Todos somos prisioneros del sistema
Rafael Méndez, testimonio y cicatriz

OBSERVATORIO
19/08/2022 04:18
    Leer la historia de sobrevivencia a torturas, crueldad policiaca y de justicia incapaz de ser justa, plasmada en su libro ‘Prisionero del Sistema’, nos clarifica la vulnerabilidad en que estamos como ciudadanos y sociedad porque la ley y la vida no valen nada para quienes hacen lumbre con las toneladas de papel en que se plasma el Estado de derecho.

    A Rafael Méndez Valenzuela deberíamos oírlo todos porque en la terrible vivencia de él aparecemos cualquiera, sin importar lo que seamos. Leer la historia de sobrevivencia a torturas, crueldad policiaca y de justicia incapaz de ser justa, plasmada en su libro “Prisionero del Sistema”, nos clarifica la vulnerabilidad en que estamos como ciudadanos y sociedad porque la ley y la vida no valen nada para quienes hacen lumbre con las toneladas de papel en que se plasma el Estado de derecho.

    Quien pudo resistir a 13 años de vejaciones y prisión, más de los 10 años que determinó la sentencia, emergió de las rejas como resplandor que viene a contarle al mundo de aquella guerra estúpida que el entonces Presidente Felipe Calderón le declaró al narcotráfico en 2006 y alteró el esquema de garantías constitucionales dejando a los delincuentes en las calles y llevando a los inocentes a las cárceles o las tumbas.

    El testimonio nos transporta con sorprendente velocidad del azoro por el sexenio de la carnicería nacional, a la sorpresa porque de lo más sórdido de las injusticias emana el joven que resuelve que, igual que todo, la prisión tiene sus pros y contras. Enseña la herida y simultáneamente la cicatriz al reflexionar que “junto con la angustia y el temor resurgen los buenos sentimientos. Aquí te transformas, como un guerrero que ha librado un sinfín de batallas y sigue en la lucha por sobrevivir”.

    El libro presentado ayer en Culiacán es de principio a fin una caja de sorpresas a veces tétricas y otras motivadoras. Cuando uno espera un legajo de expedientes, alegatos, comparecencias y tecnicismos legales, de sopetón recibe la capacidad narrativa que atrae a leer, querer más, y acabar atrapado en ese laberinto de ruindad al que subsistió Rafael Méndez de los 20 a los 33 años de edad. El autor lo hace víctima a uno de la cadena de atropellos policiacos, ministeriales, judiciales y penitenciarios.

    Desenreda las telarañas de la imaginación en las que naufraga la capacidad humana para conocer la magnitud de las arbitrariedades. El lector palpa, letra a letra, en el hoyo negro del sistema judicial que criminaliza nomás por gusto, por presentar resultados así sean falsos y crear chivos expiatorios volcándose inhumano contra los más desprotegidos. Qué bueno que Rafael, y su madre Judith Valenzuela, no optaron por desperdiciar en el silencio esta lección de sobrevivencia y entereza.

    “Ahora también sé que fui reclutado para el encierro. Detenido arbitrariamente, torturado, condenado y encarcelado para justificar el éxito y continuidad de una guerra contra el narcotráfico que dejó miles de muertos y desaparecidos. Fui carne de cañón de aquella estrategia planeada desde el Gobierno federal que simuló la detención de grandes capos de las drogas cuando en realidad los peces gordos estuvieron siempre libres y protegidos. Soy parte del silencioso saldo de esa guerra fallida que violó sistemáticamente los derechos humanos a través de sus fuerzas de seguridad. Ejército, policías federales y estatales que se ‘coordinaron’ para implementar una política de gobierno basada en el incremento de arrestos”.

    El viaje del muchacho a la Ciudad de México, que por buscar empleo en un país donde las oportunidades lícitas son agujas en el pajar cae en manos de traficantes de ilusiones que transforman los sueños en pesadillas, es el pasaje gratis a la autenticidad como tour colectivizado hacia el infierno que creíamos ya no contenía alguna posibilidad de asombro. Y aun en el sufrimiento supurante y la irrefutable crónica acusatoria, le abre resquicios al humor y el sarcasmo.

    Rafael Méndez nos enseña a entender la libertad más allá de la pretensión de explicarnos su particular calvario. “En este encierro el tiempo se volatiza, pero sigue su curso. Mientras transcurre su prolongación se vuelve cicatrices, tristeza y lacerantes aflicciones. Aún así no lo desafío. Me limito a fraternizarlo, aprovecharlo o derrocharlo, pero jamás lo traicionaría por hambrienta que fuera la necesidad de prescindir de él”.

    En fin, “Prisionero del sistema” muestra el atajo hacia el paraje donde todo es llevadero menos el sentimiento de desamparo gubernamental que anida en el alma. Desde ese páramo donde se transige con lo vital, pero no con la dignidad, brotó la delación más específica, fotografía de cuerpo entero, la realidad desnuda, el invulnerable amor de madre, que nos ubica en la justa dimensión del México donde primero se criminaliza y luego todo lo quieren resolver con el “usted disculpe”.

    Ahora es el momento de sacar cuentas. ¿De qué tamaño es la deuda que el Estado mexicano tiene con Rafael Méndez? ¿Basta el fingido perdón del aparato judicial para sanar las heridas de quien pagó por delitos que no cometió? ¿Tenemos como sociedad la solidaridad suficiente para arropar al joven que le quitaron los años más hermosos de la vida? ¿Cuántos más están en la misma circunstancia y los ciudadanos los hemos dejado solos? Son preguntas que no necesitan respuestas, saldos que nadie va a pagar, porque la impunidad ya les ha sido garantizada a los infames.

    Reverso

    Te agradecemos, Rafael,

    Los irrebatibles testimonios,

    De aquella narcoguerra cruel,

    Con verdes y azules demonios.

    Tragedia jurídica

    Al participar en la presentación del libro “Prisioneros del Sistema”, la doctora Patricia Figueroa, periodista, investigadora académica y Subsecretaria de Derechos Humanos del Gobierno de Sinaloa, consideró que lo vivido y sobrevivido por Rafael Méndez Valenzuela durante 13 años en prisión, ha sido calificado como una “gran injusticia”, como una “tragedia jurídica”. “La llamaría también como una brutal ofensa jurídica a toda la sociedad”.