Sheinbaum no ofreció abrazos al crimen
Deletreando signos de paz para Sinaloa
A pesar de que la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo retomó ayer el ideario completo de Andrés Manuel López Obrador, en Sinaloa debemos aferrarnos a la esperanza de que al menos en materia de seguridad pública la Mandataria federal les dé un viraje radical a las acciones de pacificación nacional, para impedir que los perpetradores de violencia continúen imponiendo su poder de facto encima del dominio de las instituciones legítimamente cimentadas. Estacionados aquí en la crueldad y el miedo a los cuales el crimen organizado nos sujeta, sólo queda asirnos a la confianza de que la etapa que viene de un mismo régimen ponga a salvo de la delincuencia a todos y a todo.
Las alternativas de fe en las instituciones son pocas después de la transición inconclusa que rondó en la sesión del Congreso de la Unión donde las palabras grandilocuentes dan la sensación de esconder iguales celadas. A simple vista, la apoteosis del Movimiento Regeneración Nacional para despedir al que se va y recibir a la que llega recicla el esquema de renuncia a la autocrítica y declara la permanencia del remedio de la mentira como único bálsamo contra los grandes males. Aun así, asistimos al nacimiento del Mesías, ya perpetrado, y la espera a que Sheinbaum sea la estadista que este 1 de octubre no vimos.
Pero desánimos aparte, volvamos a fiarnos de quien al sentir el hechizo de la banda presidencial ceñida en su pecho, nos habla de cuatro ejes para la seguridad de los mexicanos: la atención a las causas que originan la violencia; inteligencia e investigación contra la delincuencia; fortalecimiento de la Guardia Nacional, y labor conjunta con estados municipios, ministerio públicos y fiscalías cuyos principios de autonomía no significan descoordinación. Algo asoma en el planteamiento que induce la mano dura y la cero tolerancia.
Dos puntos convocan a otorgar el beneficio de la duda, no obstante la imposibilidad de la certidumbre a ciegas. Después de la fase de disuasión que ha ocupado en Sinaloa al Ejército, Marina, Guardia Nacional y Policía Estatal, Sheinbaum deja ver la eventualidad de que la tecnología asociada al combate del crimen permita ir a la pacificación más eficiente y duradera. Lo otro consiste en fortalecer a las autoridades locales en equipo, logística y atribuciones para la seguridad pública.
Estamos obligados a perseverar en la lectura de códigos ocultos para alimentar la fe en que ganamos los sinaloenses ahora amedrentados por los criminales, cuando Sheinbaum evita ratificar la política amloísta de “abrazos, no balazos”. Tal vez el diferenciador está en la parte donde ofrece que no repetirá la “irresponsable guerra” que en 2006 le declaró al narcotráfico el entonces Presidente Felipe Calderón, y en la premisa añadida de seguridad pública y paz como fruto de la justicia.
La Presidenta con “a” estimula la probabilidad del uso inicial de la misma vocal en palabras como arrojo, atrevimiento, armonía, acuerdo, agallas y audacia que son el léxico que el País, en específico Sinaloa, identifican en el alcance de mejores resultados en el combate a la delincuencia. Es que en el soliloquio de la narcoguerra el único vocabulario impuesto es del plomo y el pasmo, sin letras que permitan balbucear el diálogo de los civilizados.
Pero no renunciemos a los anhelos colectivos de paz. El cambio de cara y de género en el máximo cargo de Gobierno tiene que significar la eventualidad de acciones que pacifiquen nuestras tierra, la de los once ríos, sí poniéndole diques a la salvajismo pero fundamentalmente sentando las bases del nunca jamás el imperio de las armas de los facinerosos sobre el señorío de la Constitución. Ocupamos de arrestos en las autoridades y de intrepideces en los ciudadanos más allá de la marca cuatroteísta que divide los empeños de la auténtica reconstrucción mexicana.
Siendo optimistas y sin rayar en la ingenuidad, creamos en que la primera mujer que desempeña la Presidencia de México encontró en su despacho en Palacio Nacional la carpeta de evidencias que le muestre el sacrificio en Sinaloa de vidas, libertades y expectativas debido a que la paz está alterada por la reyerta interna en el Cártel de Sinaloa. Y que desde el primer minuto del llamado segundo piso de la Cuarta Transformación percibamos la mano dura del Estado en lugar de los abrazos anteriormente ofrecidos a los hampones.
Es posible que un importante sector de Sinaloa amanezca hoy demoliendo las esperanzas de un futuro distinto, con ciudadanía protegida y legalidad y justicia garantizadas. Hay antecedentes para soportar tal desaliento, sin embargo, históricamente la costumbre del poder ha presentado puntos de quiebre donde los maximatos resultan rotos y cada titular de Ejecutivo federal corta con tijeras de emancipación los hilos que conducen hacia las manos de frustrados titiriteros en turno.
¿Y si Claudia Sheinbaum solamente bosquejó ayer el nicho de gloria a la medida de los sueños de López Obrador, y al mismo tiempo blindó la silla presidencial de la injerencia del ex?
Es que la narcoguerra avanza,
A pasos largos y aplastantes,
Mientras lenta va la esperanza,
Al gobernar los mismos de antes.
Desde ayer debieron definirse acciones contundentes del apoyo que la Presidenta Claudia Sheinbaum le dará al Gobernador Rubén Rocha Moya para que salga airoso en decisiones complejas que está por adoptar en Sinaloa, con miras al desarrollo terso del segundo trienio del sexenio del político badiraguatense. Aparte de las estrategias para pacificar el estado habrá decisiones de estabilización social, política y económica fincadas en la fuerza de las instituciones y la vigencia de la ley. Ni siquiera se trata de un secreto pues es lo mismo que Sheinbaum acordó con Rocha como candidata a la Presidencia y como Presidenta electa. Muy pronto se sabrá de ello.
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