Revocación de mandato:
No hay dilema

LA TAREA NUNCA ACABA
20/03/2022 04:16
    A mis alumnos y alumnas, de hoy y de ayer, quienes me inspiran combatir la” banalidad del mal”; y, a mi suegra y sus amigas, por “invitarme” a compartir esta reflexión.
    Decimos que la revocación de mandato en realidad es ratificación por la manera en que está redactada la pregunta. ‘¿Está de acuerdo que por pérdida de confianza se le revoque el mandato a López Obrador o que se ratifique su permanencia hasta el fin de su sexenio?’; la segunda parte de la pregunta sobra. ¡Ah!, ¿quizás fue un error de método? Todo lo contrario, hay perversidad en el objetivo que se persigue.

    No iré a votar para la revocación de mandato del Presidente de la República. El proceso me parece tramposamente planteado desde el origen, mal desarrollado en el tiempo y sin beneficios claros para la ciudadanía. Al no asistir “no me presto al juego” y dejo con su pelota al niño aquél que en la secundaria quería formar los equipos como él decía, de acuerdo a sus reglas sólo porque la pelota era de él”; pues bien, que se quede con ella y a ver con quien juega. Con nosotros no. Eso mismo le pasará al gobierno.

    Una cosa debe quedar clara: el hoy Presidente de la República ganó en el 2018 con poco más de 30 millones de votos. En esta revocación, que parece más ratificación que otra cosa, por lo menos debe salir a votar ese mismo número de personas. Si no es así, López Obrador y Morena habrán perdido. Un voto menos de 30 millones, perdieron; si tienen más, ganaron.

    Decimos que la revocación de mandato en realidad es ratificación por la manera en que está redactada la pregunta. “¿Está de acuerdo que por pérdida de confianza se le revoque el mandato a López Obrador o que se ratifique su permanencia hasta el fin de su sexenio?”; la segunda parte de la pregunta sobra. ¡Ah!, ¿quizás fue un error de método? Todo lo contrario, hay perversidad en el objetivo que se persigue.

    A lo largo de este proceso, el partido del Presidente se aseguró de tergiversar la pregunta. Por eso se emitió una ley, la Ley Federal de Revocación de Mandato; con este movimiento, le robaron al Instituto Nacional Electoral (INE) la facultad de ser él quien la redactara. Hasta donde me quedé, el INE es la institución del Estado mexicano responsable de este tipo de ejercicios, ¿o se le reconoce como tal solamente si está de acuerdo con quien gobierna? A eso se le conoce como tiranía, no democracia y mucho menos democracia “directa”.

    El interés por atribuirse facultades que no le corresponden no es una inocentada. En su artículo del pasado 5 de marzo, el encuestador de El Financiero, Alejandro Moreno, confirmaba el descenso de popularidad del Presidente de la República. Al preguntar por el su nivel de aprobación, AMLO recibe aun 54 por ciento, el más bajo en esta serie de encuestas; sin embargo, al hacerle la pregunta oficial sobre “la revocación-ratificación” de mandato, 63 por ciento dice estar a favor que se quede. El fraseo oficial le regala 9 puntos a los oficialistas, al gobierno, a Morena (y compinches).

    Incluso, para quienes deseen meterse de manera más detallada en el tema. 43 por ciento rechaza a López Obrador, pero de esos, sólo 78 por ciento votaría porque el Presidente se vaya. El fraseo oficial, tal y como viene redactada la pregunta, contiene el efecto de 28 por ciento de ciudadanos molestos (entre ellos yo). La pregunta sí importa y, tal y como está, ejerce un efecto de continuidad y no de rechazo.

    Haber redactado una pregunta en dos, revocación y ratificación, tiene dos implicaciones con connotaciones más directas. Mientras por un lado le quitas el derecho a los ciudadanos “agraviados” para activarse al contaminar la pregunta, por otro le permites a los que te apoyan que hagan campaña por el “sí”. Los que deberían estar desactivados son los que impulsan la movilización, ¡por la ratificación! En una democracia, lo que está en juego es el derecho del ciudadano agraviado, no del Presidente popular. Esto es gato por liebre.

    La revocación de mandato, cuando no es de a mentiritas, ofrece una posibilidad a los ciudadanos de mandar llamar a sus gobernantes y hacerlos rendir cuentas. Es tan fuerte la confrontación entre quienes apoyan al gobernante y quienes lo defienden, que la oposición debe juntar el número de firmas necesarias para que 1) el ejercicio se realice y 2) tenga validez su resultado (que se vaya o se quede). En México, quienes están en el gobierno son los principales promotores del ejercicio que “supuestamente” tiene la finalidad de mandarlos a su casa. Son quienes recabaron más de 3 millones de firmas para la realización de la jornada y quienes ahora invitan a la participación. ¡Cuanta generosidad!, ¿no se les hace raro?

    Por cierto, recientemente el propio Jefe del Ejecutivo aseguró en una “mañanera” que, si no se conseguía el 40 por ciento de participación necesaria para que el ejercicio sea válido y obligatorio, él estaría dispuesto a retirarse en caso de perderlo. ¿Por qué la desesperación?

    Andrés Manuel López Obrador es el político más popular en México, nos guste o no. Yo no voté por él, pero es el Presidente de todos los mexicanos y quiero que termine su mandato de seis años. Si se concentrara en ello, quizás se concentrara en dar resultados y dejaría de lado esta vocación de arqueólogo que les persigue, con el firme deseo siempre de mirar siempre hacia atrás. Eso queremos todos los mexicanos. ¿Para qué gastamos miles de millones de pesos en algo que podría ser utilizado de mejor manera, como en las Escuelas de Tiempo Completo, máxime en la mera austeridad republicana?

    No participaré en el ejercicio de revocación de mandato porque no me gusta que me vean la cara, que me den gato por liebre. Deseo que, pasada la jornada, no se culpe al INE de la falta de interés en este ejercicio en el cual los ciudadanos no tenemos interés alguno. “Quédense con su pelota” y pasemos a lo que sigue.

    Que así sea.