Hay palabras a las que reducimos su riqueza y significado porque las circunscribimos en un determinado renglón y parece imposible utilizarlas en otros campos.
Si buscamos la palabra excitar en la red, es casi seguro que nos remitirá a un terreno erótico o sexual. No obstante, el diccionario de la Real Academia Española ofrece una variada gama de atribuciones.
Entre nueve significados que la RAE utiliza para explicar este vocablo, tan sólo el quinto tiene una referencia erótica: “Despertar deseo sexual”. Las demás atribuciones conforman un abanico heterogéneo:
“Ocasionar o estimular un sentimiento o pasión”; “Causar en alguien entusiasmo, enojo o alegría”; Se excita con la falta de puntualidad de sus empleados”; “Producir o intensificar, mediante un estímulo, la actividad de una célula, órgano u organismo”; “Crear un campo magnético mediante el paso de una corriente eléctrica por un conductor, como en un electroimán”; “Poner en oscilación un circuito eléctrico”; y “Hacer pasar un electrón de un nivel cuántico a otro más elevado en un átomo!”
El filósofo argentino, Esteban Lerardo, en “La sociedad de la excitación”, afirmó: “Vivimos en una sociedad de la sobreoferta del entretenimiento, noticias e imágenes on line. Los sentidos deben ser excitados de continuo para absorber esa oferta incesante”.
Explicó que el amplio desarrollo tecnológico virtual y del ciberespacio nos excita a cada instante en todos los terrenos y campos: recreaciones, aplicaciones para la cirugía y diagnosis médica, gestión de trámites, compras, comunicaciones y transportes, así como del aprendizaje en general.
Concluyó: “Y nuestro modo de existencia reclama una sociedad de la constante excitación del deseo para la absorción de la sobreoferta del consumo inmóvil. Una sociedad de la excitación. La excitación, así, desborda su categoría primera de pulsiones sexuales y eróticas”.
¿Sucumbo a la creciente y abundante excitación?