Remover la piedra

    Muchos de nosotros podemos seguir viviendo todavía en la Edad de Piedra, porque nos cerramos ante los sucesos y acontecimientos que desbordan nuestro limitado razonamiento. Con la metáfora de la ‘piedra corrida’, en el sepulcro de Jesús, el Papa Francisco hizo un llamado a no dejar que nuestro corazón se paralice en la oscuridad de la noche.

    Cuando oímos hablar de la Edad de Piedra nos remontamos a la prehistoria, cuando el ser humano comenzó a utilizar la piedra como herramienta en su desarrollo personal y comunitario. Se data desde hace alrededor de 3 millones de años, hasta la Era de los Metales, que ocurrió 4 mil años antes de Cristo.

    Sin embargo, muchos de nosotros podemos seguir viviendo todavía en la Edad de Piedra, porque nos cerramos ante los sucesos y acontecimientos que desbordan nuestro limitado razonamiento. Con la metáfora de la “piedra corrida”, en el sepulcro de Jesús, el Papa Francisco hizo un llamado a no dejar que nuestro corazón se paralice en la oscuridad de la noche.

    El pensamiento de las mujeres estaba centrado, y limitado, en quién les podría ayudar a remover la piedra que cerraba el sepulcro (Mc 16,3), la cual simbolizaba el final de su esperanza. Pero, oh sorpresa, la piedra había sido removida, en señal de que puede renacer la esperanza en medio del más rotundo de los fracasos.

    “A veces sentimos, dijo el Papa, que una lápida ha sido colocada pesadamente en la entrada de nuestro corazón, sofocando la vida, apagando la confianza, encerrándonos en el sepulcro de los miedos y de las amarguras, bloqueando el camino hacia la alegría y la esperanza”.

    Agregó que ante estos “escollos de muerte”, nos preguntamos ¿quién nos removerá la piedra del sepulcro? Como ejemplo, citó una larga serie de situaciones. Estos escollos, reafirmó, “los encontramos, a lo largo del camino, en todas las experiencias y situaciones que nos roban el entusiasmo y la fuerza para seguir adelante; en los sufrimientos que nos asaltan y en la muerte de nuestros seres queridos, que dejan en nosotros vacíos imposibles de colmar”.

    ¿Remuevo la piedra? ¿Permanezco petrificado ante el sepulcro?

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    rfonseca@noroeste.com

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