‘Tengan su Panamá’

    Panamá puede ser un buen ensayo general para México de cómo se debe reaccionar cuando se anuncian designaciones antes de pedir un beneplácito, y cuando la designación es mal recibida, por buenas o malas razones, por el país destinatario. Más aún cuando el Embajador saliente se siente ofendido.

    El bochornoso episodio de Panamá no ha terminado. Faltan varios capítulos más de la serie, o telenovela, o tragicomedia. Los enumero rápidamente, en el entendido de que se trata de pura especulación, sin mayor fundamento que mi imaginación, y uno que otro chisme.

    La siguiente entrega probablemente consista en la divulgación de la carta que envió la Canciller panameña a su homólogo mexicano. Aunque los medios mexicanos sean nuevamente incapaces de hacer su chamba e ir a Panamá y conseguirla, alguien la va a filtrar próximamente. Cuando eso suceda, conoceremos con mayor precisión la secuencia de los hechos, y sobre todo, si los panameños le advirtieron a López Obrador antes de que enviara la solicitud de beneplácito para Salmerón, que su petición no sería bien recibida.

    El siguiente capítulo provendrá de Panamá. El gobierno de ese país deberá de tomar cuatro decisiones en las próximas semanas. La primera estriba en llamar o no a consultas a su Embajador en México, lo menos que puede hacer según el hipotético manual de represalias diplomáticas después de las ofensas de López Obrador. Debieran hacerlo. La segunda involucra el beneplácito a Jesusa. No creo que Panamá pueda negarse una segunda vez. Pero puede perfectamente otorgar el beneplácito y a la vez hacerle ver a la ex Tlatelolco, a través de varios instrumentos protocolarios, que se trata de una imposición muy mal vista.

    Es la tercera etapa. En ésta, pueden demorarse varios meses, como les españoles, en dar el beneplácito. Una vez que accedan y que la actriz llegue a las orillas del canal, pueden demorarse varios meses en darle fecha para la entrega de credenciales. Y ya acreditada formalmente, pueden hacerle la vida de cuadritos, es decir, congelarla: no recibirla, tardarse una eternidad en darle permisos de importación de sus coches, de la entrega de sus exenciones de impuestos, de sus placas diplomáticas, es decir, todas las mañas que todas las cancillerías del mundo conocen a la perfección para envenenarle la vida a una embajadora no bienvenida.

    La cuarta y última decisión reside en la exigencia de una disculpa del Gobierno de México por las declaraciones totalmente inapropiadas de López Obrador a propósito de la Canciller panameña. Existe en el horizonte cercano una buena oportunidad para ello. El 5 de junio en Los Ángeles se reunirán todos los presidentes de América Latina -salvo probablemente Cuba, Nicaragua y Nicolás Maduro- con Joe Biden en la Cumbre de las Américas. El Presidente Laurentino Cortizo seguramente acudirá a la cita; López Obrador tal vez no, pero Ebrard sí. Se presentará allí una excelente oportunidad para una disculpa.

    Sobre todo si, como circulan ciertas versiones, Itamaratí estaría a punto de transmitirle a México su incomodidad y ofensa ante el nombramiento público de Laura Esquivel como Embajadora en Brasilia.

    Panamá puede ser un buen ensayo general para México de cómo se debe reaccionar cuando se anuncian designaciones antes de pedir un beneplácito, y cuando la designación es mal recibida, por buenas o malas razones, por el país destinatario. Más aún cuando el Embajador saliente se siente ofendido. A ver que dice Bolsonaro.

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