En la séptima estación del Vía Crucis reflexionamos la segunda caída de Jesús rumbo al Calvario, lo cual nos recuerda la dinámica diaria de resiliencia que debemos hacer para proseguir nuestra marcha, a pesar de los tropiezos, caídas y fracasos.
Señaló el difunto Papa Francisco: “A las máquinas no les permitimos equivocarse, las pretendemos perfectas. En cambio, las personas dudan, se distraen, se pierden. Y, sin embargo, conocen la alegría: aquella de los nuevos inicios, aquella de los renacimientos. Los humanos no se generan mecánicamente, sino artesanalmente: somos piezas únicas, un entrelazado de gracia y responsabilidad”.
Prosiguió: “Jesús, te hiciste uno de nosotros; no tuviste temor de tropezar y de caer. Quien se avergüenza de ello, quien hace alarde de infalibilidad, quien oculta sus propias caídas y no perdona las de los demás, reniega del camino que tú has elegido. Tú eres, Jesús, el Señor de la alegría. En ti todos nos encontramos y somos llevados a casa, como la única oveja que se había perdido. Deshumana es la economía en la que noventa y nueve valen más que uno”.
El Pontífice lamentó que hemos edificado un mundo que se rige por intereses y procedimientos egoístas: “Sin embargo, hemos construido un mundo que funciona de ese modo; un mundo de cálculos y algoritmos, de frías lógicas e intereses implacables. La ley de tu casa, economía divina, es otra, Señor. Volvernos a ti, que caes y te levantas, es un cambio de ruta y un cambio de paso. Conversión que devuelve alegría y nos lleva a casa”.
Finalmente, pidió a Dios la gracia de levantarnos de nuestras caídas, porque “somos niños que a veces lloran, somos adolescentes que se sienten inseguros... somos adultos que se han equivocado, somos ancianos que aún quieren soñar”.
¿Aprendo de mis caídas?