Turismo residencial,
la industria ¿sin chimeneas?

Los medios de comunicación masivos resaltan el beneficio económico que representa la actividad turística, particularmente mediante la construcción inmobiliaria, pero poco se habla de los impactos negativos que tiene en las regiones.

El crecimiento turístico-residencial es presentado muchas veces como una de las principales vías para generar crecimiento económico, pero la experiencia nos indica que este sector no siempre comporta desarrollo, y que los impactos de su crecimiento pueden resultar desfavorables para determinados sectores de la población, especialmente para las más desfavorecidas, o para el medio ambiente.

Las viviendas turísticas que tanta demanda tienen en el puerto de Mazatlán actualmente, pueden representar una carga para el municipio, siendo que sus propietarios requieren servicios, pero el ayuntamiento sólo obtiene ingresos a través del aumento de la recaudación mediante los impuestos locales.

El argumento central de numerosas autoridades que fomentan este tipo de emprendimientos inmobiliarios, es que generarán impuestos; esto es parcialmente cierto, pues estas licencias de construcción se erogan una sola vez y pocas veces retornan en su totalidad a la localidad; no obstante, el gasto municipal en mantenimiento, servicios públicos y dotación de infraestructuras y equipamientos son un gasto permanente para las arcas municipales.

Un efecto que se prevé por el crecimiento urbano al norte de la ciudad es la gentrificación, pues el boom inmobiliario con fines de ocio desplazará a los residentes rurales mediante el aumento de precios e impuestos sobre la propiedad.

El modelo desarrollado en el Mediterráneo español -que es muy similar a lo que ocurre en Mazatlán hoy día-, ha sido muy criticado por la falta de planificación, por su déficit crónico de infraestructura y servicios, la estacionalidad, el escaso desarrollo de la oferta complementaria, su impacto ambiental, y el rápido consumo de recursos, fundamentalmente agua, suelo y paisaje.

En Mazatlán esta burbuja inmobiliaria ha representado una derrama económica y una fuente de empleo para un sector importante de la población local e inmigrante. Sin embargo, ha repercutido en el acaparamiento de edificios históricos, especulación de la tierra, cambio de uso del suelo y en un crecimiento de la inflación.

Como en otros destinos turísticos, este fenómeno está provocando también una “dualización” o polarización social. Para el caso de las ciudades del turismo se refiere a los enclaves donde se hace posible la exaltación del consumo y los deseos que conforman un estilo de vida para el turista. En contrapartida, la población local en las periferias muestra la dureza de la desigualdad, la segregación social y la marginalización.

El urbanismo expresado en franjas de hoteles y conjuntos urbanos para el turismo residencial, son resultado de esa reorganización espacial que hace de la exclusión su principal característica. En defensa de la seguridad, el deseo y la tranquilidad, se erigen las barreras para separar físicamente a los otros grupos menos favorecidos.

Otro impacto del crecimiento turístico a corto o mediano plazo será el problema del abastecimiento de agua, pues el recurso hídrico en nuestro país se ha tornado en tema de seguridad nacional, toda vez que, debido a su creciente escasez, ha disminuido su disponibilidad en forma preocupante, con lo cual se compromete el desarrollo de algunas regiones.

En Mazatlán, debido al crecimiento demográfico y de la demanda, así como los factores ambientales y climáticos extremos, la contaminación de los cuerpos de agua y, sobre todo, su desperdicio, han provocado que la disponibilidad de agua esté en grave riesgo.

Es cuanto....