Redimir a Culiacán con más cultura
Sólo la frivolidad la considera trivial

OBSERVATORIO
01/10/2025 04:02
    Los culiacanenses, en general los sinaloenses, tenemos sed de las acciones de Gobierno que permitan recordar a aquella tierra de los once ríos cimentada en la cultura, la educación, la concordia y los valores. Difícilmente será sicario del narco quien asiste a disfrutar de una obra de teatro como Fuenteovejuna, de Lope de Vega; la danza clásica como El Cascanueces inspirada en la música de Chaikovsky, o en artes plásticas La Mona Lisa, de Da Vinci.

    Con las peripecias propias de la seguridad pública complicada, el Gobierno de Culiacán que preside Juan de Dios Gámez Mendívil logró concretar una interesante cartelera cultural con motivo de 494 aniversario de la fundación de la ciudad que, al margen de discrepancias y motivaciones políticas, sí sacó a relucir la civilidad esencial que acompaña a la Perla de Humaya en buenos o malos tiempos, ese rasgo del humanismo que tarde o temprano va a prevalecer encima de la barbarie que hoy nos arredra.

    Inclusive hubo el reclamo en algunos regidores para que el Alcalde priorizara la seguridad pública y pasara a segundo término los convenios culturales firmados con instituciones locales y nacionales, postura propia del oscurantismo que cataloga a las artes como accesorio fútil sin entender lo primordial de éstas en cualquier estrategia que reinserte la paz en la vida pública.

    Desde una concepción política, los gobernadores posteriores al mandato de Francisco Labastida Ochoa han considerado la cultura como elemento prescindible que es fatuo y trivial. De igual manera tal idea errónea contribuye a la percepción dentro y fuera de México del Sinaloa bronco, inculto, donde la parafernalia del narcotráfico despunta encima de la encomiable contribución de artistas, creadores y pensadores.

    Durante décadas, salvo las épocas en que Sandra Calderón, hija de Alfonso G. Calderón; Lourdes Toledo, hija de Antonio Toledo Corro; y María Teresa Uriarte, esposa de Francisco Labastida, estuvieron a cargo de la extinta Dirección para la Investigación y Fomento de la Cultura Regional (Difocur), lo que ahora es el Instituto Sinaloense de la Cultura (Isic), transexenalmente reinó la mentalidad de darle a la cultura la categoría de cotos de poder para que unos cuantos instalaran allí cacicazgos entre cuates y recomendados.

    La cultura ha sido capturada sexenalmente por élites que se reparten cargos, entregan estímulos según sumisiones y parentescos, asignan premios de concursos donde la calidad es suplantada por la pertenencia a tribus, y cierran las puertas a artistas que buscan emerger pese al esquema de componendas. Y quizás a eso se deban criterios como el expuesto por las regidoras Erika Sánchez, priista, y Guillermina López, panista, en la sesión de Cabildo previa a la celebración del aniversario de Culiacán, instando a González Mendívil a que les retire la prioridad a acuerdos como los firmados días antes con la Cineteca Nacional y los Estudios Churubusco.

    Las ediles tienen razón cuando hablan de la situación de violencia que afecta a Culiacán y del martirio que ello significa para la ciudad que se acerca a cumplir cinco siglos desde su fundación. Pero el planteamiento adquiere el sesgo erróneo al reincidir en la concepción arcaica de la cultura como política pública baladí. “Eso es jotería”, respondía Mario López Valdez cuando al desempeñarse como Gobernador le sugerían mayor inversión pública al fortalecimiento de las bellas artes.

    Los culiacanenses, en general los sinaloenses, tenemos sed de las acciones de Gobierno que permitan recordar a aquella tierra de los once ríos cimentada en la cultura, la educación, la concordia y los valores. Difícilmente será sicario del narco quien asiste a disfrutar de una obra de teatro como Fuenteovejuna, de Lope de Vega; la danza clásica como El Cascanueces inspirada en la música de Chaikovsky, o en artes plásticas La Mona Lisa, de Da Vinci.

    El domingo 28 de septiembre, mientras corría el programa de festejos del cumpleaños de Culiacán, la colocación de una narcomanta en la zona de Catedral derivó en atribuirle a dicho hecho la cancelación de la presentación de la Banda Sinfónica de la Guardia Nacional y del pastel monumental conmemorativo, eventos que de origen habían sido eliminados. El error logístico de no informarle al público de tal anulación y la coincidencia del mensaje delincuencial propició lecturas equivocadas.

    Haya sido como haya sido, de cualquier forma en la semana anterior había quedado plasmada la huella de eventos culturales y la nutrida asistencia de culiacanenses. Fue la pisada firme y fuerte de la civilidad por encima del atroz paso criminal que insiste en derrumbar lo que aporta a la paz y la armonía, para que percibamos sólo la atrocidad de la narcoguerra.

    Reverso

    Nos propone la inconsciencia,

    Que perdamos la compostura,

    Y no veamos la cultura,

    Como dique antiviolencia.

    La Patria universal

    Otra guerra, la de Israel contra Palestina, abrió un frente de hostilidades en Culiacán que logró que aquella Nación acusada de cometer genocidio en la Franja de Gaza saliera de la cartelera del Festival Cultural Sinaloa 2025, que se celebrará del 4 al 26 de octubre. Entonces la cultura deja de ser bandera de paz sin fronteras ni distinciones de razas, odios y tradiciones. El arte trasciende conflictos bélicos al predominar el espíritu de la obra carente de armas beligerantes y vuelve indistintamente a los territorios casa común de la humanidad. ¿Por qué sí permitir la participación de Cuba, la isla donde se atacan las libertades y los derechos humanos de la población?