Sobras de vacunas

    En efecto, hay evidencia suficiente que confirma que contar con una vacuna o con el cuadro completo, del laboratorio que sea, genera protección contra hospitalizaciones graves y en consecuencia menos defunciones. Y lo contrario: las personas no vacunadas tienen más riesgos de contraer el virus, enfermarse, con cuadros más graves y más expuestos a fallecimientos

    Los contagios de Covid-19 por la variante Ómicron están imparables. Cada día se rompen récord de contagios en casi todo el mundo. El viernes 14 de enero se registraron más de 3.6 millones de contagios en el planeta, cifra histórica; la línea roja de contagios que registra el tracking cotidiano del diario New York Times (https://nyti.ms/33vVLXr) está en una línea recta hacia arriba lo que indica que el pico tardará varias semana en llegar y que los contagios se contarán por decenas de millones.

    En América Latina se registraron más de 300 mil contagios diarios, promedio cuando en la ola anterior se registraban apenas la mitad de los contagios cada día. Al arrancar el tercer año de la pandemia de coronavirus provocado por el Sars-Cov2 se han registrado 320 millones de contagios en todo el mundo. Al ritmo actual de contagios, en un mes más podríamos tener una cantidad semejante. Autoridades de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estiman que más de la mitad de la población de Europa podría infectarse con la variante Ómicron en seis u ocho semanas.

    Especialistas, como el doctor Alejandro Macías, reconocieron que “nunca una enfermedad infecciosa se había transmitido con tanta velocidad” y estimó que “a este paso en México, la mitad de la población se infectará en las siguientes semanas”. Esto implica hasta 60 millones de contagios, cuando hasta ahora se han reportado 4 millones 257 mil casos. Son cifras de escándalo que deberían preocuparnos, porque podrían anticipar un colapso del sistema de salud público y privado, de México y de varios países del mundo.

    Ante este pésimo escenario que se avecina, la mayoría de las autoridades y seguramente en la mayor parte de chats familiares y de amigos se lanza el consuelo de que Ómicron es menos grave que las variantes anteriores y ha ido creciendo la idea de que este contagio es como una gripe habitual.

    Así lo ha hecho creer el mismo Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador quien irresponsablemente siguió teniendo reuniones presenciales con miembros de su Gabinete, a pesar de estar contagiado de Covid-19, como él mismo mostró en un video.

    Pero lamentablemente Ómicron no es una “simple gripita”, según la creencia generalizada. Un estudio hecho entre 5 mil personas contagiadas revela que “en igualdad de condiciones, el riesgo de hospitalización o muerte con la nueva versión del coronavirus solo es un 25 por ciento inferior al de la delta, la variante que era dominante hasta la llegada de Ómicron”. Conclusiones semejantes se encontraron en otro estudio en Gran Bretaña realizado por especialistas del Imperial College de Londres. “Estos datos apuntan a que no es el coronavirus el que ha cambiado radicalmente, sino la humanidad, gracias a las vacunas y a las defensas por infecciones previas” (https://bit.ly/3qujyjE).

    La diferencia, en realidad, la están haciendo las vacunas y la inmunidad adquirida por contagios previos. Expertos en España y en Estados Unidos han llamado a la actual etapa de expansión de Covid-19 como la pandemia de los no vacunados.

    Solo en la semana pasada hubo 15 millones de nuevos casos confirmados y más de 43 mil muertes, informó la OMS. “Ómicron no es leve. Ómicron no es la gripe ni el resfriado común. El virus SARS-CoV2 todavía no es endémico. No es el momento de rendirse”, dijo Maria van Kerkhove, jefa técnica de la Organización Mundial de la Salud.

    En efecto, hay evidencia suficiente que confirma que contar con una vacuna o con el cuadro completo, del laboratorio que sea, genera protección contra hospitalizaciones graves y en consecuencia menos defunciones. Y lo contrario: las personas no vacunadas tienen más riesgos de contraer el virus, enfermarse, con cuadros más graves y más expuestos a fallecimientos.

    A pesar de la evidencia de la importancia de las vacunas para reducir contagios o riesgos de hospitalización o muerte por Covid-19, las vacunas se siguen concentrando en los países ricos que han comprado 7 mil 127 millones de dosis contra 485 millones de dosis que tienen apenas los países más pobres, de acuerdo con el monitoreo que lleva a cabo el del Centro de Innovación en Salud Global de la Universidad de Duke (https://bit.ly/3JQRZIR).

    Esta desigualdad en el reparto de las vacunas lleva a contrastes tan marcados como que cada habitante de Canadá tenga acceso hasta 11 vacunas por persona, mientras países africanos como Zimbawe que apenas tiene un cuarto de vacuna por persona, según el acceso a este biológico por parte de ese Gobierno.

    Lo peor es que las donaciones de gobiernos ricos o los mecanismos internacionales de acceso a la vacuna, como Covax, no están haciendo un reparto equitativo y justo de vacunas, pues se ha denunciado que muchas que se ofrecen a las naciones más pobres están a punto de caducar. Solo en diciembre de 2021 fueron rechazadas más de 100 millones de dosis, según reportó Etleva Kadilli, directora de la División de Suministros de la agencia de la ONU Unicef, a legisladores en el Parlamento Europeo (La Jornada, 13 enero 2022).

    Literalmente, las naciones ricas están acaparando las vacunas y dando apenas sobras a las naciones que más necesitan el biológico contra el Covid-19. Nigeria, el país más poblado de África (214 millones de habitantes) apenas ha vacunado al 6.2 por ciento de su población con una dosis. Congo, otra nación de África apenas ha vacunado a 0.4 por ciento de su población. La tasa baja de vacunación de estos países no es un problema solo de ellos. Es una corresponsabilidad de todo el planeta. Ya lo han explicado repetidamente los expertos de la Organización Mundial de la Salud: mientras la mayoría de la población del mundo no esté vacunada o inmune, el virus que provoca el Covid-19 puede seguir mutando y produciendo otras variantes, probablemente más contagiosas o graves que ómicron o delta, que sigan afectando a todo el planeta.

    De nada sirve que en Estados Unidos se llame a aplicar una cuarta o quinta dosis de refuerzo si en Chad apenas menos de 2 por ciento de la población tiene una vacuna. Este reparto de las sobras de vacunas por parte de los países ricos muestra que los dueños del poder y el dinero siguen apostando por la reanudación de las economías de sus países en lugar de responder solidariamente con toda la humanidad ante esta pandemia. Antes que el capital debemos apostar por la vida de todos.

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