Un Alcalde en su jaula de melancolía

    El Alcalde de Mazatlán está hoy, como el coronel de García Márquez, quien no tiene quien le escriba. No tiene la mayoría de los regidores y está mal con su aliado electoral Héctor Melesio Cuén que a través de sus regidores le dejó el plato sobre la mesa en bistró Héctor.

    Creo, que no hay precedente de un Alcalde acotado tan rápidamente por el poder estatal y menos por alguien surgido del mismo partido.

    La soledad política más cercana que hoy vive Luis Guillermo Benítez Torres, el Alcalde reelecto de Mazatlán, solo es comparable con la que vivió Jorge Rodríguez Pasos, quien es recordado mal, porque alcanzó la misma representación arrolladoramente en 2001 y, por haber prohijado el célebre “trienio de la locura”, que tuvo una gran inestabilidad por sus cuatro o cinco alcaldes, y porque a los pocos meses de asumir el cargo fue desaforado en el Congreso del Estado por incurrir en actos de violencia intrafamiliar.

    Obviamente, no es la misma circunstancia, ni Benítez Torres es Rodríguez Pasos, aunque el hoy Alcalde, en la campaña electoral de 2018, fue señalado por un candidato independiente de que tenía antecedentes de violencia de género, incluso, aquel abogado, habló del número de un expediente judicial en un afán desmedido por posicionarse electoralmente.

    No pasó de unos días de que se hablara del asunto y luego se desvaneció en la bruma ruidosa del puerto, para que el candidato Benítez Torres, ganara la elección, como muchos otros, gracias al tsunami obradorista. Sin embargo, la falta de oficio político y su mal temperamento, inmediatamente lo llevó a cometer excesos y errores al pretender conciliar su equipo de confianza con fundadores de Morena, algunos de ellos provenientes de la izquierda dura, lo cual fue un fracaso, y estos, fueron despedidos con calificativos que destilaban odio por lo que representaban.

    Más notorio, fue en algunas dependencias municipales, en especial el Instituto de Turismo, Arte y Cultura, donde el Alcalde había designado como titular a su amigo el prestigiado director de cine Óscar Blancarte, a quien relevaría descortésmente a los pocos meses de haber asumido el cargo y sustituido por la joven creadora Marsol Quiñonez, quien igual que Blancarte, abandonó rápido la valiosa dependencia por la falta de apoyo en el combate contra los presuntos actos de corrupción que se estaban cometiendo.

    Incluso, ambos, molestos llevaron el caso ante la Fiscalía General del Estado, donde luego de más de un año no hay señales de que se haya atendido el asunto e ido al fondo en la denuncia presentada.

    Vino luego la etapa de la definición de la candidatura a Gobernador y el Alcalde porteño pensó que era el candidato de Morena por una presunta cercanía con el Presidente López Obrador de quien “sólo esperaba una señal”, dijo, y en esa búsqueda desesperada, no sólo atacó a sus compañeros, sino se fue contra el dirigente nacional del partido, a quien le hizo señalamientos severos y, finalmente, como sucede en nuestra política, logró obtener la candidatura pero ...para buscar la reelección como Alcalde.

    Sin embargo, el Alcalde ya había pisado callos, como candidato no pudo activar una parte de la militancia, especialmente la organizada en el MASS y armó su propia estructura electoral con miembros de su administración y con actores que se hicieron presentes antes y durante de la jornada electoral, inhibiendo a los candidatos y operadores de la coalición “Va por Sinaloa”, y después, con la constancia de mayoría, hizo una limpia en la administración municipal de quienes no se sumaron a su campaña a pesar de que algunos de ellos alegaron que era un delito electoral.

    Sin embargo, con los resultados del 6 de junio, el contexto político cambió, era Rocha Moya y no él el Gobernador electo y varios que son sus adversarios internos próximamente ocuparán cargos de representación y también en la administración pública estatal, lo que seguramente complicará su operación como Alcalde.

    Y es que el Gobernador quiere hacer una política de concentración, es decir, que “todos” contribuyan al éxito de su gobierno. Que haya una constelación de colores en el gabinete bajo su liderazgo. Y vaya que tiene todo en sus manos: el dirigente estatal de Morena es Manuel “El Meny” Guerrero, un alfil incondicional de Rocha Moya, desde los tiempos de Rector; un Congreso del Estado de mayoría calificada morenista-pasista; y, por si fuera poco, para el Alcalde mazatleco, el Gobernador electo ha considerado para distintos cargos de representación de su gobierno a la mayoría de quienes fueron expulsados ominosamente de sus cargos durante esta administración.

    El Alcalde de Mazatlán está hoy, como el coronel de García Márquez, quien no tiene quien le escriba. No tiene la mayoría de los regidores y está mal con su aliado electoral Héctor Melesio Cuén que a través de sus regidores le dejó el plato sobre la mesa en bistró Héctor.

    Y Rocha Moya desde antes de tomar posesión como Gobernador constitucional está definiendo lo que será su estilo y la relación con los otros poderes, incluidos, los municipales, a los que en una entrevista reciente con el periodista Felipe Guerrero ha recordado que son autónomos, y que tienen que trabajar para obtener recursos y juntos, independientemente de la procedencia política, sacar adelante los municipios.

    El Alcalde de Mazatlán si quiere salir de este cerco político que él mismo ha creado tendrá que cambiar diametralmente. Hacer política sin animosidad, transparente, conciliadora, no con el estilo prepotente que lo ha caracterizado y le ha ganado rechazo no solo dentro de Morena, sino en los principales medios de comunicación y franjas de la sociedad, como sucedió entre las clases altas y medias que mayoritariamente no le votaron.

    En definitiva, se podrá argumentar que detrás del nuevo contexto no hay una intención de copar al Alcalde y que habrá una “gran” coordinación entre ambos niveles de gobiernos, pero en política no hay vacíos y se aprovechan las oportunidades naturales que trae un triunfo rotundo y con esos espacios se toman decisiones no importa a quién se lleva la corriente.

    Así, un Alcalde con un cabildo en minoría y un Poder Ejecutivo y Legislativo donde tendrá pocos amigos, y una camada municipal de nuevos funcionarios estatales hostiles, entre ellos, los que corrió de su administración no es el mejor escenario para ejercer el poder y cumplir los compromisos, no sólo con el pueblo mazatleco, sino con sus aliados empresariales.

    Rocha Moya deberá ser cauteloso y evitar que si se tira el agua sucia del puerto, con ella no se vaya el niño que está recién bañado, vestido y perfumado.

    Habrá que hilar fino, y sospecho que los mensajes están claros, el Alcalde deberá bajar dos rayitas a sus desplantes omnipotente si quiere operar exitosamente en un ambiente político adverso.

    No veo en el horizonte la reedición del “trienio de la locura”, pero el Alcalde Benítez Torres, no tendrá fácil su reelección cuando ha dejado muchos baches en el camino.

    Al tiempo.

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