El olor corporal es algo que se presenta en todos los animales y su intensidad puede ser influenciada por distintos factores (patrones de conducta y estrategias de supervivencia). El olor corporal tiene un gran componente genético, pero también puede ser influido por distintas enfermedades y condiciones fisiológicas.
Cuando inhalamos, las moléculas odorantes viajan a la nariz (epitelio olfatorio) en donde se unen a unas proteínas llamadas “receptores olfatorios”. Estos receptores envían la información al cerebro para ser procesada e interpretada como un olor (o varios olores).
Aunque el olor corporal jugó un papel muy importante en nuestros antepasados, hoy en día se considera como algo desagradable.
Se sospecha que el olor corporal está relacionado con la sexualidad, particularmente con la selección sexual. Las glándulas sebáceas y apocrinas (localizadas en folículos pilosos de axila y genitales) se activan en la pubertad. En las mujeres, el sentido del olfato es más sensible durante la ovulación. Esto implica que el olor corporal es un aspecto evolutivo que nos ayuda a seleccionar pareja (cuando el olor resulta seductor).
No obstante, todos sabemos que la axila apestosa no es algo atractivo.
Los humanos no producen el fétido olor directamente. Ese corrosivo y picante olor que todos hemos tenido la suerte de degustar en algún momento de la vida se debe a los “tioles”, un producto metabólico que se genera cuando las bacterias de la piel se dan un festín con el sudor y células muertas de la epidermis.
Nuestra piel tiene aproximadamente 1,000 especies de bacterias, sin embargo, una llamada “Staphylococcus hominis” es la principal causante del olor corporal. Esta bacteria produce los fétidos olores cuando consume un compuesto inoloro llamado “Cys-Gly-3M3SH”, el cual es producido por las glándulas apocrinas de la axila.
Cuando Staphylococcus hominis consume Cys-Gly-3M3SH (proveniente del sudor), la bacteria se “come” Cys-Gly, dejando como residuo el tiol 3M3SH, el odorante causante del olor corporal. Desafortunadamente, nuestras narices son extremadamente sensibles para detectar los tioles, incluso a concentraciones muy bajas.
Gracias a esto existe la multimillonaria industria de desodorantes y antitranspirantes. Los desodorantes contienen químicos (triclosán, glicol, y cloruro de benzalconio) que destruyen la flora bacteriana, mientras que los antitranspirantes reducen la cantidad de sudor al bloquear las glándulas apocrinas. Muchos de estos productos contienen cloruro de aluminio, el cual forma un gel que tapa los conductos sudoríparos.
El problema de estos productos es que alteran la flora bacteriana de las axilas, ocasionando un desbalance en el ecosistema axilar. Incluso se ha demostrado que el uso de estos compuestos resulta en un incremento de una bacteria llamada “actinobacteria”, la cual también produce olores desagradables.
Si la axila te apesta demasiado, consulta un profesional de la salud. Existen algunas condiciones médicas como la fenilcetonuria, trimetilaminuria, y la hipermetioninemia, padecimientos metabólicos serios en los cuales el paciente produce olores fétidos.
Para aquellos que apestan y no tienen alguna enfermedad subyacente, tan solo hay que bañarse todos los días, evitar la humedad en la axila, y dejar de consumir alimentos procesados. Si nada de esto funciona, tan solo hay que esperar a que la ciencia invente un desodorante que bloquee la producción de Cys-Gly-3M3SH.