¡Qué buenos son los santos!

Lo que quiso decir
26/05/2025 04:00
    ‘¡Qué buenos son los santos!’, del jesuita vasco Pedro María de Iraolagoitia, aborda la vida espiritual que se hace presente en la cotidianidad y no en algún momento especial. Para el autor, las y los santos son personajes de la calle como todos nosotros y como los que están en los altares nosotros también podemos ser santos.

    El jesuita vasco Pedro María de Iraolagoitia (1922, Bilbao-1995, Bilbao) escribe ¡Qué buenos son los santos! (Ediciones Mensajero, Bilbao, 1966). El libro inicia con tres advertencias:

    Primera advertencia: el autor quiere hacer constar que toda coincidencia entre los santos personajes que aparecen en esta obra y bastantes personas hoy existentes ha sido, efectivamente, pretendida.

    Segunda advertencia: el autor espera poder añadir un capítulo que trate de usted, a la próxima edición de este libro.

    Tercera advertencia: el autor confiesa que ha incurrido en omisiones lamentables. Aquí faltan santos. Y faltan porque, gracias a Dios, hay santos a barullo. Ya dice el Apocalipsis que son un gentío que nadie podía contar.

    El autor sabe que va a recibir cartas llenas de santa indignación, en las que se le increpará por no haber puesto, por ejemplo, a San Emeterio, que es un santo de calibre, si los hay, y además, patrono del pueblo del que escribe la carta. Sepa el amable comunicante que, el autor, al leer su carta, se pondrá colorado hasta la raíz del pelo, le pedirá perdón y luego gritará con todas sus fuerzas: ¡Viva San Emeterio!

    Pedro María de Iraolagoitia, que publicó una abundante obra enfocada a promover y fomentar la vida interior de las personas, estructura el libro en 28 “biografías” de santos de la calle. Los títulos de estas dan una idea del contenido de la obra: San Antón, un santo con toda la barba; San Dimas, el buen ladrón; Las tres Verónicas; Si Herodes no hubiera matado a los Inocentes; Todos los santos; San López, patrono del hombre de la calle y Apóstoles, F. C.

    Le siguen: Sermón de San Roque; Está entre nosotros el santo Job; María Cleofé; Querido San José; ¿Qué sabe usted acerca de San Cristóbal?; San Matías, el apóstol “reserva”; El valeroso San José de Arimatea; Las cadenas de San Pedro; Santa “Gente de la calle”; El dragón de San Jorge y otros dragones; Dos epístolas apócrifas de San Pablo; Las hogueras de San Juan; San Vicente se hace galeote; Vida de San Usted mismo; Santa Rita abogada de los imposibles; Melchor se va al Oeste; San Veintinueve; Más florecillas de San Francisco; San Martín da la mitad de su capa; SanX %; Todos los Santos son muchos santos y Los misterios de la santa vida de Doña Rosario.

    Este escritor jesuita, con humor y de una manera muy ágil, como lo hace en todas sus obras -algunas grandes best seller que al día de hoy se siguen publicando- aborda la vida espiritual que se hace presente en la cotidianidad y no en algún momento especial. En su versión las y los santos son personajes de la calle como todos nosotros y como los que están en los altares nosotros también podemos ser santos.

    ¡Qué buenos son los santos!

    Pedro María de Iraolagoitia

    Ediciones Mensajero

    Bilbao, 1966

    pp. 234