Septiembre y la fotografía en Sinaloa

EL OCTAVO DÍA
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    La dinastía de la familia Muller en Mazatlán es otro caso emblemático. Por varias décadas la lente y presencia de Alfredo y Héctor Muller fueron una firma de oro en la esquina de muchas imágenes de nuestra memoria, junto con Curiel y Pano, otros destacados fotógrafos de estudio.

    ¿Cuándo fue la última vez que usted se presentó formalmente en un estudio fotográfico? Antes, ir a un sitio así era como visitar a un mago o a un alquimista. Un oficio que requería tener “estudio”, del que no cualquiera podía empuñar una cámara compleja sin ponerse nervioso y mucho menos conocía las catacumbas del cuarto oscuro. Hasta los olores de los químicos se percibían como la evidencia de que atravesábamos una cortina en el tiempo.

    Septiembre es el mes en que a nivel nacional se festeja el arte de la fotografía. Usemos la inminencia de ese acontecimiento para hojear unas páginas del viejo álbum... expresión que incluye un acto físico que pocas veces hoy se realiza.

    Las primeras imágenes en Sinaloa capturadas para el arte fotográfico fueron básicamente de registro familiar y periodístico, disciplinas en las que se logró un alto nivel: aquí destaca la labor del fotógrafo y cineasta chihuahuense, Jesús H. Abitia, quien se integró a las tropas de Álvaro Obregón y registró los combates de Culiacán, Mazatlán y Guadalajara, así como el resto del avance del Ejército Constitucionalista.

    Volvería a Mazatlán donde sería pionero del cine mexicano, sin abandonar su pasión por la foto fija. Sus imágenes fueron donadas por su familia a la Fundación Carmen Toscano y es común verlas en diversos estudios sobre la Revolución.

    Como muchas cosas de la vida cultural de un puerto, el cine comenzó del lado del carnaval: las primeras películas filmadas en Sinaloa fueron ”Los encapuchados de Mazatlán” y “Carnaval trágico” de Jesús H. Abitia en 1920, consideradas cintas pioneras en cuanto al género de acción... Del reparto, solo tenemos la referencia publicitaria de que estaba conformado “por las mejores familias de Mazatlán”.

    Antes, en 1902, Salvador Toscano -aunque más bien fueron los anónimos fotógrafos que él recopiló- había realizado algunas tomas del festejo carnavalero y hay indicios de varios cinematografistas trashumantes que, desde 1897 y a escasos meses de la invención del artefacto de los hermanos Lumiere, ya recorrían la región realizando tomas y compartiendo “vistas” de otras filmaciones del mundo. El historiador Alfonso Patrón registró a un pionero del cine sonoro que grababa el audio de sus tomas en un disco de cera fonográfico, el cual se reproducía en un barracón vecino a la Catedral de Mazatlán.

    El estudio más antiguo en Sinaloa fue el de Guillermo L. Zuber y junto con él destacarían la labor de fotógrafos como José María Guillén, Jesús Mondaca y varios retratistas anónimos que nos dejaron vistas arquitectónicas y familiares invaluables sobre el periodo del porfiriato.

    En el caso de Culiacán, hay una legión de diversos fotógrafos cuyas imágenes nos han llegado gracias a la recopilación de don Miguel Tamayo.

    En el Siglo 20 la labor retratista alcanzó un alto nivel en la figura de Guillermo López Infante, quien dotado de amplios conocimientos pictóricos y un hábil sentido de la composición, quien radicaría en Mazatlán y Culiacán. En Mazatlán, las primeras fotos de sitios arqueológicos y sobre el juego del Ulama serían labor de rescate del cronista de la ciudad Miguel Valadés Lejarza, quien también ejerció el periodismo fotográfico.

    La única foto existente del asesinato del Gobernador Rodolfo T. Loaiza en 1944 fue obra suya, mientras que alguna vez dijo ante las cámaras que su obra maestra -y máximo sueño- fue poder tomar una fotografía incidental de un partido de Ulama donde los jugadores apareciesen en la misma pose de los códices, casualidad que al fin se logró, concluía sonriendo.

    La dinastía de la familia Muller en Mazatlán es otro caso emblemático. Por varias décadas la lente y presencia de Alfredo y Héctor Muller fueron una firma de oro en la esquina de muchas imágenes de nuestra memoria, junto con Curiel y Pano, otros destacados fotógrafos de estudio.

    La fotografía como expresión artística contemporánea se consolida con Carlos Vela y James Key, quienes comienzan a experimentar dicho arte como composición y búsqueda. Key incursiona en la electrografía.

    Más adelante surge una generación de jóvenes fotógrafos muy personalistas, experimentadores y autocríticos como Inna Teresa Álvarez, Alejandra Chombo, Roberto Bernal, Jesús García, Andrea Miranda, Luis y Fernando Brito Lizárraga, Roberto Watson y Martín Gavica.

    Un testimonio que vale la pena recordar es el libro de fotografías de Gabriel Figueroa, titán del cine mexicano: gente y pueblos de Sinaloa retomados por su magistral lente, realizado por Difocur en la administración de Lourdes Toledo Ortiz.

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