¿Quién ganó el debate?

    ¿Pero, quién ganó el debate? De los dos contrincantes más fuertes, a decir de su ánimo, Mario Zamora. Sin embargo, lo que verdaderamente cuenta es la opinión de los electores.

    Quizá uno de los indicadores para percibir quién ganó el debate del 22 de abril sea el ánimo de los participantes instantes después de haber finalizado el evento.

    Afuera del auditorio de la UAdO se encontraban las huestes de varios de ellos, pero destacaban por su número los de Rubén Rocha Moya y Mario Zamora. Ambas porras se escuchaban animadas, pero sus candidatos exhibían diferentes talantes. El doctor Rocha Moya no presumía euforia ni en su rostro ni en sus palabras, las cuales fueron parcas para sus seguidores. Resaltó que a él lo atacaron más por ser el puntero, lo cual sin duda es cierto; pero también porque su pegoste Héctor Melesio Cuén es un flanco inevitable de acervas y certeras críticas. Se comprobó que la mayor debilidad de la campaña de Rocha es haberse asociado con el PAS. La mayor parte de las embestidas fueron al pecador amasiato con Cuén. Y éste, después del debate, contra su costumbre, no se apoderó del micrófono y solo lanzó una famélica arenga. El dueto Rocha-Cuén en lo que va de la campaña nunca se había visto tan deseoso de irse a descansar, parecía vacío de energía.

    En contraste, Mario Zamora y sus seguidores se veían exultantes, se abrazaban y vitoreaban. El candidato se tomaba fotos con uno y otra. Parecía querer armar una fiesta o una manifestación porque caminaba de acá para allá. La adrenalina la traía al tope. Al igual que Rocha, se decía ganador, y su ánimo lo ratificaba.

    ¿Pero, quién ganó el debate? De los dos contrincantes más fuertes, a decir de su ánimo, Mario Zamora. Sin embargo, lo que verdaderamente cuenta es la opinión de los electores. A mediodía del viernes 23 no se conocían encuestas profesionales que a juicio de los ciudadanos dijeran quién había ganado el debate. Tendremos que esperar a que las próximas mediciones sobre las preferencias electorales nos digan si la fotografía del momento se inclinó más hacia uno u otro candidato.

    Ahora bien, es posible que Yolanda Cabrera Peraza, de RSP; Rosa Elena Millán, de FM; y Sergio Torres, de MC; e incluso Tomás Saucedo, del Verde, hayan ganado preferencias, pero serán prácticamente simbólicas o, en el mejor de los casos, auxiliares para mantener el registro o atraerse algunos indecisos.

    En efecto, tal y como han señalado ciudadanos y comentaristas, faltaron propuestas o las que hubo se perdieron entre las acusaciones y críticas. Pero, en realidad, un debate televisado entre candidatos, sirve para acercarse a los no convencidos, a los menos informados y a los apartidarios, y eso se logra, en la gran mayoría de los casos, más que con razones con emociones. Y no es que las emociones, generalmente de enojo y rechazo, no tengan un sustento objetivo sino que éstas se despiertan más fácilmente con imágenes y palabras tronantes y simples, y no con conceptos e ideas complejas. Esto se sabe muy bien, desde que se analizó el primer debate transmitido por televisión en la historia política mundial entre los candidatos presidenciales de Estados Unidos, Richard Nixon y John F. Kennedy en 1960. Aunque parezca brutalmente simplista, los estudiosos de ese debate nos dicen que, en una competencia muy cerrada, Kennedy ganó porque proyectó simpatía, juventud y una imagen bien cuidada, a diferencia de Nixon que no se quiso maquillar y seleccionó un atuendo que lo perjudicó.

    Las propuestas bien elaboradas cuentan mucho, pero son para otros escenarios. En un debate donde impera la imagen, como en la televisión y las plataformas, el candidato que no sepa articular claramente su narrativa, no tenga una voz diáfana, no controle sus nervios, seleccione un vestuario equivocado y no exhiba una personalidad sólida y convincente, entre otras cosas, tiene más posibilidades de ser rechazado por quienes los observan.

    Por supuesto, todo lo anterior se da en un contexto; es decir, alrededor de los candidatos ya hay una atmósfera creada que influye en la opinión que se tiene de ellos. Por supuesto, nunca hay una percepción única, pero sí hay una dominante; o como se dice ahora con un anglicismo: hay “trending topic”. El tema dominante puede ser manipulado, pero cuando corresponde a la realidad flota por sí mismo. Esto es lo que sucedió justamente con la rémora con la que carga Rubén Rocha: la UAS es utilizada perversamente para sostener al PAS y beneficiar a Cuén y sus allegados, y este es un tema dominante en la campaña. La propuesta de combatir a la corrupción se le cae inmediatamente al candidato de Morena al ser acompañado por Melesio Cuén y Gerardo Vargas.

    Por el contrario, la crítica de Rocha Moya a Mario Zamora de que es un “junior”, aunque sea cierta es intrascendente porque no parece importarle a mucha gente, o de que es un perdedor político porque el priista ya perdió dos elecciones pues igual de inútil, porque lo mismo sucedió con el doctor Rocha. En un debate, por más que se lleve la delantera, no se pueden dejar pasar las descalificaciones y críticas. Si no que recuerde el ex Rector de la UAS los debates entre Biden y Trump. Pero la réplica debe tener fuerza y verdad, si no, cae por su propio peso.

    Ya veremos si este debate cerró aún más la brecha entre Rocha y Zamora. Si fue así, las próximas semanas serán decisivas y el siguiente encuentro aún más.

    Posdata

    Artistas, escritores, promotores culturales y académicos tuvimos en Mazatlán un conversatorio con Mario Zamora, el cual nos da una idea de lo que es su propuesta cultural para Sinaloa. No recordamos una cita parecida en otras contiendas electorales. La próxima reunión será con el doctor Rocha Moya, y esperemos se concrete con Rosa Elena Millán y Sergio Torres. Ya comentaremos lo que de ahí resulte.

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