Romper la dinámica de la violencia

19/05/2025 04:02
    La violencia es un fenómeno que debe abordarse desde una perspectiva multidisciplinaria, integrando saberes de las ciencias sociales, naturales y computacionales. Sin embargo, este enfoque sólo será eficaz si va acompañado de una articulación real entre la academia, la sociedad organizada y los distintos niveles de Gobierno.

    La violencia que enfrentamos en Sinaloa no puede entenderse ni abordarse adecuadamente con métodos convencionales. Nos encontramos ante un problema cuya raíz está en un sistema complejo, es decir, un entramado de múltiples factores sociales, económicos, educativos y políticos que interactúan entre sí de forma no lineal.

    En este tipo de sistemas, eventos raros -como un pico abrupto de homicidios o una jornada de violencia inusitada- pueden surgir de pequeñas alteraciones en las condiciones iniciales, generando consecuencias de gran impacto. Este comportamiento no puede ser modelado con herramientas estadísticas tradicionales.

    Para entender la diferencia entre un sistema simple y complejo, pensemos en el primero. Una cafetera eléctrica puede tener componentes complicados o eleborados, pero su funcionamiento es predecible. Pulsar el botón de encendido produce café, ya sea en México o en Japón.

    Esto permite que en un sistema simple podamos utilizar herramientas estadísticas clásicas, como la distribución normal (también conocida como de Gauss), que nos ayudan a estimar promedios y desviaciones dentro de rangos esperables.

    Por ejemplo, si la altura promedio de los mexicanos es de 1.70 metros, es extremadamente improbable encontrar personas que midan más de 2.70 metros. Estas distribuciones suponen que los eventos extremos son raros y prácticamente imposibles.

    En cambio, los sistemas complejos -como los mercados financieros, las epidemias o la violencia social- se caracterizan por su interdependencia: el comportamiento de cada componente afecta al resto, y los cambios pequeños pueden desencadenar transformaciones desproporcionadas.

    En estos contextos, las herramientas estadísticas estándar resultan insuficientes. Por ello, se recurre a modelos más adecuados, como las distribuciones de cola larga (Heavy-tailed, en ingles), entre ellas la de Pareto o Levy, que permiten captar la probabilidad de eventos extremos.

    Un ejemplo clásico es la distribución de la riqueza: aunque el ingreso promedio sea bajo, existen individuos que acumulan fortunas miles de veces mayores. Esta lógica también aplica a la violencia: aunque la mayoría de los días sean relativamente tranquilos, pueden presentarse jornadas excepcionalmente violentas que alteran por completo el entorno social.

    Este enfoque resulta particularmente pertinente para entender la violencia en Sinaloa. Aquí, factores como la criminalidad organizada, las dinámicas económicas, las decisiones de política pública y la percepción social se retroalimentan constantemente, generando un sistema no lineal difícil de predecir. A pesar de la sensación de estabilidad ocasional, la posibilidad de que resurjan brotes violentos se mantiene latente debido a estas interacciones ocultas.

    Abordar este problema exige una mirada interdisciplinaria. Investigadores en Física, Matemáticas, o Computación tienen herramientas para analizar estos fenómenos desde una perspectiva que trascienda las explicaciones convencionales.

    En este contexto, la Coordinación General para el Fomento a la Investigación Científica e Innovación del Estado de Sinaloa (CONFÍE) está organizando el próximo encuentro del “Café Científico”, en el que abordaremos el tema “Educación y Seguridad Pública” con la participación de académicos especializados en análisis de datos complejos y educación.

    Este tipo de espacios busca fomentar una discusión pública informada sobre temas que impactan directamente nuestra vida cotidiana. Entender la violencia como un fenómeno sistémico, y no como una simple acumulación de delitos, es un paso necesario para construir soluciones más eficaces.

    Las universidades tienen un papel esencial en este proceso, aún pendiente en muchos casos, pero en vías de consolidarse. En particular, la Universidad Autónoma de Sinaloa cuenta con más de 600 investigadores registrados en el Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores, lo que representa una reserva de conocimiento científico y técnico de alto nivel. Muchos de estos académicos poseen la formación necesaria -y, en numerosos casos, también la disposición- para contribuir en el análisis riguroso de problemáticas complejas como la violencia.

    Aprovechar este recurso humano debe ser parte integral de las políticas educativas y científicas de las principales instituciones del estado. Integrar a estos expertos en el diseño de estrategias públicas no sólo enriquecería la comprensión de los fenómenos sociales, sino que también fortalecería la toma de decisiones basada en evidencia.

    La violencia es un fenómeno que debe abordarse desde una perspectiva multidisciplinaria, integrando saberes de las ciencias sociales, naturales y computacionales. Sin embargo, este enfoque sólo será eficaz si va acompañado de una articulación real entre la academia, la sociedad organizada y los distintos niveles de gobierno.

    Priorizar la comprensión científica del problema y promover su inclusión en las agendas pública, educativa y mediática no es solo una necesidad urgente, sino una responsabilidad compartida que requiere acciones coordinadas a corto y largo plazo.