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"Opinión"

"Tres autoritarismos y una nueva sociedad civil"

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13/10/2017

    Arturo Santamaría Gómez

    En la contienda electoral se van a enfrentar tres tipos de autoritarismo. Uno, el institucional y sistémico, el de Peña Nieto, otro personal, el de Ricardo Anaya, y uno caudillesco y carismático, el de López Obrador.
     
    El de Peña Nieto, no es personal, aunque exhiba alguno de sus rasgos, sino partidario y tradicional. No está escrito en los estatutos del PRI pero este partido, ya lo sabemos, se conduce más por las reglas no escritas que por las escritas. Sus normas son las costumbres, no sus reglamentos y estatutos. Peña, en solitario, nombrará al candidato de su partido, tal y como es la antidemocrática costumbre tricolor.
     
    El PAN era un partido guiado por normas. Con Anaya, más cercano a Elías Calles y Fouché, y lejos de Gómez Morín o Castillo Peraza, y con un PAN más oportunista y autoritario que nunca, se autonombrará candidato, ya que controla casi absolutamente a su instituto, a habitar Los Pinos, borrando el pasado democrático en la vida interna del blanquiazul.
     
    El Peje, es un caudillo y como tal goza de un liderazgo carismático que abruma a los integrantes de Morena e impide, en los hechos, que alguien le dispute democráticamente la candidatura. Nadie se animaría.
     
    En los tres casos, las decisiones más importantes en sus partidos tienen que pasar por su cedazo. 
     
    En México no hay, entonces, partidos genuinamente democráticos porque, en gran medida, la cultura política democrática de sus habitantes apenas se vislumbra. Es casi imposible que haya vida democrática en un país sin una sociedad civil vigorosa.
     
    El PAN fue internamente democrático cuando carecía de poder. Conforme lo fue adquiriendo, a través de alcaldías, gubernaturas, diputaciones, senadurías y, sobre todo al llegar a la Presidencia de la República, lo fue extraviando. Además de que se hizo tramposo se corrompió.
     
    El poder en México marea a la mayoría de sus políticos y a no pocos de sus ciudadanos que dirigen organismos sociales. Si no tienen contrapesos sólidos se sienten emperadores.
    Peña Nieto no tiene contrapeso en su partido. López Obrador tampoco y el que enfrenta Anaya, el calderonismo, es cada vez más débil.
     
    Sin embargo, el autoritarismo pierde terreno. No al seno de los partidos pero sí entre la ciudadanía y en una todavía difusa o quizá nueva sociedad civil.
     
    Una sociedad civil fuerte y democrática no surge de la noche a la mañana. Su manufactura es prolongada y muchas veces sinuosa. De hecho, en varias sociedades, como en Estados Unidos, señalan sus estudiosos, se ha debilitado. No obstante, en México, donde nunca ha estado bien alimentada, hay signos de mejores aires e influencia.
     
    Aun con reservas, podemos depositar esperanzas en lo mejor de las redes sociales de las nuevas generaciones, tal y como lo hemos observado después de los terremotos del 7 y 19 de septiembre, para construir una nueva sociedad civil mexicana.
     
    Una sociedad civil clásica es dueña de un capital social en el que norman la cooperación, la reciprocidad, la solidaridad, la asociatividad, e incluso el altruismo; pero en una sociedad civil construida primordialmente en base a redes sociales virtuales y no en redes sociales físicas, cara a cara, las características mencionadas se transforman.
     
    En la sociedad civil clásica las personas se veían los rostros, se saludaban a mano, había proximidad física, los liderazgos tenían nombre y apellido y el mismo organismo tenía un nombre. Este tipo de organizaciones no han desaparecido del todo, pero con las nuevas redes sociales la relación física persona a persona y grupo a grupo disminuye, las juntas y asambleas desaparecen o se espacian mucho, etc. Es decir, la relación personal cara a cara se debilita y solo aparece en situaciones de crisis, como las que vimos en septiembre, o en hechos tumultuosos esporádicos.
     
    La que puede ser una nueva sociedad civil tiene un rostro menos ubicuo, menos asible y más difícil de manipular, pero también es más irregular, inestable, espontánea y mucho más difícil de saber cuáles van a ser sus nuevas intervenciones e inclinaciones.
     
    En el caso de México quizá sea más cívica pero no sabemos sí más políticamente participativa. Quizá se interese más en los asuntos sociales pero menos en los electorales.
     
    Pronto, estas especulaciones serán despejadas. Veremos cómo se comportan los jóvenes de la sociedad de redes virtuales en 2018.
     
    Posdata
    La actual legislatura estatal no lo hará, pero la próxima se verá obligada a debatir el tema de la producción, comercialización y consumo de drogas. Al menos a los priistas Quirino Ordaz, su líder, ya les dijo que le entren, y algunos panistas han dicho que es necesario discutirlo, al igual que pasistas, perredistas y morenistas. Ya era hora.
     
     

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