitucionales. No escuchó a las mujeres, ni a los familiares de las víctimas, ni a los científicos, ni a los médicos, ni a los ambientalistas.

    Los gobernantes democráticos están dispuestos al diálogo con los expertos, con los partidos y legisladores de Oposición, con las asociaciones de grupos de interés, con la academia y con las organizaciones de la sociedad civil. Seguros de sí mismos, se hacen de información diversa, escuchan, analizan y después deciden. Si se les cuestiona, enfrentan las críticas.

    Los gobernantes que no gozan de valores democráticos sólo pontifican. Hablan y se escudan en su legitimidad moral o en el pueblo que dicen encarnar. Si acaso llegan a oír, que no a escuchar, lo hacen para rebatir e imponer su verdad desde una posición de poder.

    El invento promocional y propagandístico de las mañaneras ha sido un gran instrumento de dominación. Una plataforma inusual e incomparable para adoctrinar, difundir algunos logros de gobierno, dar clases de historia, desinformar y difamar a quienes el presidente considera sus enemigos o los de la denominada cuarta transformación.

    Mucho presume de ser el Presidente más atacado de la historia. Como él diría, “el mundo al revés”. Nunca en la historia un Presidente había ejercido tal presión sobre los medios de información ni tanta intimidación e insultos a los periodistas.

    Ya hubieran deseado los antecesores de López Obrador tener periodistas tan a modo cuando daban sus pocas o muchas conferencias de prensa. Ya hubieran querido impedir que se les acercaran los reporteros en un evento como el huracán Otis. Ya hubieran suspirado por decir lo que pensaban en sus adentros de la prensa y los medios electrónicos.

    Es una pena, pero nunca pudimos ponerle un hasta aquí a que se refiriera a los medios como medios de manipulación sin prueba alguna.

    No creo que la siguiente Presidenta vaya a tener mañaneras ni en la modalidad ni con la frecuencia que las que padecimos este sexenio.

    Por si acaso, si algún cambio quisiera ver en el próximo gobierno es una Presidenta que escuche. Las campañas son para conocer sus propuestas ante los muy graves problemas que aquejan a México. Pero son también tiempos de escuchar.

    Hasta el momento echo de menos la capacidad de escucha de Claudia Sheinbaum. Ha asumido las 20 propuestas de reforma constitucional, la destrucción de instituciones, el desmantelamiento de los órganos autónomos, la política de seguridad, la mal llamada soberanía energética y todo proyecto vigente. No parece haber espacio ni en su discurso y ni en el proyecto que ofrece, espacio para la corrección ni para la innovación. No tendría por qué haberlo si la ruta ya le fue trazada y si comparte el diagnóstico de que México vive un momento estelar.

    Gane Xóchitl o gane Claudia mi esperanza es que se abran los espacios de interlocución con políticos de otros colores, parlamentarios, académicos, expertos en las distintas materias, organizaciones de la sociedad civil, empresarios u organismos internacionales.

    Quizá sea una estrategia de campaña, pero lo que ha avalado la candidata Sheinbaum hasta el momento ha sido el inventario autoritario que nos ha recetado el Presidente López Obrador.

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    amparocasar@gmail.com

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