La Universidad Autónoma de Sinaloa atraviesa un momento transicional hacia una vida democrática plena: con mayor participación y corresponsabilidad entre la comunidad universitaria. Ya no es un anhelo romántico de unos cuantos inconformes, sino una exigencia colectiva.
La próxima elección de consejeras y consejeros universitarios y técnicos que se realizará el miércoles será un episodio significativo en nuestra historia institucional. Una muestra de que la comunidad universitaria está decidida a tomar un papel cada vez más activo en la construcción de un futuro más participativo y transparente. Pero también es un recordatorio de que la democracia no se construye de la noche a la mañana, sino que es un proceso gradual, lleno de avances y tropiezos.
Este proceso para renovar el máximo órgano de gobierno de nuestra Universidad, inició con el registro de planillas ante una delegación de la Comisión de Elecciones y Consultas instalada en cada unidad académica. El presidente de la delegación en nuestra Facultad de Ciencias Sociales en Mazatlán, merece nuestro reconocimiento al tener un comportamiento de gran estatura ética en este episodio: marcado por el respeto y la apertura para el registro de todas las propuestas colectivas, sin trabas ni obstáculos.
No obstante, no en todas las unidades académicas ocurrió lo mismo. Hay muestras de quienes se resisten a perder el control de las decisiones y privilegios, aferrándose a prácticas añejas que ya no corresponden a los tiempos actuales. Ejemplos de ello ocurrieron al menos en la Facultad de Derecho y Ciencia Política de Los Mochis y en la Facultad de Psicología en Culiacán, donde se han vivido momentos de tensión entre estudiantes y autoridades al obstaculizar el registro de planillas estudiantiles mediante “marrullerías” antiguas como absurdas. Es por eso que desde este espacio hacemos un llamado a la Comisión de Elecciones y Consultas de la UAS para revisar estos casos y garantizar la participación plena de las y los estudiantes.
A pesar de eso, lo más valioso de esta elección no se encuentra únicamente en los resultados que se tengan el próximo miércoles, sino en la movilización social que detonó el proceso. Hubo comunidades académicas que ya no aceptaron la vía fácil de una “planilla única”. Hubo jóvenes para quienes este fue su primer ejercicio de participación política universitaria, y no quieren que sea el último. Ellas y ellos nos recuerdan que la UAS es de todos, no de unos cuantos.
Cada vez más estudiantes, docentes y trabajadores se asumen como protagonistas del destino universitario. Se han levantado voces que exigen reglas claras, competencia real y espacios donde todas las fuerzas académicas puedan expresarse. La comunidad ha entendido que la democracia no se limita a depositar un voto, sino a cuestionar, proponer y vigilar.
La institución se encuentra en una encrucijada histórica. No basta con declararse democrática; hay que demostrarlo en los hechos. Las autoridades deben garantizar un piso parejo y evitar que el miedo a la participación libre se traduzca en intentos por deslegitimar a quienes piensan distinto. La pluralidad no es una amenaza: es la fuerza que permitirá que la Universidad evolucione y responda mejor a los desafíos actuales.
Sin embargo, la responsabilidad no recae únicamente en los tomadores de decisiones. La comunidad también debe asumir su papel con madurez política, informándose, organizándose, participando y defendiendo su derecho a ser escuchada. El cambio no vendrá de forma automática: hay que construirlo, cuidarlo y, a veces, defenderlo con firmeza.
Avanzando con paciencia, pero sin pausa, la Universidad que queremos está cada vez más cerca. Hoy la puerta del futuro está un poco más abierta, y aunque todavía haya quienes se esfuercen por mantenerla entrecerrada, el rumbo está marcado: la comunidad universitaria ya inició el camino. La verdadera transformación será gradual, sí... pero ya es irreversible.
Es cuanto...