SOS navideño: no disparen, somos prensa
Ataque a Ciro, redundancia del desamparo

OBSERVATORIO
    Así estamos. Llegamos a la quinta Navidad de la era de la 4T con el balance de que los balazos lo arredran todo, cuantimás a los abrazos. El engaño voluntario del poder y el azoro involuntario en los gobernados van a llegar pronto a su punto de encuentro con la colisión que corresponde a los extremos de quimera y realidad. Y el periodismo, que siente los fríos cañones de las amas apuntándoles a la sien, si acaso estructura el llamado de auxilio para sí mismo y deja en segundo término el SOS que emite México entero.

    alexsicairos@hotmail.com

    Por si acaso no existiera todavía la suficiente concientización ciudadana respecto al peligro en que se realiza el periodismo en México, el atentado a balazos contra el comunicador Ciro Gómez Leyva contribuye a visibilizar con mayor claridad el alto riesgo de ejercer la libertad de expresión por el desvanecimiento de la línea cada vez más delgada entre la delincuencia y corrupción organizadas. Ocurrió la renovación de la preocupación por la inseguridad que acecha a la prensa, inclusive la congoja por los podios y círculos rojos que se dedican a instigar los ataques.

    No es que antes de la noche del 15 de diciembre la actividad periodística haya tenido mejores condiciones de certidumbres y libertades. Lo que pasó es que después de que personas armadas intentaron asesinar a Gómez Leyva se mermó la esperanza de que en un país con la diaria narrativa violenta al menos los trabajadores de la información cuenten con la posibilidad de decirles a sus audiencias qué está sucediendo en el territorio nacional. Decírselos sin que en ello se les vaya la vida a los mensajeros.

    Con 17 periodistas asesinados en 2022 y 12 de éstos ultimados por la labor que realizaban se rompe récord de víctimas desde que se tiene registro de tales hechos, de acuerdo a datos de Artículo 19. En los tres años anteriores del sexenio autodenominado de la Cuarta Transformación la misma organización de defensa de la libertad de expresión documentó un total de mil 945 agresiones contra la prensa, 31 asesinatos y dos desaparecidos.

    En las horas previas a los festejos de Navidad el recuento no da lugar a celebrar la vida sino a reflexionar qué ofrece el Gobierno, cómo interactúa la sociedad, en el contexto que hace de la pacificación nacional la utopía del tiempo nuevo. El informe del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, con corte al 30 de septiembre de 2022, dio cuenta de que en la administración federal que encabeza López Obrador habían ocurrido 132 mil 217 homicidios dolosos, mientras crecieron los relatos de la alta delincuencia tomando el control de ciudades y regiones.

    En sí la labor del periodismo consiste en exigirles a las instituciones y quienes están al frente de éstas que proporcionen las garantías constitucionales para que las familias mexicanas vivan en paz y el Estado de derecho funcione para la tranquilidad en todos los ámbitos del quehacer humano. Tal requerimiento por supuesto que molesta a las células delictivas e incomoda a gavillas políticas. El crimen disemina el terror a lo largo y ancho del suelo nacional para tener el control de todos y de todo y los gobernantes esconden tras la quimera del pueblo feliz a los muertos, deudos y cualquier huella de barbarie.

    En mayo de 2017 el narcotráfico cimbró al periodismo nacional e internacional al atreverse a quitarle la vida en Culiacán a Javier Valdez Cárdenas, situándose la simulación en el discurso de las autoridades y recrudeciéndose en la opinión pública el sentimiento de desamparo. Repitió la afrenta en mayo de 2022 con la inmolación de Luis Enrique Ramírez y ahora son las balas disparadas contra Ciro Gómez Leyva las que pegan certeras en la actividad de reporteros y medios para que de nuevo gobierno y sociedad se den por enterados del paisaje que muestra pinceladas de sangre donde la tinta de las ideas y las noticias debiera prevalecer.

    El estremecimiento es generalizado, aunque con mayor agitación en el periodismo que pide, quizá como último deseo del sector bajo amenaza, le permitan contar las historias, efectuar la crítica e implementar la defensoría social que le corresponde a la prensa libre en cualquier nación que se precie de democrática y justa. Y si tendría cabida otro ruego, que sea el de los mexicanos en plena crisis de seguridad pública, defendiendo el derecho a estar informados para proceder conforme lo indique el estado de cosas.

    Ya la otra plegaria, susurrada por 180 comunicadores al oído presidencial que únicamente acepta la versión personalísima, advierte que “de no autocontrolarse el Presidente López Obrador en sus impulsos de ira hacia periodistas críticos, el País entrará en una etapa aún más sangrienta que ya han experimentado otros países latinoamericanos: asesinar periodistas para desestabilizar al Gobierno o matar en pago de favores al Gobierno”. De allí emana la rogativa para que alguna santa providencia haga el milagro de que el Presidente entre en razón.

    Así estamos. Llegamos a la quinta Navidad de la era de la 4T con el balance de que los balazos lo arredran todo, cuantimás a los abrazos. El engaño voluntario del poder y el azoro involuntario en los gobernados van a llegar pronto a su punto de encuentro con la colisión que corresponde a los extremos de quimera y realidad. Y el periodismo, que siente los fríos cañones de las amas apuntándoles a la sien, si acaso estructura el llamado de auxilio para sí mismo y deja en segundo término el SOS que emite México entero.

    Reverso

    En medio de la violencia intensa,

    Le pedimos como Navidad,

    Al Presidente que, por piedad,

    Ya no estigmatice a la prensa.

    ¡Feliz Navidad!

    Ahuyentados los Santa Clos, prohibidos los Nacimientos y opacada la luz de la Navidad por el duelo de las familias víctimas de violencia, entendamos que la única Noche Buena posible es aquella que como sociedad podemos proporcionarnos al irnos a dormir los 365 días del año con la tranquilidad de que estamos a salvo, bajo la protección de aparatos públicos que supimos seleccionar bien y que saben respetar y hacer respetar la ley. Y así sí podernos abrazar y desearnos ¡Feliz Navidad! sabiendo que más que una frase de ocasión se trata de algo posible, que existe y pone al espíritu en modo de paz.

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