Si la ola inédita de calor tiene sorprendidos a los europeos, los mazatlecos nos mantenemos en el mismo estado y no propiamente por el rigor veraniego, sino por la farsa a la que se ha prestado, o cobrado por ello, la guatemalteca Rigoberta Menchú, defensora de los derechos humanos, togada por dicho mérito como Premio Nobel de la Paz, quien, con criticable ligereza vino a nuestro puerto a entregar a las autoridades municipales, el reconocimiento de destino garante de la paz, los derechos humanos y la inclusión, otorgado por la fundación Rigoberta Menchú Tum, obviamente, presidida por la nacida en Uspatán, Quiché, Guatemala.

    Los habitantes del viejo continente se encuentran azorados por la inusitada ola de calor que están sufriendo, la cual, ha cobrado vidas en algunos países. En España, por ejemplo, se habla de poco más de 500 personas fallecidas por golpe de calor.

    A los ardores del clima por distintos rumbos del planeta, se agrega la sed que padecen en algunas entidades, provocada por la sequía debido a la falta de lluvias, al agotamiento de los mantos freáticos, y por supuesto, al desperdicio del vital líquido, tanto en el consumo del sector productivo como en el doméstico.

    Calores extremos, sequía y la pandemia actual, conforman una tripleta que nos hace pensar en un desastre mundial, ante el cual, estamos pasmados, pero a la vez, obstinados en continuar devastando los recursos naturales. Ejemplo de ello, es el disimulo con el que vemos la tala de árboles, incluso, aplaudida por nuestra estupidez que la interpreta como un paso más de progreso y desarrollo.

    Pero si la ola inédita de calor tiene sorprendidos a los europeos, los mazatlecos nos mantenemos en el mismo estado y no propiamente por el rigor veraniego, sino por la farsa a la que se ha prestado, o cobrado por ello, la guatemalteca Rigoberta Menchú, defensora de los derechos humanos, togada por dicho mérito como Premio Nobel de la Paz, quien, con criticable ligereza vino a nuestro puerto a entregar a las autoridades municipales, el reconocimiento de destino garante de la paz, los derechos humanos y la inclusión, otorgado por la fundación Rigoberta Menchú Tum, obviamente, presidida por la nacida en Uspatán, Quiché, Guatemala.

    Desgraciadamente, la irrefutable realidad que vivimos los mazatlecos, no da para concederle veracidad al reconocimiento que vino a traernos la señora Menchú, pues estamos muy lejos de contar con autoridades que sostengan las cualidades que se destacan en el mismo.

    El reconocimiento entregado por la Menchú, afirma que somos un destino garante de la paz, es decir, que las autoridades municipales, garantizan para sus habitantes y visitantes, un estado de paz, es decir, que su integridad y patrimonio está protegido por la acción gubernamental; que se desarrollan programas permanentes que procuran la armonía social. Y pues no hay tal; así lo dicen las más de 550 desapariciones forzadas de personas que han sucedido en el puerto, del 2018 a la fecha, así como otro tipo de fechorías que se dan en la vía pública, tan solo por citar algunos casos que dan al traste con la afirmación del reconocimiento de marras.

    A consideración de la señora Menchú, las autoridades locales son garante de los derechos humanos. Lo que no le platicaron, es que, en el gobierno municipal, se recurre, entre otras bajezas, a la práctica de la denostación, vía redes sociales, en contra de la gente que se atreve a criticar la actuación del Presidente Municipal. Tampoco le dijeron a la otorgante, que la Policía Municipal, en no pocas ocasiones, recurre a la violencia física al realizar una detención y que los detenidos son arrojados a pestilentes celdas. Dos ejemplos que desmienten la afirmación de que Mazatlán es garante de los derechos humanos.

    En el reconocimiento en cuestión, también se nos quiere colgar la virtud de que Mazatlán es un destino incluyente.

    Sepa la señora Menchú, que la mayoría de las sindicaturas y comisarías del medio rural se encuentran en el abandono por parte de las autoridades municipales, salvo, claro, las que gestionan bajo los colores políticos del partido en el poder, y no solo eso, en algunas de ellas, los vecinos son desplazados por los violentos que tienen sentados sus reales en las rancherías. Y la Nobel de la Paz, también debe enterarse, entre otras cosas, que la pobrería está marginada de las inversiones de obra pública, realidades que empañan el inmerecido mérito de considerarnos una comunidad incluyente.

    Todo parece indicar que la señora Menchú Tum, anda lucrando con su prestigio sin importarle comprometer su nombre a la oferta del mejor postor. ¡Buenos Días!

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