¿Qué vida vale más?

11/02/2024 04:03
    alberto.kousuke@uas.edu.mx
    Los animales se han utilizado en investigaciones destinadas a mejorar el bienestar humano durante siglos, generalmente a expensas de sus vidas. Esta práctica refleja la creencia generalizada de que las vidas humanas son más valiosas que las vidas no humanas. Las personas tienen opiniones diferentes sobre la ética de las pruebas en animales y cómo se llevan a cabo.

    La Covid-19 es una enfermedad que ha cobrado muchas vidas, pero afortunadamente, hoy en día contamos con muchas vacunas. Sin embargo, aún existe el riesgo de que algún otro patógeno vuelva a ocasionar una pandemia.

    Para protegerse contra esta amenaza potencial, distintos gobiernos están financiando investigaciones para mejorar los tratamientos y vacunas contra la Covid-19 y otras enfermedades infecciosas. Dado que es éticamente incorrecto exponer a las personas a un virus potencialmente letal, los laboratorios utilizan animales como sujetos de investigación.

    ¿Es correcto dañar a los animales para proteger a la humanidad de una amenaza potencial? ¿O deberían también protegerse a los animalitos contra experimentos letales?

    Los animales se han utilizado en investigaciones destinadas a mejorar el bienestar humano durante siglos, generalmente a expensas de sus vidas. Esta práctica refleja la creencia generalizada de que las vidas humanas son más valiosas que las vidas no humanas. Las personas tienen opiniones diferentes sobre la ética de las pruebas en animales y cómo se llevan a cabo.

    Pero, independientemente de tu opinión, este escenario plantea una importante pregunta filosófica: ¿cómo determinamos el valor de una vida, ya sea humana o no humana? Una herramienta que los filósofos han utilizado para abordar esta pregunta es el estatus moral. Los seres con estatus moral deben tener en cuenta sus necesidades e intereses por parte de quienes toman decisiones que los afectan. Tradicionalmente, se ha visto el estatus moral como binario: o los intereses de un ser importan por sí mismos, o no importan. Históricamente, muchos filósofos creían que los humanos tenían estatus moral y que otros animales no lo tenían.

    El filósofo de la Ilustración, Immanuel Kant, pensaba que los humanos tienen estatus moral debido a su naturaleza racional y su capacidad para querer sus acciones. Una concepción binaria del estatus moral sugiere entonces que los seres con estas capacidades son “personas” que tienen un estatus moral completo, mientras que todas las demás criaturas son “cosas” sin estatus moral. Pero pensadores como Christine Korsgaard han argumentado que una vista kantiana debería incluir a muchos animales no humanos debido a cómo valoran su propio bien.

    Otra línea de argumento, sugerida por el padre fundador del utilitarismo, Jeremy Bentham, y desarrollada por Peter Singer, sostiene que la capacidad para sufrir hace que una entidad merezca consideración moral. Estas formas inclusivas de pensar sobre el estatus moral amplían drásticamente el alcance de nuestra responsabilidad moral, de maneras que a algunas personas les pueden resultar inquietantes.

    Muchos animales, particularmente los mamíferos, tienen capacidades sociales e intelectuales elevadas (incluso, mayores que algunos humanos). Viven cooperativamente en grupos sociales complejos y reconocen a los miembros de su comunidad como individuos. Se apoyan y aprenden mutuamente, e incluso hay evidencia de que responden a la desigualdad. Y, por supuesto, son capaces de sufrir. Sin embargo, a pesar de todo esto, generalmente es una opinión común que la vida humana es más valiosa que la de un animal.

    Mientras matar a un humano para salvar a cinco es típicamente incorrecto, matar a un mono para salvar a cinco humanos es lamentable, pero moralmente aceptable, incluso moralmente necesario. En algún momento, sin embargo, este cálculo comienza a sentirse inestable. ¿Deberíamos matar a 100 monos para salvar a cinco personas? ¿Y qué hay de 10,000? Si el estatus moral es binario y los monos no lo tienen, entonces teóricamente cualquier cantidad de monos podría sacrificarse para salvar a una sola persona.

    Lamentablemente, no hay garantía de que toda la experimentación en animales alguna vez salvará vidas humanas. Esto se debe a que los descubrimientos realizados en animales pueden no aplicarse a los humanos. Esto puede inducir a conclusiones equivocadas, desperdiciando tiempo y dinero, y dejando a los pacientes esperando tratamientos. Por ejemplo, un estudio encontró que la hidroxicloroquina puede bloquear las infecciones por SARS-CoV-2 en una especie de mono gracias a una enzima específica presente en ese animal. Sin embargo, los humanos carecemos de esa enzima, por lo que el fármaco falló en los ensayos clínicos. En resumen, los animales no son buenos sustitutos de los humanos.

    Esto también invita a reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos como consumidores en la toma de decisiones informadas y éticas respecto a nuestra dieta. Muchos animales destinados al consumo experimentan condiciones de vida y muerte que son inherentemente crueles. La cría intensiva, el confinamiento en espacios reducidos y las prácticas de sacrificio inhumanas son realidades comunes en la industria alimentaria, contradiciendo principios éticos de trato justo y respeto hacia los animales.

    Asimismo, el consumo masivo de carne y productos animales contribuye significativamente a problemas medioambientales urgentes, como la deforestación, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático. La producción ganadera intensiva es una de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero, y el uso excesivo de recursos naturales para la cría de animales agrava la escasez de agua y la degradación del suelo. Desde una perspectiva ética, la participación en prácticas que dañan irreversiblemente el medio ambiente es difícil de justificar.

    Si lo anterior no es suficiente para hacerte cuestionar el uso y consumo de animales, cabe mencionar que la conexión entre el consumo de animales y problemas de salud humana, como enfermedades cardíacas, diabetes y obesidad, plantea preguntas éticas sobre las elecciones alimenticias. La producción intensiva de animales a menudo involucra el uso de antibióticos y hormonas, lo que puede tener consecuencias perjudiciales para la salud humana.

    El consumo de animales plantea dilemas éticos profundos que van más allá de las preferencias individuales, la investigación, y los gustos culinarios. La realidad del consumo de animales implica reconocer la interconexión entre los derechos de los animales, la sostenibilidad medioambiental y la salud humana. Optar por investigaciones en animales más humanas (o dejar de realizarlas), así como elegir una dieta más ética y sostenible no solo es una elección personal, sino también un acto de responsabilidad hacia nuestro planeta y todas las formas de vida que lo habitan.