La palabra poesía proviene del griego poiesis, que significa creación. Para Aristóteles, existían tres modalidades de las actividades humanas: la teoría o búsqueda del conocimiento; la praxis o práctica para resolver problemas, y la poiesis como el impulso creador de la imaginación y los sentimientos.
Definir la poesía es una labor semejante a la de Sísifo, pues mientras unos empujan la roca hacia arriba, otros la deslizan hacia abajo. Gustavo Adolfo Bécquer aventuró una definición de poesía, cuando escribió en su Rima XXI:
“¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mí tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía... eres tú”.
Aunque Bécquer utiliza tres veces, en cuatro renglones, la palabra poesía, en verdad no la define, pues no vemos la persona a quien dirige el piropo.
De hecho, Rosario Castellanos, de quien celebramos este año el centenario de su nacimiento (25 de mayo de 1925, en la Ciudad de México, aunque se considera chiapaneca, pues sus padres vivían en Comitán de Domínguez), prefirió hacer una antítesis del poema de Bécquer, y escribió un poema titulado: “Poesía no eres tú”, donde precisó: “Porque si tú existieras tendría que existir yo también. Y eso es mentira”.
Salvador Díaz Mirón, en quien es evidente la evolución del Romanticismo al Modernismo, escribió un bello poema en que habla de tres heroísmos: “¡La poesía! Pugna sagrada, radioso arcángel de ardiente espada, tres heroísmos en conjunción: el heroísmo del pensamiento, el heroísmo del sentimiento y el heroísmo de la expresión”.
Añadió: “zarza encendida do el cielo está, nube de oro vistosa y rauda, fugaz cometa de inmensa cauda, onda de gloria que viene y va... sed insaciable, tedio inmortal, anhelo tierno e indefinible, ansia infinita de lo imposible, amor sublime de lo ideal”.
¿Amo la poesía?
