Repite Sinaloa la orgía de los sicarios
El terror acostumbra venir en jueves

OBSERVATORIO
    Qué pena ha de pagar Sinaloa hasta alcanzar la pacificación. Cuántas ciudades desiertas, actividades paralizadas, personas varadas, vehículos convertidos en piras, aviones de pasajeros baleados, carros despojados, barricadas con autobuses y tráileres, ráfagas que obligan a refugiarse bajo la cama, ululares de las sirenas de patrullas... ¡Ya no más! implora la tierra de los once ríos mientras la desesperanza domina.

    alexsicairos@hotmail.com

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    Otra vez jueves, de nuevo “La chapiza”, terrorismo repetido, operativo más quirúrgicamente certero contra Ovidio Guzmán López pero sin blindar a Sinaloa de la reacción previsible, parálisis urbana e imágenes de zona de guerra, Policía y Gobierno desprevenidos, silencio presidencial, rumores abonando al caos y todo alterado al ritmo del rugido de los rifles de asalto. Es que nos habían dicho que esto no volvería a repetirse y nos mintieron, porque ayer fuimos rehenes del narco, sociedad con el arma en la sien, refriegas cruentas y vidas dependiendo de una pequeña presión al gatillo.

    Una fecha más sin guarida física o jurídica posible. De la metralla interminable durante minutos eternos y localización de paredes seguras y oraciones desesperadas, donde las haya. Del sometimiento voluntario como único salvoconducto para entregar las llaves de vehículos a los facinerosos, sin chistar. De gente que saquea establecimientos comerciales para añadirle espanto a lo de por sí dantesco.

    Qué injusto que esta tierra vuelva a ser el inventario de las peores desgracias. Y qué equívoco es que nos enreden en la quimera del territorio de la bondad, la comarca de los abrazos no balazos, la falacia de cero impunidad y del paraíso del pueblo feliz. No se diga de la esperanza una y otra vez caída de que nuestras familias puedan salir algún día creyéndose protegidas y en vez de eso corroboran que los amaneceres traen de vez en vez, sin saberse cuándo, el frío de la aniquilación humana.

    Y decimos y exigimos ya no vivir así, existiendo a medias por el miedo a que una bala nos alcance, ya sea perdida ésta o dirigida con precisión contra los inocentes. Nadie nos oye, nada nos cuida; vamos solos en el campo minado de la violencia y en muchos jueves o cualquier día de la semana vendrán alteraciones de todo para que ninguno olvidemos quién decide de la paz y la barbarie en la transposición del poder de facto sobre el legítimo.

    Qué pena ha de pagar Sinaloa hasta alcanzar la pacificación. Cuántas ciudades desiertas, actividades paralizadas, personas varadas, vehículos convertidos en piras, aviones de pasajeros baleados, carros despojados, barricadas con autobuses y tráileres, ráfagas que obligan a refugiarse bajo la cama, ululares de las sirenas de patrullas... ¡Ya no más! implora la tierra de los once ríos mientras la desesperanza domina.

    Entonces viene la versión oficial, escueta y sin posibilidad de réplica. El alto mando militar agenciándose el éxito del operativo y admitiendo la posibilidad del detenido sin decir la verdad completa del imperio del narco que vulneró la legalidad y seguridad de Culiacán y las principales ciudades. Disculpe General Luis Cresencio Sandoval González: ¿por qué no se blindó militarmente a la capital de Sinaloa para contener a los sicarios del narco? ¿Hubo prisa en la acción castrense al estar ya cercano el encuentro del Presidente López Obrador con su homólogo de Estados Unidos, Joe Biden?

    Tampoco fue López Obrador el que salió a dar un anuncio tan importante. No obstante su adicción a los reflectores mediáticos, en La Mañanera de ayer se sostuvo en la postura de no estar informado de lo que sucedía en Sinaloa, siendo que él preside el Gabinete de Seguridad federal, que las instituciones de defensa nacional están obligadas a mantenerlo al tanto de hechos tan amenazantes para el País. ¿Acaso no habría sido pertinente que diera la cara con un mensaje que serenara a los sinaloenses?

    En Sinaloa, Rocha Moya hizo lo que pudo para exhortar a la población a mantener la calma sin tener conocimiento de qué ocurría porque en estos operativos de alto nivel a los gobernadores nadie les notifica. Aparte del escalofriante “quédense en casa, no salgan”, que durante el día estuvo repitiendo el Secretario de Seguridad Pública, Cristóbal Castañeda Camarillo, el Poder Ejecutivo Estatal fue sometido igual que la ciudadanía toda.

    Por supuesto que hubo policías, guardias nacionales y soldados que arriesgaron sus vidas por protegernos, sin ser preciso todavía el informe oficial de lesionados o asesinados. Gracias a todos porque por ellos la situación adquirió por la tarde el cariz de la calma con eventos esporádicos de amedrentamiento ciudadano. También es verdad que en la noche posterior y los días por venir la tranquilidad se torna un espejismo, luz lejana que se esfuerza por ahuyentar las penumbras.

    ¿Cuántos “culiacanazos” más? ¿Cómo creerles a los mismos que ofrecieron cerrarle el paso a este modo de dominio a través del terror? ¿Queda alguien que nos convenza de que estamos seguros? Pasarán meses de sociedad en zozobra en continuidad del desasosiego aún latente de aquel 17 de octubre de 2019, aquel jueves negro que creíamos, porque esa fue la promesa del gobierno, ya era polvo en el cementerio de los miedos fósiles.

    Reverso

    Volvieron como aquel día,

    A remarcar el infierno,

    De armas y alevosía,

    Como forma de gobierno.

    Con las alas blindadas

    A partir de hoy debemos empezar de nuevo a reconstruir la paz sinaloense. Es difícil saber con miles de inquietudes a flor de piel cómo, con quién y para qué lo haremos. Lo que está fuera de duda es que gobernantes e instituciones federales, estatales y municipales tienen que comenzar de ya a establecer condiciones de base, con unidad, comprensión, inclusión y serenidad, para que se haga la tarea conjunta ahora que se volvió otra vez indispensable cruzar tanto plomo y sangre sin que el plumaje se dañe, para intentar volar como siempre hemos sabido hacerlo.

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