‘Turismo sandwichero’ desde distintos puntos de vista

ENTRE COLUMNAS
    omar_lizarraga@uas.edu.mx
    Somos todos con casi todas nuestras actividades que afectamos y contribuimos al cambio climático: el uso de automóviles, de aire acondicionado o calefacción, la agricultura, el desmonte de bosques, la industria... en fin, somos la humanidad siendo humanidad.

    En Mazatlán se ha popularizado este término despectivo para referirse a los visitantes de bajos recursos económicos. Como si sólo las clases pudientes y los extranjeros fueran merecedores a visitar esta bella ciudad.

    A este tipo de discriminación hacia personas con recursos limitados, o en condición de pobreza, se le conoce como aporofobia. La filósofa española Adela Cortina, fue quien construyó etimológica, y sociológicamente el concepto, en su libro “Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia” (2017). La profesora Cortina lo define como el rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre.

    La expresión que titula esta columna es un intento de algunas personas por marcar diferencia y distinción ante el “otro”. En esta práctica discriminatoria también influye la clase, porque creerse mejor por tener la capacidad de viajar en mejores condiciones y estar en una posición privilegiada, también es clasismo.

    En un mundo capitalista, a menudo estamos obsesionados por distinguirnos del resto, por ser mejores que los demás, y a menudo olvidamos que existen también personas poco afortunadas que tienen trabajos precarios; con bajos salarios, largas jornadas laborales, con pocas vacaciones y que, por supuesto merecen un descanso.

    Este comportamiento social ha sido objeto de investigación de mi alumna Ana Valdés; estudiante de la Maestría en Ciencias Sociales con Énfasis en Estudios Regionales, de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

    Para conocer la aporofobia que practica la población local de Mazatlán hacia los turistas de bajos recursos, se hizo el análisis de discurso separando a las y los mazatlecos que trabajan en el sector turístico, entre trabajadores de contacto y trabajadores de no contacto.

    En los estudios sobre sociología del turismo, los trabajadores de contacto, son los que tienen una relación directa con los turistas. Tienen un trato cercano con ellos; hablan con ellos, los conocen y en algunas ocasiones, hasta establecen una amistad. Por ejemplo, meseros, guías de turistas, vendedores ambulantes, transportistas, bell-boys, etc.

    Por otra parte, los trabajadores de no contacto, rara vez tienen una relación directa con los turistas, son los directivos, gerentes, propietarios de establecimientos, líderes de cámaras empresariales, y otros.

    Pues bien, tras hacer una serie de entrevistas semi estructuradas hemos encontrado diferencias significativas entre una población y otra. Sucede que los trabajadores de contacto (con una clara diferencia con los otros) de manera general tienen una opinión positiva sobre el turismo de bajos recursos.

    Ellas y ellos consideran que el comportamiento de estos turistas es adecuado y no causan mayores problemas. Existe la percepción dominante de que estos turistas dejan una derrama económica menor en comparación con turistas de mayor poder adquisitivo. Sin embargo, algunos reconocen que sí contribuyen a la economía local, especialmente en negocios más modestos como taquerías, mercados y puestos ambulantes.

    La mayoría de estos entrevistados afirma que se dan un trato igual que a cualquier otro turista. Solo unos pocos admitieron en que en ciertos casos el servicio puede ser diferente.

    De manera general no perciben que estos turistas generen inseguridad o amenaza entre los locales. Tampoco se reportan casos de agresiones o insultos directos contra ellos. Son muy pocos los que han escuchado o leído noticias de odio. Quienes lo mencionan se refieren a comentarios despectivos en redes y no a medios formales. El término “turista sandwichero” lo consideran despectivo por la mayoría de los trabajadores de contacto.

    Para la profesora Adela Cortina, todos los seres humanos somos aporófobos pues el desprecio hacia el pobre tiene su origen en profundas raíces cerebrales y sociales, pero cuando ese “otro” deja de ser un extraño; cuando realmente lo conoces, hablas con ellos, conoces sus sentimientos y emociones. En resumen, cuando lo ves como un ser humano igual que tú, la discriminación tiende a desaparecer.

    Es cuanto...

    En Mazatlán se ha popularizado este término despectivo para referirse a los visitantes de bajos recursos económicos. Como si sólo las clases pudientes y los extranjeros fueran merecedores a visitar esta bella ciudad.

    A este tipo de discriminación hacia personas con recursos limitados, o en condición de pobreza, se le conoce como aporofobia. La filósofa española Adela Cortina, fue quien construyó etimológica, y sociológicamente el concepto, en su libro “Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia” (2017). La profesora Cortina lo define como el rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre.

    La expresión que titula esta columna es un intento de algunas personas por marcar diferencia y distinción ante el “otro”. En esta práctica discriminatoria también influye la clase, porque creerse mejor por tener la capacidad de viajar en mejores condiciones y estar en una posición privilegiada, también es clasismo.

    En un mundo capitalista, a menudo estamos obsesionados por distinguirnos del resto, por ser mejores que los demás, y a menudo olvidamos que existen también personas poco afortunadas que tienen trabajos precarios; con bajos salarios, largas jornadas laborales, con pocas vacaciones y que, por supuesto merecen un descanso.

    Este comportamiento social ha sido objeto de investigación de mi alumna Ana Valdés; estudiante de la Maestría en Ciencias Sociales con Énfasis en Estudios Regionales, de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

    Para conocer la aporofobia que practica la población local de Mazatlán hacia los turistas de bajos recursos, se hizo el análisis de discurso separando a las y los mazatlecos que trabajan en el sector turístico, entre trabajadores de contacto y trabajadores de no contacto.

    En los estudios sobre sociología del turismo, los trabajadores de contacto, son los que tienen una relación directa con los turistas. Tienen un trato cercano con ellos; hablan con ellos, los conocen y en algunas ocasiones, hasta establecen una amistad. Por ejemplo, meseros, guías de turistas, vendedores ambulantes, transportistas, bell-boys, etc.

    Por otra parte, los trabajadores de no contacto, rara vez tienen una relación directa con los turistas, son los directivos, gerentes, propietarios de establecimientos, líderes de cámaras empresariales, y otros.

    Pues bien, tras hacer una serie de entrevistas semi estructuradas hemos encontrado diferencias significativas entre una población y otra. Sucede que los trabajadores de contacto (con una clara diferencia con los otros) de manera general tienen una opinión positiva sobre el turismo de bajos recursos.

    Ellas y ellos consideran que el comportamiento de estos turistas es adecuado y no causan mayores problemas. Existe la percepción dominante de que estos turistas dejan una derrama económica menor en comparación con turistas de mayor poder adquisitivo. Sin embargo, algunos reconocen que sí contribuyen a la economía local, especialmente en negocios más modestos como taquerías, mercados y puestos ambulantes.

    La mayoría de estos entrevistados afirma que se dan un trato igual que a cualquier otro turista. Solo unos pocos admitieron en que en ciertos casos el servicio puede ser diferente.

    De manera general no perciben que estos turistas generen inseguridad o amenaza entre los locales. Tampoco se reportan casos de agresiones o insultos directos contra ellos. Son muy pocos los que han escuchado o leído noticias de odio. Quienes lo mencionan se refieren a comentarios despectivos en redes y no a medios formales. El término “turista sandwichero” lo consideran despectivo por la mayoría de los trabajadores de contacto.

    Para la profesora Adela Cortina, todos los seres humanos somos aporófobos pues el desprecio hacia el pobre tiene su origen en profundas raíces cerebrales y sociales, pero cuando ese “otro” deja de ser un extraño; cuando realmente lo conoces, hablas con ellos, conoces sus sentimientos y emociones. En resumen, cuando lo ves como un ser humano igual que tú, la discriminación tiende a desaparecer.

    Es cuanto...

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