Dormir es una de las actividades más importantes y prolongadas de la vida. No dedicaríamos una parte tan significativa de nuestro tiempo a esta función si no fuera esencial para la supervivencia.
Mientras dormimos no solo descansamos, también soñamos. Comprender qué es el sueño y qué ocurre mientras soñamos permite entender mejor cómo funciona la mente y cómo estos procesos influyen en la vida diaria, la salud y la forma en que nos relacionamos con el entorno.
En esta ocasión buscamos explicar, desde una perspectiva científica, qué ocurre durante el sueño y por qué los sueños participan en procesos como la memoria, la regulación emocional y la creatividad.
A lo largo de la historia, los sueños han sido interpretados desde distintos enfoques. En muchas culturas se les atribuyeron significados místicos o espirituales, considerándolos mensajes o premoniciones. Este enfoque comenzó a cambiar cuando Sigmund Freud propuso que los sueños estaban relacionados con la mente y los procesos inconscientes, alejándolos de explicaciones sobrenaturales.
Aunque la teoría psicoanalítica de Freud ha sido superada en el ámbito científico y presenta limitaciones, su principal aportación fue establecer un precedente: los sueños podían analizarse de manera sistemática como un fenómeno mental. A partir de entonces, el estudio del sueño avanzó hacia enfoques más cuantitativos.
En la actualidad, el estudio del sueño se apoya en metodologías científicas rigorosas. Desde las neurociencias, estos procesos se investigan mediante herramientas como la resonancia magnética funcional (fMRI), que permite observar la actividad cerebral, y la polisomnografía, que registra variables fisiológicas como la actividad cerebral, el ritmo cardíaco, la respiración y los movimientos oculares.
Estas técnicas han permitido comprender cómo se organiza el sueño, qué regiones del cerebro participan en cada fase y cómo se relacionan los procesos mentales con los cambios fisiológicos que ocurren mientras dormimos.
El sueño se estructura en distintas etapas que conforman la llamada arquitectura del sueño. Dentro de esta arquitectura destaca la fase REM, que ocurre aproximadamente cada 90 minutos y en la que se desarrollan la mayoría de los sueños.
Durante esta fase, la corteza prefrontal, asociada al pensamiento lógico, reduce su actividad. Esto explica por qué muchos sueños carecen de una secuencia lógica clara. Al mismo tiempo, el sistema muscular se desacopla temporalmente del cerebro, un mecanismo que evita que los movimientos soñados se traduzcan en acciones físicas, fenómeno relacionado con la parálisis del sueño.
Desde un punto de vista funcional, soñar cumple varias funciones. Favorece la calma y la relajación, ya que durante el sueño disminuyen niveles de neurotransmisores como la noradrenalina, lo que contribuye a la regulación emocional. Las emociones influyen de manera directa en los sueños, incluso más que los eventos vividos conscientemente durante el día.
También participa en el procesamiento de experiencias, ya que el cerebro reorganiza la información adquirida durante la vigilia, integra recuerdos y mejora la comprensión de las interacciones sociales. En este contexto, la consolidación de la memoria a corto plazo ocurre de forma destacada durante la fase REM.
Además, fortalece la creatividad y la resolución de problemas, al conectar experiencias diversas y generar asociaciones mentales.
En la Universidad Autónoma de Sinaloa, estos procesos se estudian desde distintas disciplinas. Tanto estudiantes como investigadores, analizamos cómo el sueño influye en la calidad del descanso y cómo factores externos, como la exposición a tecnologías emergentes, entre ellas la luz azul, pueden alterar la arquitectura del sueño y afectar los mecanismos de recuperación del organismo.
Este enfoque académico permite vincular la teoría con la práctica y comprender cómo el sueño impacta no solo en el rendimiento cognitivo, sino también en la salud general.
Para terminar, algunas recomendaciones prácticas para mejorar la calidad del sueño: 1) Mantener horarios regulares de sueño. 2) Realizar ejercicio físico, evitando hacerlo antes de dormir. 3) Evitar el consumo de cafeína y nicotina. 4) Evitar bebidas alcohólicas antes de acostarse. 5) No comer ni beber en exceso durante la noche. 6) Evitar, en lo posible, medicamentos que interfieran con el sueño. 7) No tomar siestas después de las tres de la tarde. 8) Realizar actividades de relajación antes de dormir. 9) Tomar un baño caliente previo al descanso. 10) Dormir en un ambiente oscuro, fresco y sin dispositivos electrónicos. 11) Mantener exposición regular a la luz solar durante el día. 12) Evitar permanecer en la cama despierto por periodos prolongados.