Sinaloa pide paz; narcos dan guerra
Cultura contra armas, batalla heroica
Para aquilatar las dos fuerzas, la delincuencial y la social, que actúan en sentidos opuestos en Sinaloa, los ciudadanos pacíficos debemos notar que apenas concluía la Feria Internacional del Libro de Culiacán y era inaugurado el Sendero de Paz en el Parque Central de Mazatlán cuando el crimen organizado ejerció otra vez el salvaje derecho a réplica con nuevos actos de violencia como señal de que la guerra de ellos no ha terminado y que son insuficientes y frágiles las batallas ciudadanas por hacer que la civilidad domine encima de la barbarie.
Al mínimo respiro de tranquilidad le sobreviene la respuesta casual o planeada de parte del narcotráfico y sus sicarios que resalta la huella de la crueldad. Emergen con asesinatos perpetrados en lugares públicos quizá como escarmiento para sus adversarios, pero moraleja inevitable para sinaloenses que reciben efímeras burbujas de alto al fuego siempre continuadas con igual saña a la mostrada en la narcoguerra de dos años y dos meses.
De cualquier forma es perceptible la encomiable activación cívica en la búsqueda de salidas alternas así se trate de la mentalidad colectiva por la sobrevivencia en el entendido de que está lejano aún el final de la confrontación al interior del Cártel de Sinaloa. Un modelo de rendición que aprovecha las breves burbujas de apacibilidad y adivina a la vez la reanudación del fuego cruzado entre narcos en ese traslado súbito desde la literatura lúdica a la autenticidad que supera la ficción.
El reciente fin de semana recalcó la normalidad a la cual todo indica tenemos que acostumbrarnos. El estallido de explosivos en una fiesta de 15 años en Villa Juárez, el hallazgo de un refugio del narco en que se halló a 20 choferes de camiones de carga privados de la libertad, el asesinato de dos jóvenes que cometió un grupo armado en sector Tres Ríos, los ataques a domicilios con incendios y balas, además del catálogo diario de delitos, reinstalan la advertencia dantesca de piérdase aquí toda esperanza.
Por otro lado, el remanso de urbanidad que significó la FIL de Culiacán, el ofrecimiento de una zona que modera el miedo en Mazatlán, la marcha de la Generación Zeta que realza el despertar de jóvenes antes indiferentes por los agravios asestados a la sociedad, y la cabalgata que encabezó el Gobernador Rubén Rocha Moya con centenas de jinetes como avanzada del inicio de la Feria Ganadera, son estampas que nutren la expectativa de vivir seguros.
Es decir, las familias retomaron los espacios públicos y las vialidades con el pretexto de la lectura, los senderos de la armonía, el Buen Fin, menguando así la opción de vivir escondidos bajo la cama o con toques de queda dictados desde el hogar como instinto de sobrevivencia cuando la delincuencia avanza a pesar del despliegue de miles de soldados y policías. Pero el hampa respondió puntual reincidiendo en la táctica del miedo infundido en la población y de reto al gobierno.
Durante algunas horas los sinaloenses atendimos el llamado de la civilidad y volvimos a la naturaleza de un pueblo terco en fortalecerse en la adversidad, transitando del horror a la consecución de paz no importa la fugacidad de tal quimera. Con similar empeño las células del narcotráfico remarcaron el modo de saldar sus conflictos con sangre, plomo y terror, sin dar algún paso firme con dirección al cese de hostilidades.
Dejó de surtir efecto la confianza en que la fuerza pública federal y estatal restablezcan las condiciones adecuadas para que los sinaloenses regularicemos las actividades lícitas para el desarrollo y la coexistencia en concordia. Pero avanzamos ahora con mayor cautela hacia la factibilidad de que colectivamente nos abramos paso en territorios capturados por el narco.
Los ciudadanos de bien estamos aplazados a resistir. Abrazar a las víctimas y sus familias y envolvernos en protocolos que puedan proteger lo más posible a los nuestros. De cara a la infinita capacidad del crimen para rehacer sus arsenales, ejércitos de gatilleros y negocios, perseveremos en sacar a relucir lo que nos hace fuertes, así como la cultura de las recientes semanas nos mostró compactos en lo esencial.
En Mazatlán el Sendero de Paz,
Y la Feria del Libro Culiacán,
Significan un destello fugaz,
De cosas buenas que regresarán.
La Feria Ganadera de Culiacán es el próximo evento, del 20 al 30 de noviembre, que estará en el centro de la atención de la población para evaluar las condiciones de convertirlo en otro espacio para la convivencia familiar. ¿En verdad el Gobierno garantizará la seguridad pública a los asistentes? ¿Será una exposición que fluya con los atractivos de cada año o será montada a medias para cubrir el requisito de normalidad restablecida? ¿Hay tiempo para reubicar a los 3 mil 500 soldados que ocupan las instalaciones y sanear los corrales en que se expondrán los ejemplares pecuarios? ¿El sector ganadero de Sinaloa está de acuerdo en que la Exposición se realice? ¿Existen condiciones económicas para que la Feria sea redituable para los organizadores? El Gobierno del Estado y la Unión Ganadera Regional de Sinaloa están a tiempo de resolver estas interrogantes.