Las reformas en beneficio del pueblo en este país siempre han contado con la oposición de los conservadores que buscan, por todos los medios, evitar que se lleven a cabo. Los sectores subalternos -trabajadores, clase media, medianos industriales- tienen que luchar contra corriente por la cerrazón de esos personeros de la oligarquía, siempre reacios a aceptar que el progreso llegue a todas las capas sociales.

    Es el caso de la reforma eléctrica, que actualmente se discute apasionadamente por las partes involucradas, los conservadores y sus voceros apelan a infinidad de infundios, con tal de obstaculizarla. Esta reforma es indispensable para sacar de la tendencia privatizadora y la quiebra a la Comisión de Electricidad, que pertenece a todos los mexicanos y que urge sacar de la inercia neoliberal de servir a unos cuantos grandes empresarios, y reforzar su función de recurso estratégico para el desarrollo del país.

    Con la anterior reforma energética de Peña Nieto, la del 2013, lamentablemente se entregó la mayor parte de la producción de electricidad a las compañías extranjeras, principalmente de España, las cuales, sin invertir un solo centavo, con el apoyo de la Banca de desarrollo, propiedad de la Nación, se apoderaron prácticamente de la generación de electricidad, siendo esas empresas extranjeras las gananciosas en toda la línea.

    De lo anterior se deduce que dicha reforma de Peña Nieto, impulsada por el PRIAN, todo iba en detrimento de la CFE; así actuaban los gobiernos neoliberales, con una marcada tendencia a entregar el patrimonio nacional a intereses transnacionales, importándoles un comino el interés nacional, por eso se ganaron el calificativo de vendepatrias.

    La nueva iniciativa de la reforma eléctrica se encuentra en el Congreso de la Unión y van a ser los diputados y senadores quienes la van a aprobar, para garantizar que la CFE -y las energías estratégicas, como el petróleo y el litio- sigan siendo de los mexicanos. Se garantiza así que no haya aumento en las tarifas de la luz, como ocurría en el pasado. Los diputados y senadores son los representantes del pueblo y están obligados a defender el interés de las mayorías, no el de las cúpulas, que usufructuaban en su beneficio los frutos que la Constitución en su letra dice que deben ser de todos.

    La campaña desplegada por los conservadores en contra de la reforma eléctrica no tiene futuro, pues es una campaña retrógrada y elitista. Además, la privatización está haciendo crisis en otros países, como en España, donde el aumento del precio de la luz, impuesto por las mismas empresas españolas que aquí se beneficiaron, enfrenta el repudio unánime de los españoles.

    En México, por fortuna, la mayoría de la sociedad apoya la nueva reforma eléctrica y anhela que sea aprobada e insertada en la Constitución y, de esta forma, se garantice a todos los mexicanos disfrutar de este servicio vital para el bien de sus familias; no queremos vivir la crisis que actualmente viven los españoles por la privatización de la electricidad y por lo cual hoy pagan las consecuencias.

    Se ha probado el rotundo fracaso de la política económica neoliberal, eso no tiene vuelta de hoja, solo los necios (y los potentados, claro) defienden la concentración del capital y sus deplorables consecuencias sociales. Ese modelo está en crisis en todas las latitudes, por eso los pueblos buscan alternativas que liberen a los núcleos sociales de esa desigualdad asentada en muchas partes del mundo.

    Los priistas se encuentran en una inmejorable oportunidad de recuperar algunos de sus genes nacionalistas y reivindicarse un poco de su descrédito ante los ciudadanos. Durante su giro neoliberal prácticamente se fundieron con el PAN, impulsando políticas contrarias a los intereses populares. La reforma eléctrica es una prueba de fuego para ellos, que tendrán que definirse como esquiroles o patriotas. En las bases priistas, más que en las dirigencias proclives a defender privilegios, se gesta sin duda una revuelta interesante de retorno al programa soberanista.

    Los priistas que voten en contra de la reforma eléctrica van a cavar su tumba política definitiva, van a quedar por siempre en el basurero de la historia.

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