A la memoria de Guillermo Soberón, gran científico, rector y ser humano.
    La ofensiva arenga presidencial es otra muestra de la ya larguísima saga de una mente que repite su interpretación del mundo en cualquier ámbito: mafias que controlan todo, hampones que acechan, caciques que oprimen a los pobres, revueltas que todo lo solucionan, profesionales torcidos que seguro no trabajan, enemigos de su persona, de su proyecto, conspiraciones en cualquier rincón.

    Los pedagogos han desarrollado complejas teorías sobre la palabra.

    Límites dicen, para referirse a las fronteras invisibles, pero esenciales, para el comportamiento humano en sociedad. Los niños, sobre todo los adolescentes, hacen pruebas a sus educadores, los retan, quieren saber hasta dónde pueden llegar.

    Hace unos días el Presidente lanzó una nueva provocación, un nuevo cale, como un adolescente. Cala a México todos los días, y lo peor es que, quizá por hartazgo, con frecuencia dejamos sus flechas sin respuesta. Una vez más sus andanadas se fueron en contra de las universidades. “¿Por qué se demoran en su retorno a clases?” reclamó. Ignora o quizá olvida con malicia que muchas universidades públicas nunca detuvieron sus actividades. La UNAM realizó un enorme esfuerzo organizativo, motivacional para que alumnos y docentes se montaran en la versión a distancia. Sé de algunos que al principio fueron renuentes a la nueva mecánica. Pero con el tiempo, modificaron sus hábitos, esos pesados anclajes de la vida como advirtiera Proust. Hoy activos profesores digitales, dan sus clases, dirigen tesis, asesoran a sus alumnos. ¿No hay alguien cercano que le platique al Presidente de estas realidades? Pero el mandatario siguió lanzando veneno: “Está muy cómodo para quien está recibiendo su dinero y no corre ningún riesgo”. Se trata de eso, de no correr riesgos, ni para los docentes, ni para los alumnos que fueron de los últimos en llegar a la vacunación. ¿Ahora, cómodos? Las viviendas de los universitarios por lo general son espacios bastante reducidos, la gran mayoría deben extrañar los pasillos de sus escuelas y facultades y los encuentros con los colegas. Cómodos no, disciplinados sí. “¿Nos vamos a acostumbrar a eso?” preguntó con sorna. Debemos acostumbrarnos hasta que la contención sea definitiva. Después habló en su carácter de epidemiólogo: “...ya se vacunó a maestros y ya ha quedado de manifiesto que no hay riesgos para alumnos” -y corrigió- “o no hay riesgos graves”. Vaya matiz.

    Ya al galope habló de hampones -o sea delincuentes habituales- dentro de la UNAM y de la Universidad de Guadalajara. Y de ahí su irresponsable convocatoria para que las comunidades se levanten “...que no haya privilegios arriba, no haya influyentismo, nepotismo, mafias que son las que dominan en la asignación de los cargos académicos”. Por lo visto el Presidente desconoce las instancias de gobierno y de promoción académica de las universidades. Por supuesto que puede haber deformaciones, pero de allí a generalizar y hablar de hampones hay un abismo. Y no se detuvo “hay muchísimos investigadores que quieren ascenso o aspiran a ser tomados en cuenta y no pasan porque existen estos grupos de poder en la UNAM”. Las comparaciones siguieron “caciques”, “líderes charros” y siguió “...ellos ponen a los rectores, es lo más antidemocrático que puede haber, y manejan el presupuesto a sus anchas en forma discrecional”. Y de ahí pasó a dirigir su furia contra Raúl Padilla, ex rector de la U. de G. y un personaje de una iniciativa y capacidad organizativa fuera de serie. A él le debe el país la Feria del Libro de Guadalajara, un fenómeno cultural y comercial reconocido en todo el mundo. Él fue el visionario que se lanzó a edificar el nuevo complejo cultural de esa Universidad.

    La ofensiva arenga presidencial es otra muestra de la ya larguísima saga de una mente que repite su interpretación del mundo en cualquier ámbito: mafias que controlan todo, hampones que acechan, caciques que oprimen a los pobres, revueltas que todo lo solucionan, profesionales torcidos que seguro no trabajan, enemigos de su persona, de su proyecto, conspiraciones en cualquier rincón. En paralelo está su imposibilidad de imaginar ciudadanos que realizan su mejor esfuerzo y que quieren, y mucho, a sus universidades y a su país.

    No tiene límites. Recordémoselos.

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