Reflexiones sobre el Perú

    Cuando los agoreros de las calamidades dicen que México puede transitar por el mismo camino que Perú; en la deposición y encarcelamiento del Presidente, la convulsión de sus instituciones y la fractura de su marco constitucional, creo que les falta leer mucho sobre la convulsa historia sociopolítica de este hermoso país del sur.

    Mal hacen los que se burlan de la caída de un gobierno porque no deja de ser una desgracia social en todos los sentidos. Las crisis políticas que viven las naciones no pueden ser ocasiones para la celebración y menos para el ludibrio, le comentaba a un compañero universitario que afirmaba que “duraba más una lata de atún que la estabilidad política del Perú”, en abierta referencia a la convulsa situación del país que, ciertamente, ha tenido la desgracia de una nueva ruptura de su orden constitucional.

    Perú es una de esas endebles democracias latinoamericanas que fueron estudios de caso para la Ciencia Política, los factores del poder político que sostienen o han sostenido los gobiernos siempre han pendido de “pinzas”, las instituciones del país sudamericano son endebles, quebradizas y sujetas a múltiples presiones que, para efectos de esta columna no entraremos a dar calificativos.

    Ya en los años 80 y principios de los 90, los grupos subversivos y radicalizados de la izquierda armada tomaron las montañas del Perú como bastiones de entrenamiento de la guerrilla marxista, leninista y maoísta. Eran los tiempos de la guerra fría y el mundo estaba dividido en dos polos ideológicos irreconciliables. La pobreza acumulada de la gran mayoría de los pobladores del Perú sumada a la profunda discriminación étnica, forma el caldo de cultivo perfecto para el nacimiento de grupos de reivindicación ultraradical que pretenden el asalto al poder político por la vía de las armas.

    Nace Sendero Luminoso, escisión del Partido Comunista Peruano, y otros grupos radicales que buscan “alcanzar el poder mediante la lucha popular”. La milicia clandestina y su lucha armada en Perú se extiende por todos los años 80, donde Sendero Luminoso de la mano de su ideólogo Abimael Guzmán van ganando territorios desde Ayacucho al Amazonas a golpe de fusil y explosivos, en la conocida estrategia de “guerra de guerrillas”, secuestro de políticos, jueces, magistrados y atentados terroristas con coches bomba en el Palacio de Justicia y el Palacio de Gobierno, además de un sinfín de objetivos civiles.

    Abimael Guzmán fue detenido en septiembre de 1992, varios años después de los tiempos más sanguinarios de sus ataques terroristas, su caída marca también la caída de Sendero Luminoso pero no de los grupos radicales y violentos. Durante todos estos años la política peruana era un verdadero polvorón, las crisis sociales constantes, la pobreza creciente y la polarización social siempre acompañada del fantasma de la guerrilla y la paramilitarización.

    En diciembre de 1996 el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, en una acción “de película”, tomó por asalto la Embajada de Japón en Lima, en el marco de los festejos del aniversario 63 del emperador Akihito, con cientos de asistentes entre empresarios, militares, diplomáticos y familiares del Presidente Alberto Fujimori, de ascendencia japonesa. Un cautiverio de rehenes de más de 170 días llamó la atención de la prensa internacional que de nuevo puso a la República del Perú en las primeras planas internacionales por la violencia e inestabilidad política que se vivía antes, tal como se vive ahora.

    Cuando los agoreros de las calamidades dicen que México puede transitar por el mismo camino que Perú; en la deposición y encarcelamiento del Presidente, la convulsión de sus instituciones y la fractura de su marco constitucional, creo que les falta leer mucho sobre la convulsa historia sociopolítica de este hermoso país del sur. Aunque no lo quieran ver, la madurez de nuestras instituciones nos da, todavía, para soportar presidentes como aves que van de paso. El Estado mexicano, a pesar de sus pesares se sostiene y es nuestro deber hacer que así continúe. El Estado, es mucho más que un solo hombre con banda presidencial o sin ella, es más que un partido o un movimiento, más que un árbitro electoral sin tarjetas o una selección de fútbol descalificada en la fase de grupos. Luego le seguimos...

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