Qué bello es vivir... de la UAS

28/12/2023 04:02
    El problema es que la gran mayoría de trabajadores de la UAS, ven a la institución solo como una fuente de ingresos personales. Muchos se incorporaron, en la época dominada por el PAS, no por vocación a la docencia, la cultura y el conocimiento, sino por el atractivo de recibir prestaciones muy superiores a las que actualmente ofrece el raquítico mercado laboral.

    En la clásica película navideña de Frank Capra, “¡Qué bello es vivir!”, hay una emotiva escena que bien ilustra el dilema de muchos trabajadores universitarios que rechazan pagar impuestos por el aguinaldo, apegándose a lo que indica el Contrato Colectivo de Trabajo de la UAS.

    La circunstancia en la película es la siguiente. George Bailey dirige una pequeña empresa cooperativa que se dedica a construir vivienda asequible con el financiamiento de un grupo de ahorradores. Pero la economía estadounidense acaba de quebrar, y la gente corre en pánico a los bancos, y a la cooperativa, para retirar el dinero que tienen invertido como socios. Sin embargo, Bailey les recuerda que los fondos están puestos en las casas que se construyeron para todos, y que es imposible devolverles el dinero en el momento.

    En eso, se enteran que el hombre rico de la ciudad está dispuesto a comprar los bonos de cada socio. ¿Qué hacer? Es una situación angustiante. La gente reclama con todo derecho su dinero, pero si por la desesperación los ahorradores venden sus acciones al usurero, este se hará propietario de la empresa, la transformará en un negocio lucrativo, y el noble proyecto de una vivienda digna para todos desaparecerá.

    Aquí es cuando sucede lo inimaginable. Bailey persuade a los ahorradores para que guarden la calma, dejen de lado el egoísmo, y se ajusten a recibir por lo pronto una parte del dinero que les corresponde en tanto pasa la crisis. La prudencia, la organización y el liderazgo fueron la clave para superar el momento.

    Hoy la Universidad atraviesa una etapa parecida, en la que nadie quiere ver más allá de su propio interés inmediato, y donde los liderazgos no están dispuestos a ir en contra de los reclamos de las mayorías, aunque eso signifique hipotecar el futuro de la institución.

    Por los malos manejos de los recursos, la corrupción, y un crecimiento irresponsable, la Universidad se encuentra frente a una crisis financiera que pone en riesgo el pago de las prestaciones más básicas para los trabajadores. Este año ya no había para las últimas quincenas, aguinaldo y todavía no se han depositado las becas al desempeño de noviembre y diciembre.

    Por otro lado, es necesario decir que algunas de estas prestaciones fueron establecidas sin considerar escenarios realistas, ni perspectivas a futuro, donde se haría cada vez más difícil el pago de ventajas excesivas. Una de estas fue el derecho a recibir un aguinaldo de entre 70 y 45 días de salario libre de impuestos, concesión que contrasta con la realidad de millones de trabajadores mexicanos y que además es contraria a las leyes fiscales vigentes en el País, que solo contemplan la exención de impuestos sobre aguinaldo, cuando este no exceda las 30 UMAS (3 mil 112 pesos).

    Aun así, en la UAS nadie está dispuesto a renunciar a esta prerrogativa, que debe reconsiderarse al mismo tiempo que se realiza una restructura financiera y laboral, en la que prevalezca la transparencia, se instituya un límite prudente de crecimiento institucional, se acabe con el otorgamiento discrecional de plazas, y se regularice a miles de trabajadores que actualmente se encuentran en la incertidumbre y la precariedad, o que no han recibido su tiempo completo luego de tantos años de servicio.

    No se trata de renunciar al aguinaldo. Este es un derecho ganado. Aquí de lo que se trata es de ser solidarios y subsidiarios. Ya en un momento perdimos la jubilación dinámica por esa incapacidad de ponernos de acuerdo en lo más lógico para el bien común.

    El pago de impuestos es la base del Estado de bienestar y la gratitud de los servicios públicos. Es, además, una obligación ciudadana, indispensable para que las instituciones cuenten con los recursos adecuados para su funcionamiento. No podemos exigir mayor financiamiento para una educación de calidad para todos los jóvenes, para la producción de conocimiento, y para el pago de prestaciones adecuadas, si no estamos dispuestos a que se grave una parte de nuestros ingresos.

    El problema es que la gran mayoría de trabajadores de la UAS, ven a la institución solo como una fuente de ingresos personales. Muchos se incorporaron, en la época dominada por el PAS, no por vocación a la docencia, la cultura y el conocimiento, sino por el atractivo de recibir prestaciones muy superiores a las que actualmente ofrece el raquítico mercado laboral.

    Estas masas son las que se apoderaron de la institución, representados por autoridades, consejeros universitarios y líderes sindicales, a quienes les exigen el cumplimiento de todas las prebendas económicas. Ellos a cambio prometen obediencia, sumisión y defensa ante rivales políticos que amenazan sus privilegios.

    Este modelo de universidad es insostenible. Si no se hace algo, si no dejamos de lado el interés egoísta, si no permitimos la transparencia y la legalidad, si no hacemos un uso eficiente y razonable de los recursos, si no pensamos a futuro, llegará el momento que este noble proyecto de educación superior, pública y gratuita se vuelva incapaz de realizarse.