¿Todos podemos cambiar?

DUEÑEZ* EMPRESARIA
29/09/2025 04:01
    Solo cambian quienes se quieren a sí mismos y son capaces de comprometerse.
    ¿Todos podemos cambiar? Técnicamente, sí. Prácticamente, solo cambian quienes están dispuestos a atravesar la incomodidad de reinventarse. Los que entienden que el cambio no es un evento. Es una competencia que se desarrolla día a día.

    Hace unos días terminamos la tercera generación de nuestro Máster en Innovación y Emprendimiento en la Empresa Familiar. Clausuramos el programa con la Semana Académica de Barcelona, con varios días de sesiones impartidas por profesores de EUNCET Business School, de la Universidad Politécnica de Cataluña, más una serie de visitas extraordinarias a grandes empresas familiares catalanas.

    La convivencia entre todos, alumnos, empresarios, directivos, profesores fue de enorme riqueza. Los aprendizajes fueron de gran impacto.

    La ciudad volvió a envolvernos con su magia creativa, su tremenda capacidad de reinventarse y su maravillosa arquitectura, historia, gastronomía y cultura.

    Cada sesión, cada visita, cada encuentro, cada diálogo dejó huella en todos nosotros. Pero esta vez lo que más me sacudió fue el cambio que observamos en muchos de los participantes. Algunos, incluso, afirmaron que el programa les había cambiado la vida.

    Como consultor, he visto miles de empresarios. He observado patrones que se repiten con una precisión casi matemática. Están aquellos que abrazan el cambio y se reinventan constantemente. Y están los otros, la mayoría, que permanecen anclados en las mismas estrategias, las mismas quejas, los mismos resultados mediocres año tras año.

    ¿Qué marca la diferencia? La Dueñez

    La Dueñez también es esa capacidad de mirarse al espejo sin autoengaño, de reconocer que el principal obstáculo para el crecimiento no está en el mercado, ni en la competencia, ni en la economía. Está en uno mismo.

    John Chambers, de Cisco, lo entendió brutalmente en los 90. Al construir el imperio de networking más poderoso del mundo, se dio cuenta de que su ego lo convertía en el cuello de botella de su empresa. “Dejé de ser el tipo que tenía todas las respuestas para convertirme en el que hacía las mejores preguntas”, admitió después. Transformó su liderazgo autocrático en colaborativo, no por moda gerencial, sino por supervivencia.

    Mary Barra enfrentó lo mismo en General Motors. La primera mujer CEO de una automotriz global heredó una cultura tóxica que había matado a 124 personas por defectos ocultos. En lugar de lavar imagen, hizo algo radical: se plantó frente al Congreso y dijo: “yo soy responsable”. Despidió a 15 ejecutivos senior, reestructuró la cultura de seguridad y convirtió una empresa quebrada en líder de vehículos eléctricos.

    Pero aquí está la verdad incómoda que nadie te dice: no todos pueden cambiar.

    El cambio real requiere honestidad consigo mismo. Implica reconocer que tus fortalezas de ayer son las debilidades de hoy. Que el liderazgo que te trajo hasta aquí no te llevará hasta allá. Que tal vez, solo tal vez, eres parte del problema que tanto criticas.

    La neuroplasticidad nos confirma que el cerebro puede reorganizarse hasta el último día de vida. Pero tener la capacidad no significa usarla. El cambio duele. Es incómodo. Nos confronta con verdades que preferiríamos ignorar.

    He visto empresarios de segunda generación aferrarse a decisiones de sus padres fundadores, aunque el mercado haya cambiado por completo. He visto líderes brillantes sabotear su propio crecimiento porque cambiar significaría admitir que estaban equivocados. He visto compañías familiares destruirse porque nadie tuvo la Dueñez de plantear las preguntas difíciles a tiempo.

    La resistencia al cambio no es debilidad. Es biología pura. Nuestro cerebro está programado para mantener lo conocido, incluso si lo conocido nos mata lentamente. Cambiar significa morir simbólicamente a una versión anterior de nosotros mismos.

    Pero aquí está lo que aprendí en Barcelona, observando a esos empresarios transformarse: los que logran cambiar no son los más valientes. Son los más honestos consigo mismos. Son los que desarrollan lo que llamo “tolerancia al malestar emocional”.

    La Dueñez se manifiesta en las decisiones que nadie ve. En las conversaciones difíciles que evitas. En los cambios que sabes que necesitas hacer pero postergas semana tras semana. En la capacidad de preguntarte no qué está mal en tu industria, sino qué está mal en ti. La Dueñez es asumir control total sobre aquello que si puedes cambiar: tú mismo, es la diferencia entre ser víctima de las circunstancias o ser arquitecto de tu transformación.

    ¿Todos podemos cambiar? Técnicamente, sí. Prácticamente, solo cambian quienes están dispuestos a atravesar la incomodidad de reinventarse. Los que entienden que el cambio no es un evento. Es una competencia que se desarrolla día a día.

    La pregunta no es si puedes cambiar. La pregunta es si quieres hacerlo lo suficiente como para soportar el proceso. Y si estás leyendo esto y sientes una inquietud creciente, tal vez sea porque ya sabes cuál es tu respuesta.

    http://www.cedem.com.mx

    Carlos A. Dumois es Presidente y Socio Fundador de CEDEM.

    * “Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois