En México cada vez son menos las personas que creen que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, según enseña el nuevo reporte Latinobarómetro 2023. La recesión democrática. En 2020 era el 43 por ciento, en el 2023 ya solo es el 35 por ciento, esto es, una de cada tres personas. Solo Costa Rica y Venezuela perdieron más apoyo a la democracia en el mismo periodo (11 y 12% respectivamente). Pero cuando se pregunta sobre la preferencia “en algunas circunstancias” de un gobierno autoritario sobre uno democrático, México se lleva el primer lugar con un crecimiento equivalente a 11 puntos porcentuales (22 al 33 por ciento).
El reporte resume, en lo que se refiere a nuestro país, que “algo más de un tercio apoya a la democracia (35%), cerca de otro tercio es indiferente por el tipo de régimen (28 %) y el otro tercio apoya una opción autoritaria (35%). La democracia se ha deteriorado mucho desde 2020 en México, según la evolución negativa de estos indicadores”. Además, solo 37 por ciento está muy o más bien satisfecho con la democracia y 61 por ciento se dice no muy o nada satisfecho.
Hay más. Al 56 por ciento no le importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas, y México es el segundo país de la región, luego de El Salvador, donde más personas están muy de acuerdo o de acuerdo en que “en caso de dificultades está bien que el Presidente controle los medios de comunicación”. Además, nuestro país es uno entre los seis “que no miran tan mal a un gobierno militar”, ya que el 42 por ciento “apoyaría a un gobierno militar en reemplazo del gobierno democrático, si las cosas se ponen muy difíciles”.
Recojo estos datos frescos a propósito del contexto de violencias y atrocidades agudizadas en muchas partes de México. Acaso ha madurado el caldo de cultivo social para respaldar la normalización de un estado de excepción de Derecho y de hecho que prometa reducir la inseguridad, las violencias, la delincuencia y la impunidad, dejándonos con la promesa incumplida pero, además, sin democracia.
Ya lo sabemos, la conversación y las pulsiones asociadas a estos problemas pasan mucho más por los afectos que por la razón. Vaya paradoja, la desesperación y el desamparo sembrados por el colapso del Estado empujan hacia el apoyo popular a favor de mayores poderes para el propio Estado, independientemente de que la evidencia histórica en la región y en el mundo confirme que ninguna sociedad está más segura ahí donde se restringe o suprime el ejercicio de los derechos fundamentales. Más poder ahí donde el andamiaje que lo ejerce ya está roto en buena parte del territorio.
Acaso esta “recesión democrática”, como la llama el Latinobarómetro, enseña el trampolín para este salto al vacío. De cara al 2024, la puerta falsa quizá no podría ser más tentadora.
¿Exagero? Ojalá.