Sabiduría de los ancianos

ÉTHOS
20/01/2024 04:03
    rfonseca@noroeste.com / rodifo54@hotmail.com
    Es una ancestral sabiduría que se compone de retazos de vida y se nutre de las emociones y sentimientos que se experimentan, ante risas e ilusiones y ante tragedias y desencantos. Los surcos y cicatrices de la piel son transparentes mapas que ilustran el sendero recorrido. Si el paso es lento, torpe o vacilante, es porque se ha desgastado en sinuosos y escarpados trayectos. Aunque los ojos revelen una vista cansada, la mirada es más penetrante, serena y reposada.

    Es proverbial reconocer la sabiduría de las personas mayores, porque ellas han cernido y escudriñado el polvo del camino. Esta sabiduría no se recoge en las aulas de las universidades ni se adquiere en los claustros científicos. Es una ancestral sabiduría que se compone de retazos de vida y se nutre de las emociones y sentimientos que se experimentan, ante risas e ilusiones y ante tragedias y desencantos.

    Los surcos y cicatrices de la piel son transparentes mapas que ilustran el sendero recorrido. Si el paso es lento, torpe o vacilante, es porque se ha desgastado en sinuosos y escarpados trayectos. Aunque los ojos revelen una vista cansada, la mirada es más penetrante, serena y reposada. La profunda respiración parece decir: con esta inspiración me embebo de todo el mundo mientras arriban el desenlace y expiración.

    En 1998, cuando el escritor portugués José Saramago recibió el Premio Nobel de Literatura, dijo en su discurso, refiriéndose a su abuelo materno: “El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer”.

    Es decir, sus abuelos eran hombres de campo sin acceso a la escuela: “Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos uno y otro”, reiteró. Después, sin empacho, rubricó:

    “Un abuelo berebere, llegando del norte de África, otro abuelo pastor de cerdos, una abuela maravillosamente bella, unos padres graves y hermosos, una flor en un retrato ¿qué otra genealogía puede importarme? ¿en qué mejor árbol me apoyaría?”

    ¿Aprecio esa sabiduría?