Mario Arturo Huerta Sánchez
Presidente de México
Lázaro Cárdenas del Río
Diciembre 1, 1934 - Noviembre 30, 1940
(Nació el 21 de Mayo de 1895)
(Primera de dos partes)
Con motivo de la celebración del Día de la Bandera el 24 de febrero de 1939, el Gobierno Federal hizo una invitación a grupos y escuelas del País, para ser abanderados por el Presidente de la República en la Ciudad de México, D.F.
En Mazatlán se había formado el cuerpo de Boy Scouts bajo los auspicios del Club Rotario de Mazatlán y fue designado como Director el Profesor Gustavo Carreño Ballesteros.
El Club Rotario comisionó a su socio Adán Carreón Arvide para que organizara un grupo de Boy Scouts que viajara al D.F. para asistir a tal ceremonia de abanderamiento. Por ello se integró el grupo de 15 miembros del cuerpo de Boy Scouts, entre los cuales estábamos los hermanos Adán, Rubén y Oscar Carreón Cornejo, Enrique y Jorge Canudas, Alfonso Benítez, Antonio Díaz de León, mi hermano José Guillermo y yo, que encabezados por don Adán y el director partimos a bordo del tren del Sud-Pacífico de México hacia la capital.
Nuestro “Cuartel General” quedó ubicado en el Hotel Gillow, en calle 5 de Mayo, a dos cuadras del Zócalo.
A las 9 de la mañana del viernes 24 de febrero ya estábamos formados en el lugar que se nos había asignado en el Zócalo, frente al Palacio Nacional.
A la hora señalada salió el Presidente Gral. Lázaro Cárdenas acompañado de una Escolta Militar, la cual entregaba las banderas que luego él ponía en manos de cada uno de los grupos ahí presentes.
Al llegarnos el turno se acercó con nosotros y nos dijo que siempre fuéramos disciplinados y estudiosos para ser buenos mexicanos y que lleváramos con dignidad la Bandera que nos entregaba, en ese momento.
Fue un acto solemne que nos llenó de emoción. Enseguida todas las Bandas de Guerra al unísono tocamos Honores a la Bandera, después de lo cual subió el Presidente al balcón central del Palacio Nacional desde donde dio la orden del inicio de un desfile que partió desde ahí hasta la Alameda Central. Después de llegar a esta, hicimos una guardia en el Hemiciclo Juárez en donde nos tomaron una fotografía, de la cual tengo una copia que no he podido localizar ni tampoco con alguno de los integrantes del grupo.
Al regresar a Mazatlán presumimos de ese suceso que siempre recordamos con orgullo.
Tres años después tuvimos la oportunidad de ver nuevamente al Gral. Cárdenas con motivo de los sucesos que narro enseguida.
EU había declarado la guerra a Japón el 8 de diciembre de 1941 después del sorpresivo bombardeo a Pearl Harbor en Hawai el día 7.-
Inmediatamente los ex Presidentes de México se pusieron a las órdenes del Presidente Gral. Manuel Ávila Camacho y este llamó al General Cárdenas a Jiquilpan para que se presentara al día siguiente en la capital.
El día 11 de ese mes de diciembre el General recibió el nombramiento de Comandante de la Región Militar del Pacífico, así como el ex Presidente Gral. Abelardo Rodríguez de la Región del Golfo.
El Cuartel General del Pacífico quedó establecido en Mazatlán, con domicilio en el edificio anexo al Hotel Belmar con entrada por la calle Sixto Osuna.
En la planta baja se ubicaron las oficinas y en la planta alta las habitaciones.
En la Comitiva llegaron con el Gral. Cárdenas su esposa doña Amalia Solórzano y su hijo Cuauhtémoc, Alicia Cárdenas, hija del General; Virginia y Susana Solórzano hermanas de doña Amalia, Josefina Lemaire, Gloria Villalobos y Bibi Arroyo Ch. (amigas de la familia), mi tío, Mayor Luis Sánchez Gómez, quien fungía como Secretario Particular del General, su esposa Elvira Roldán y mis primos Luis, de 8 años y Martha de 6, los capitanes Jerónimo Gomar y Ricardo Ramírez y su esposa Coty, hermana de doña Amalia y Manuel Sosa, también miembro de la familia.
Mientras estuvieron en Mazatlán todos los días comieron en mi casa, mis primos Luis y Martha, así como Cuauhtémoc (el 1 de mayo del 42 cumpliría 8 años).
Por las tardes íbamos a la Playa Sur y en ocasiones se organizaron paseos dominicales a la Paya Cerritos, a donde entrábamos por el Rancho de la Culebra.
Como invitados asistían también Pepe y Raúl Rico, Guillermo y Óscar Levín.
El General Cárdenas viajaba con frecuencia para visitar las 12 zonas militares de tierra y dos zonas navales, y estableció una Sub-Comandancia en Ensenada, a donde a fines de marzo de 1942 se fueron él, doña Amalia y Cuauhtémoc.
Cuando recién llegaron a Mazatlán, mi hermano Memo y yo tuvimos la oportunidad de saludar al General en su oficina, a donde nos llevó mi tío Luis, nos preguntó si seguíamos formando parte de los Boys Scouts a lo que contestamos afirmativamente. Nos hizo el honor de pasar revista al cuerpo de Boys Scouts acto que se realizó en Olas Altas. Mi compadre Castelló tiene una foto extraviada de ese evento.
El 11 de septiembre de 1942, el General Cárdenas rindió la protesta de ley como Secretario de la Defensa Nacional ante el Presidente Ávila Camacho (hasta el 31 de agosto de 1945).
El General Pablo Macías Valenzuela fue nombrado Comandante de la Región Militar del Pacífico.
El General Cárdenas regresó a Mazatlán el viernes 3 de marzo de 1944, permaneció sábado, domingo y lunes, días en que visitó el Paseo del Camarón (ahora Avenida del Mar), así como los Cerros de la Nevería y El Vigía (según sus apuntes de 1944).
Corrió la versión de que su viaje a Mazatlán estaba relacionado con el reciente asesinato del Gobernador del Estado de Sinaloa Coronel Rodolfo T. Loaiza, ocurrido el lunes de Carnaval, día 21 de febrero.
En esa fecha yo me encontraba en la Ciudad de México preparándome para iniciar mis estudios en la Facultad de Ingeniería, por lo que no tuve la oportunidad de saludar al General Cárdenas.
Pasaron más de 20 años cuando, con motivo de una gira que inició en Chihuahua y que continuó en Sinaloa, a donde se transportó por el Ferrocarril Chihuahua-Pacífico, llegó a pernoctar en el Hotel Belmar, lugar en donde tuvimos el gusto de saludarlo la mañana del miércoles 6 de julio de 1966, antes de que saliera para ir a hacer una guardia ante el ataúd del General Ezequiel Martínez Ruiz, quién falleció la noche del día anterior. De ahí partió en unión de su hijo Ing. Cuauhtémoc (a quien también tuve el placer de saludar) y otros miembros de su comitiva entre los que se encontraba mi amigo el Ing. Gonzalo Martínez Corbalá, hacia San Luis Potosí vía Carretera Mazatlán-Durango.
Un día del mes de febrero de 1968, llegó a Mazatlán en carro especial del Ferrocarril del Pacífico, doña Amalia Solórzano de Cárdenas, acompañada de un grupo de amigos entre los que recuerdo a las señoras Nati de Domingo y Beatriz de Peraldi, al Ing. Antonio Herrera y a un joven matrimonio de apellido Coello.
Se hospedaron en las suites del Penthouse de la nueva sección del Hotel Belmar que recientemente yo había terminado de construir, desde donde pudieron contemplar en todo su esplendor el Combate Naval del sábado de Malhumor y los desfiles del Carnaval.-
Don José y doña Emilia Rico ofrecieron una comida en su casa de Olas Altas y mi hermana Esther y su esposo John los invitaron a una mariscada en la Playa de la Posada Santa Fé (ahora parte del Hotel Costa de Oro).
Pasando los días del Carnaval se regresaron a la Ciudad de México después de haber disfrutado las playas y amistades de Mazatlán.
Poco tiempo después, al encontrarme en la Ciudad de México llamé a doña Amalia para saludarla y ella me transmitió una invitación de parte de la señora Nati de Domingo para una cena en su casa, la cual acepté gustosamente. Ahí estuvieron los anfitriones don Juan y doña Nati Domingo, doña Amalia, el Ing. Antonio Herrera y su esposa y por supuesto yo. Al entrar a la residencia de los esposos Domingo me encontré con la muy agradable sorpresa de que había un órgano electrónico de cuatro teclados que en cuanto lo vi sentí un fuerte cosquilleo en mis manos que no era más que el deseo de tocar ese magnífico instrumento, deseo que tuve que reprimir para cumplir con el protocolo de rigor, el saludo a los anfitriones y a los demás invitados.
La reunión fue de lo más agradable, la cena muy espléndida y exquisita, rociada de finos vinos. La conversación prácticamente trató de sucesos y anécdotas de su reciente viaje a Mazatlán y de repente surgió la petición que me hicieron de que tocara aquel magno órgano, cosa que acepté de inmediato, como siempre ha sido mi costumbre. Al principio don Juan me instruyó sobre el uso de los múltiples botones y teclados pero una vez que le agarré el modo ni quien me detuviera.
Doña Amalia fue la primera en despedirse a temprana hora y don Juan que se resistió a tocar, se disculpó por no sentirse bien y tener que retirarse a su habitación. En ese momento hice el intento de dar por terminada la audición para retirarme pero doña Nati y los Herrera insistieron en que siguiera tocando, lo cual acepté nuevamente sin hacerme del rogar, ya que realmente disfruté muchísimo; nunca más he tenido la oportunidad de tocar un órgano semejante a ese. Al terminar la cena como es la costumbre, don Juan nos ofreció una copa de alguna crema, yo iba a pedir una de Grand Marnier pero él me recomendó una de Strega que me gustó tanto que seguí tomando un trago entre pieza y pieza que tocaba, mientras que Toño Herrera mantenía mi copa en su nivel, hasta que al final tuve que suspender la tocada forzado por el viaje que tenía que emprender a las 7:00 de la mañana hacia Mazatlán.
Los esposos Herrera me hicieron el favor de llevarme al Hotel Alfer. Fue una noche inolvidable.
Mis viajes eran continuos a la Ciudad de México por mi calidad de Consejero y de Sub-Director de Relaciones Públicas (de octubre de 1968 a abril de 1969) de la Cámara Nacional de la Industria de la Construcción, así que tuve la oportunidad de ser invitado a una comida en casa del General Cárdenas y de su señora esposa que se celebró un domingo a la una de la tarde.
La mesa era para 20 comensales, en las cabeceras el General en una y doña Amalia en la otra, entre los invitados estaban el señor Raúl Castellano y señora Consuelo Martínez Báez de Castellano, el Ing. Eduardo Chávez y señora; el licenciado Coello y señora, y aunque fui presentado a todos los invitados, no recuerdo sus nombres. Fue una comida espléndida y exquisita, intercalada con comentarios y anécdotas dirigidas con habilidad y buen humor por el General Cárdenas, quien provocaba risas y carcajadas entre los asistentes. Después de haber disfrutado de alegres momentos, empezaron a despedirse los invitados. Antes de que yo lo hiciera, doña Amalia me dijo que el General me invitaba a que lo acompañara a tomar el café en su estudio, invitación que acepté de inmediato con gusto y gran emoción. Nunca imaginé que pudiera llegar a tener la oportunidad de conversar yo sólo con el General Cárdenas, personaje que ya ocupaba un lugar preponderante en la Historia de México.
Mientras doña Amalia me conducía al estudio, sentí en las piernas la misma sensación que cuando me asomo desde lo alto de un edificio hacia el piso, debido a la emoción que me causó la sorpresiva distinción de que había sido objeto. Al entrar yo al estudio, el General me invitó a sentarme en una cómoda mecedora y luego me preguntó por mis padres y hermanos a quienes conoció en Mazatlán en 1942; también me preguntó por Enrique Peña Bátiz, el “Gallo de Oro” a quien conocía por ser primo del Ing. Juan de Dios Bátiz, casado con Victoria “Chata” Solórzano hermana de doña Amalia. Enrique había fundado la Asociación Política “Francisco I. Madero” en Culiacán después de un conflicto con el Gobernador Leopoldo Sánchez Celis por un problema electoral.
Hablamos de la situación política del Estado y de Mazatlán. Me preguntó si yo tenía aspiraciones a ser Presidente Municipal, a lo que le contesté que no había pensado en ello, que yo actuaba en el campo profesional como presidente del Colegio de Ingenieros Civiles y de la Cámara Nacional (ahora mexicana) de la Industria de la construcción, aunque era miembro del PRI, en donde había desempeñado algunas comisiones. Entonces me dijo que él consideraba que yo podría desempeñar bien el cargo de Presidente Municipal ya que yo conocía las carencias y necesidades de la Ciudad. Me recomendó que cuando llegara a ese puesto le diera prioridad a resolver los problemas de la gente de pocos recursos; que les llevara los servicios de agua, luz y drenaje, que promoviera fuentes de trabajo y construcción de escuelas.
Expresó una gran preocupación por la pobreza en que vivía la mayoría de los mexicanos.
Cuando tuve el privilegio de ocupar el cargo de Presidente Municipal, siempre tuve muy presente sus consejos que fueron muy valiosos para mí, pues me permitieron planear un programa de desarrollo urbano que llevé a feliz realización para beneficio de las colonias populares habitada por gente de bajos recursos.
Fue el General Cárdenas un humanista, hombre inteligente, trabajador incansable, honesto, bondadoso, quien tenía un gran cariño por México. Fue un gran patriota. Estoy orgulloso de haber tenido la oportunidad de convivir con el General Cárdenas esos momentos tan importantes en mi vida, por las enseñanzas y consejos recibidos. Quedé eternamente agradecido con doña Amalia por su amable invitación a esa reunión. Ya que forma parte de los hechos más importantes en mi vida.
Continuará...