¿No es intrigante que, durante situaciones humorísticas, las personas pueden mostrar distintas respuestas fisiológicas, como mostrar los dientes, alterar patrones respiratorios, experimentar debilidad y molestias localizadas, e incluso llorar?
Reírse implica la activación de varios músculos, principalmente en la cara, la cabeza y el tronco. Aunque el número exacto de músculos involucrados puede variar según la intensidad y la duración de la risa, se estima que participan alrededor de 17 músculos faciales.
Los músculos faciales incluyen el orbicular de los ojos, que produce las conocidas “patas de gallo” alrededor de los ojos, el risorio, que ayuda a estirar los labios, y otros músculos que contribuyen a la formación de expresiones faciales específicas durante la risa. Además, los músculos del cuello, los músculos abdominales (incluidos los oblicuos y rectos del abdomen) y los músculos intercostales entre las costillas también se activan durante la risa, ya que se producen movimientos de la cabeza, el tronco y la respiración.
Cuando surge la risa, hay una contracción rápida de los músculos abdominales, lo que lleva a una modificación en las dinámicas respiratorias. Este proceso eleva la presión dentro de la cavidad torácica, expulsando aire que puede manifestarse auditivamente como un resoplido, un siseo o una vocalización. La mayor exigencia de los músculos abdominales más allá de los niveles típicos de conversación puede resultar incómoda. Además, la risa inhibe los reflejos y el control muscular, induciendo sensaciones como debilidad en las piernas.
El origen de este curioso fenómeno sigue siendo esquivo, ya que no hay un registro arqueológico de la risa. No obstante, los científicos proponen varias teorías.
Curiosamente, la risa no es exclusiva de los humanos; diversos animales, incluyendo ratas y primates, emiten vocalizaciones similares a la risa durante el juego social. Los investigadores postulan que la risa podría haber evolucionado inicialmente como una señal clara de intenciones amigables y no agresivas, especialmente entre los ancestros primates comprometidos en juegos rudos.
A medida que los humanos se separaron de otros grandes simios, formando grupos sociales más grandes y desarrollando habilidades lingüísticas más complejas, se cree que la risa adquirió funciones más amplias. Algunos científicos postulan que la risa gradualmente se convirtió en una herramienta comunicativa empleada no solo durante el juego, sino también dentro del habla para transmitir significados matizados en diversos contextos. La naturaleza contagiosa de la risa, desencadenando estados emocionales compartidos, se asemeja a una invitación para la conexión interpersonal.
La risa humana, a menudo más fuerte que la de la mayoría de los animales, se postula como no solo una señal individualizada sino también como una transmisión al entorno social más amplio. Estudios demuestran que individuos de diversas culturas y tan jóvenes como cinco meses pueden distinguir entre amigos cercanos y conocidos basándose únicamente en clips breves de risa. Además, la autenticidad de la risa se puede discernir acústicamente, con la risa voluntaria involucrando redes cerebrales relacionadas con el habla, mientras que la risa espontánea se origina en redes más antiguas, utilizadas de manera más universal por otros animales para sus vocalizaciones.
Más allá de su importancia social, se considera que la risa es beneficiosa para el bienestar. Cuando alguien ríe, el cerebro libera endorfinas, fomentando una sensación de bienestar, al tiempo que disminuye los niveles de hormonas del estrés como el cortisol. Esto también puede fortalecer el sistema inmunológico y mejorar la resistencia a enfermedades.
La risa puede provocar la relajación de los músculos, aliviando así la tensión acumulada en el cuerpo. Además, la risa intensa suele ir acompañada de una respiración más profunda, lo que puede aumentar la oxigenación del cuerpo, contribuyendo a una sensación general de bienestar y tener beneficios cardiovasculares al mejorar la circulación sanguínea y reducir la presión arterial.
Desde el punto de vista psicológico, la risa actúa como un mecanismo de liberación de tensiones emocionales y una herramienta eficaz para reducir el estrés. Al liberar endorfinas, la risa puede generar una sensación de bienestar y mejorar el estado de ánimo. También puede mejorar la función al activar diversas áreas del cerebro.
En realidad, reírse no tiene desventajas, siendo la generación de arrugas la única que se le podría atribuir. La creencia de que reírse causa arrugas es un mito común, pero no tiene una base científica sólida. De hecho, la relación entre la risa y las arrugas es más compleja y multifactorial. Las arrugas son causadas principalmente por la pérdida de colágeno y elastina en la piel a medida que envejecemos, así como por la exposición al sol, el tabaco y otros factores genéticos y ambientales.
La risa en sí misma no causa directamente arrugas. En realidad, hay quienes sugieren que las personas que sonríen y se ríen a menudo pueden tener un envejecimiento facial más armonioso, ya que la actividad muscular asociada con la risa puede ejercitar ciertos músculos faciales y contribuir a una apariencia más positiva y juvenil.
Es importante tener en cuenta que las líneas de expresión y arrugas que se forman alrededor de los ojos y la boca mientras se ríe son normales y reflejan la expresividad facial. Son conocidas como “líneas de expresión”, y no deben considerarse necesariamente como signos de envejecimiento no saludable.
Para prevenir el envejecimiento prematuro de la piel y minimizar la formación de arrugas, es esencial cuidar la piel mediante la protección solar, una buena hidratación, una dieta equilibrada y hábitos de vida saludables.
Observada universalmente desde la infancia, la risa se considera un comportamiento humano fundamental que contribuye a aliviar los desafíos de la vida, fortalecer los lazos sociales y potencialmente mejorar diversos aspectos de la salud.