Finlandia, antes de los memes que lo comparan para mal con México, fue un país que durante el Siglo 20 sólo era conocido por dos grandes figuras: el corredor Paavo Nurmi (único atleta en ganar 12 medallas olímpicas en su carrera) y el escritor Mika Waltari. Hoy hablaremos del literato.
Para ciertos lectores, el finlandés Mika Waltari es autor de un solo libro: “Sinuhé, el egipcio”, vasta y faraónica construcción verbal, llevada a su momento a la pantalla, con el rostro de Victor Mature, la bella Jean Simmons y la estética de Hollywood.
La cinta tuvo gran eco en ese tiempo ampuloso de superproducciones, donde la antigüedad era recreada con un tono digno de las Santas Escrituras. Grandes salas cinematográficas, con telón rojo y cadena dorada junto a la taquilla, repitieron en la pantalla rectangular las visiones generadas por la mente de Waltari, quien obtuvo así verdadera fama universal.
“Sinuhé el egipcio” fue la “gran novela de médicos” del finlandés Mika Waltari. Por allá por los 50, la gente leía con fervor ese tipo de novelas. En un tiempo anterior a las vacunas y los seguros sociales, los doctores eran los apóstoles cotidianos, héroes que derrotaban a diario enemigos invisibles, peores que el comunismo o la bomba atómica, otros males de esa época.
Ahora la pandemia los volvió héroes cotidianos -aumentó bastante la demanda de la carrera de Medicina- o los villanos políticos permanentes, como es el caso del satánico doctor Gatell.
La fascinación por este Sinuhé, el egipcio arraigó más en la cultura masiva porque la historia cobró eco en uno de los instrumentos sociales de la época: el cómic popular.
En México fue posible que el público conociese tanto las lecciones de vida como la educación sentimental de Sinuhé gracias a una adaptación distribuida en puestos de revistas.
Incluso una frase de Sinuhé fue adoptada por la filosofía popular como moraleja de urgencia, ya que los adaptadores le hicieron repetir, a la menor provocación, una misma frase didáctica que no está en la novela, a la manera de las máximas que Kalimán, otro fenómeno contemporáneo.
¿Novela río o novela fundacional? La historia fluye como la corriente del Nilo, salpicando con su trama dinastías y petrificados mosaicos que cobran vida, no iluminados por la antorcha de Howard Carter, pero tampoco con los reflectores multicolores de Cecil B. De Mille.
Aquí la vida bullente de mercado y la espectral intriga palaciega adquieren identidad propia sin amaneramiento, al grado que los apologistas de su momento gustaron de preguntarse si Waltari habría viajado a través del tiempo o encarnaba a un inmortal que confesaba sus vivencias.
Además de la biografía de Sinuhé, médico egipcio con especialidad en trepanaciones y capaz de darle bebedizos de tinta a los hipocondríacos, Mika Waltari toca un punto nodal de la historia de la humanidad.
El momento en que el faraón Akenatón cancela por decreto la adoración del desquiciado y multiforme panteón egipcio para adoptar la creencia en una sola deidad invisible, un solo dios para todo y para todos, varios siglos antes que Abraham, Moisés y Mahoma.
Vemos aquí la rebeldía de la ciudadanía que no acepta ser despojada de sus creencias, así como el sentido pragmático de una élite gobernante, la cual se sabe amenazada por el irresponsable golpe de timón del Poder Ejecutivo. Y la vida del doctor Sinuhé es el hilo conductor de esta trama.
Otras destacadas novelas de médicos de la época fueron “Los cazadores de microbios”, de Paul de Kruif; “La ciudadela”, del inglés A. J. Cronin; y “La historia de Saint-Michel”, del sueco Axel Munthe, noveladas y memoriosas historias de galenos que influyeron en escritores como García Márquez: al morir el doctor Juvenal Urbino, en el inicio de “El amor en los tiempos del cólera”, el personaje iniciaba apenas la lectura de “La historia de Saint-Michel”, lo cual nos permite saber el año de su muerte (1929) y, de paso, su buen gusto literario.
Hay un episodio impactante en “La historia de Saint-Michel” donde Axel Munthe recrea su paso, siendo un médico principiante, por la gran epidemia de Nápoles. Narra que ya es tanta la tragedia que como doctor ya se da por muerto y llega a un momento que deja de cuidarse y se resigna a que va a morir en cualquier momento ahí en el hospital.
A veces no va a dormir a su pensión y mejor se mete un rato a una gran iglesia que siempre está abierta, llena de mendigos, enfermos y devotos en las bancas y en el suelo, con cientos de velas encendidas y misas continuas. Dios también trabajaba las 24 horas, escribe Axel, quien mejor se acostaba un rato en las madrugadas en un rincón que descubrió, junto a una columna discreta, en vez de irse caminando hasta su casa.
El verano es una buena época para leer o releer un clásico. La obra de Mika Waltari o la de Axel Munthe les aguarda a usted como un secreto faraón bajo las arenas.