El año de 1788 fue muy productivo para Wolfgang Amadeus Mozart; en junio concluyó su Sinfonía 39, en julio la 40 y en agosto la 41. Eran sus últimas sinfonías, parecía que tenía prisa por terminarlas (fallece tres años más tarde, el 5 de diciembre de 1791, y la 40 se estrenó el 5 de abril de ese año). Sin embargo, la prisa por componer no obedecía solamente a su posible muerte, sino a las deudas económicas que arrastraba.
La 40 es una de las sinfonías más populares de Mozart. En 1971, el extinto compositor y director argentino, Waldo de los Ríos (Osvaldo Nicolás Ferraro), divulgó con gran ritmo la magia del primer movimiento de la misma, en grabación realizada con la orquesta Manuel de Falla, obteniendo el primer lugar en la lista de éxitos de Holanda y colocándose dentro de los 10 primeros lugares en las clasificaciones europeas.
Esta sinfonía es conocida como “La Grande”, para diferenciarla de la 25, compuesta también en tonalidad de Sol menor. Se considera que Mozart no la realizó por encargo para que le redituara económicamente, sino que fue algo más personal para reflejar su estado de ánimo un tanto depresivo y angustiado por el agobio económico. Incluso, el carácter triste, melancólico e íntimo de la sinfonía así lo sugieren (de hecho, no utiliza trompetas ni percusiones, aunque algunos prefieren denominar esta composición como “romántica”).
El primer movimiento es Molto Allegro en forma de sonata (exposición, desarrollo y reexposición). El segundo es un Andante en tiempo lento y con cambio manifiesto en la tonalidad inicial. El tercero en un Minueto con estructura en tres partes: minueto, trío y minueto. El cuarto movimiento es Allegro assai y refleja un ambiente frenético y de creciente tensión.
¿Transformo artísticamente mi ánimo?