¿Quién aguanta otro cierre? Estamos solos

    Con la soberbia y la ineficacia que ha mostrado el Gobierno federal para mejorar su estrategia de vacunación, no es difícil pensar que la tercera ola nos pueda salir, en términos de contagio, más cara que la primera.

    Sinaloa está en la picota: somos el único estado del país en rojo en el semáforo epidemiológico como consecuencia de la tercera ola de Covid. Aventuro que muy pronto se subirán otros, aunque en la realidad, ese semáforo ya no signifique nada.

    Esta tercera ola ya es 150 por ciento más grande que la primera ola, un punto que creíamos no volvería. Si el promedio de 394 casos confirmados por día se mantiene, julio se convertirá -¡y por mucho!- en el peor mes con un estimado de 12 mil 200 casos desde que la pandemia llegó aquel lejano 29 de febrero de 2020 al hotel Lucerna de Culiacán. El peor registro era junio de 2020 con 5 mil 499 casos confirmados. Con datos al 21 de julio ya vamos en 8 mil 289 casos. Una locura.

    A pesar del rojo y del crecimiento exponencial del contagio, las autoridades estatales y federales han sido firmes: no habrá otro cierre masivo de actividades económicas. Lo ha dicho así el desprestigiado vocero de salud federal, Hugo López-Gatell, y de alguna manera lo ha secundado el Gobernador del Estado, Quirino Ordaz: la economía no aguanta otro cierre.

    Yo coincido con eso. A pesar de las voces que exigen volver a cerrar, lo cierto es que ningún sector, sobre todo el secundario y el terciario, saldría bien librado de otro parón en seco de la economía. Si la recuperación ha sido bastante lenta, volver a parar implicaría una pérdida masiva de riqueza y empleo que ya no se recuperarían en lo que resta del sexenio de López Obrador. Y seguro eso afectaría fuertemente sus posibilidades de refrendar el triunfo político en 2024.

    Además, tanto el Gobierno federal como el estatal saben que intentar un llamado a otro cierre de actividades con los diferentes liderazgos empresariales sería un fracaso absoluto e implicaría abrir un nuevo frente de confrontación. A pesar de las promesas, lo cierto es que las y los empresarios y sus empleados enfrentaron el cierre del año pasado con sus recursos e imaginación, sin ninguna sensibilidad ejecutiva, apoyo fiscal federal o incentivo económico efectivo y relevante. Muchos murieron en el intento (más de un millón) y los que quedaron enfrentan serias dificultades para recuperarse todavía.

    Por eso, ante la crisis sanitaria actual, las autoridades no harán más que repetir lo que venimos oyendo desde que la tercera ola empezó a manifestarse, justo después de las campañas, durante las cuales, convenientemente, nos dijeron que ya “íbamos de salida”. Nos dirán, pues, que la apuesta es la vacunación masiva de los sectores poblacionales más jóvenes, que es donde se ha concentrado el grueso del contagio de la tercera ola. Lo cual es cierto. Lo que no dicen es que ya vamos muy tarde.

    Salvo algunas restricciones en aforos de eventos masivos (que deberían hacerse y que no tiene ninguna lógica mantener) y la simulación del endurecimiento de protocolos que no sirven de nada, la verdad es que las autoridades sanitarias federales y locales no tienen herramientas efectivas para contener el contagio en una economía abierta.

    Desde que el Gobierno mexicano apostó por el famoso Modelo Centinela y abandonó cualquier estrategia de seguimiento de las cadenas de contagios con pruebas masivas, el País quedó a merced de la evolución del virus y sus cepas; así como de la voluntad y capacidad de la sociedad para cuidarse a sí misma.

    Con la soberbia y la ineficacia que ha mostrado el Gobierno federal para mejorar su estrategia de vacunación, no es difícil pensar que la tercera ola nos pueda salir, en términos de contagio, más cara que la primera. No así en letalidad, pues la mayor parte de los decesos suceden en los adultos mayores, un segmento prácticamente vacunado. Lo que representa, sin duda, una buena noticia.

    Pero los que sufrirán enormemente son todas aquellas personas que heroicamente laboran en el sector médico; pues tendrán que lidiar con la tercera ola con menos camas, menos equipo y menos apoyo gubernamental, al tiempo que las hospitalizaciones crecen, también, exponencialmente. En Sinaloa ya vamos en 54 diarias, un dato ya por encima de la segunda ola de enero y el más alto de 2021. En Noroeste hemos documentado ampliamente en las últimas semanas cómo los pacientes sufren para conseguir una cama covid y cómo el personal del ISSSTE en Mazatlán se resiste a reconvertirse acusando falta de apoyo, con toda razón.

    Entonces, por doloroso e incorrecto que suene, los mexicanos y los sinaloenses tendrán que enfrentar esta tercera ola como lo hicieron con las dos primeras: solos. Buscando alternativas para no contagiarse mientras tienen que salir a trabajar, haciendo milagros para pagar sus medicamentos y cayendo en la tentación de los charlatanes que ofrecen productos milagro más baratos pero que minan todavía más su salud, pagando consultas de 2 mil 500 pesos y haciendo filas de un día para conseguir un tanque de oxígeno, dejando empeñada la vida para sepultar a sus seres queridos, hipotecando su patrimonio para cerrar su negocio sin que el fisco los destroce.

    Tendrán que esperar a que la tercera ola ceda a la vacunación de los jóvenes, acaso a finales de agosto, para volver a aspirar a un retorno a la normalidad.

    Mientras tanto, el Presidente López Obrador seguirá presumiendo que “vamos muy bien” cada mañanera, al tiempo que la Secretaría de Salud estira una y otra vez su propio calendario de vacunación (que ya se fue hasta marzo de 2022) y México acumula medio millón de personas muertas en exceso por la pandemia.

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