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PUERTO VIEJO

Sin lugar a dudas...

    La intentona presidencial de acabar con uno más de los organismos que sirven para lograr la transparencia en el manejo de los recursos públicos, es una más de las insensateces en las que incurre el que nos prometió acabar con la impunidad y la corrupción, promesa, que por los hechos, quedará en el plano de las falsedades; sí, igualito que los de antes.

    osunahi@hotmail.com

    En torno al deporte del golf, normalmente se reúne gente de un buen poder adquisitivo, de tal suerte, que algunos destinos turísticos han invertido cuantiosos recursos en desarrollar campos para dicha práctica deportiva, con el propósito de atraer a los aficionados a este juego, cuyos antecedentes organizativos se remontan al año 1744, cuando en Escocia se fundó el primer club.

    En nuestro país, por ejemplo, en los exitosos puertos de Cabo San Lucas y San José del Cabo, existen, por lo menos, 10 campos de golf, algunos de ellos, desarrollados bajo la dirección de jugadores de corte internacional, como Jack Nicklaus, Glen Norman y el propio Tiger Wood.

    Vale comentar que el grupo Pueblo Bonito es propietario del campo de golf Quivira, considerado como uno de los espacios más espectaculares del mundo. Muy al estilo del popular Neto Coppel, presidente de dicho grupo empresarial.

    Algunos inversionistas mazatlecos han realizado esfuerzos para captar este segmento deportivo de alta gama, pero hasta ahora todo ha quedado en intento, sin embargo, no cejan en su propósito, es por ello, que ahora celebran que nuestro puerto esté considerado por la Federación Mexicana de Golf, como sede del LXII Campeonato Nacional Inter zonas “Lorena Ochoa” en las categorías infantil y juvenil. Un evento que significa un factor disruptivo del turismo ruidoso que nos invade los fines de semana y en períodos vacacionales.

    Y a propósito de factores disruptivos, comento que el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador se ha propuesto liquidar al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, conocido popularmente como INAI, bajo el argumento de que es muy caro y que no sirve para nada. A pesar de que a partir de información que proporcionó a petición de terceros, salieron a relucir, entre otros, casos como el de la Casa Blanca, la Estafa Maestra, y el de Segalmex; este último, tal vez fue el que despertó el aborrecimiento del Ejecutivo federal.

    El INAI tiene como misión, el obligar a las distintas dependencias de nuestro sistema de gobierno, a transparentar el ejercicio de los recursos públicos; el servir de vehículo para que los ciudadanos ejerzamos el derecho de pedirle cuentas a todas aquellas instituciones que componen el entramado del sistema y a todo ente que reciba dineros públicos, así como velar que se protejan nuestros datos personales.

    En el papel, el INAI dentro de una administración liderada por una persona que tiene como bandera combatir la corrupción, resulta una herramienta valiosa para cristalizar tan noble propósito, sin embargo, el Presidente de la República no lo percibe de esa manera, y seguramente no cejará en su empeño de desaparecerlo, en una actitud totalmente incongruente a su objetivo de combatir la corrupción.

    Por lo hasta ahora visto, el Presidente se siente tan empoderado, que le molesta la rendición de cuentas y su irritación se maximiza cuando sabe que constitucionalmente, el INAI puede exigirle que responda a las peticiones de información que realice la ciudadanía.

    Esperemos que el INAI continúe su tarea para bien de la democracia y del erario público, y para que, como ciudadanos, podamos seguir contando con una institución pública que vele el manejo de nuestros datos personales.

    Sin lugar a dudas, la intentona presidencial de acabar con uno más de los organismos que sirven para lograr la transparencia en el manejo de los recursos públicos, es una más de las insensateces en las que incurre el que nos prometió acabar con la impunidad y la corrupción, promesa, que por los hechos, quedará en el plano de las falsedades; sí, igualito que los de antes. ¡Buenos días!

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