Es conocido el relato de la rana que se cocinó lentamente. Cuando nos topamos con un agua excesivamente caliente, nuestro rechazo y alejamiento es súbito; nos mantenemos alejados de aquel líquido que amenaza nuestra integridad, al igual que la rana que es arrojada a una olla con agua muy caliente o hirviendo.
Sin embargo, como acentúa la narración, si se introduce la rana en un agua al tiempo, la cual se va calentando dosificadamente, llegará un momento en que la rana no perciba que el agua se torna caliente y finalice su vida cocinada.
Algo semejante es lo que le sucede al ser humano en la actualidad. La sutil y persistente telaraña cibernética que se teje a su alrededor lo aprisiona, maniata y conduce a un laberinto sin salida. Sin percibir una latente amenaza, el hombre se deja seducir y conducir por las puntuales tentaciones que emergen en las embriagantes historias de internet y las redes sociales.
Si se quiere dominar al ser humano, basta con lisonjear y masajear machaconamente su cerebro sin darle tiempo a recapacitar y a formular juicios y pensamientos críticos. Si se ataca al enemigo de frente, es más fácil toparse con la resistencia, el rechazo y la derrota. Desde siempre hemos sabido que la miel atrae, mientras que la hiel repele.
Emile Cioran afirmó: “No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos que forman parte de nuestra rutina y nos minan tan meticulosamente como el Tiempo”.
Internet y las redes sociales son muy útiles para nutrir nuestro entendimiento e informarnos, pero debemos supervisar, controlar y tener cuidado con los datos que recibimos. Alimentarse sin discernir ni cribar lo que se ingiere es una práctica demasiado riesgosa.
¿Discierno los peligros y riesgos?
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