Un fantasma recorre México

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    Tienen razón quienes dicen que las sociedades comunistas han fracasado en crear sociedades igualitarias y por eso desaparecieron y las que quedan, como Cuba, no tardan en hacerlo. Pero donde se equivocan Alatorre, sus guionistas, su patrón, Felipe Calderón y amigos es en negar que existen las clases sociales y que hay lucha entre estas. Negarlo es una aberración. No hay teoría sociológica o antropológica que lo nieguen.

    Javier Alatorre, el más conocido de los lectores de noticias de TV Azteca, se ganó esta semana las ocho planas -aunque en la actualidad, más bien, se dice: “es tendencia”- al decir que los nuevos libros de texto de la SEP pretenden propagar “el virus del comunismo” en la niñez mexicana y con ello “buscan -me imagino que tiene en mente a los ideólogos de la 4T y a López Obrador-acabar con México como lo conocemos y condenarlo a la pobreza, a la mediocridad y al odio”.

    Hace 175 años Marx- no lo confundan por favor con Marx Arriaga el responsable de los mencionados libros de texto- escribió, al lado de Federico Engels, una de las frases más famosas de la historia: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”.

    Marx y Engels lo decían en un sentido positivo, como anuncio de la puesta en pie de una corriente de la clase obrera que luchaba contra el capital en Europa. Javier Alatorre, seguramente siguiendo una orden de su patrón Ricardo Salinas Pliego, habla del comunismo en un sentido negativo, como un “virus”. Al comunicador le hicieron eco Marko Cortés, presidente del PAN, y el ex Presidente de México, Felipe Calderón, y seguramente muchos más que en las redes y los medios tradicionales estarán de acuerdo con él.

    Sin duda que Salinas Pliego, Javier Alatorre y amigos están convencidos que, a través de los libros de texto, el gobierno de López Obrador quiere convertir al comunismo a la niñez mexicana y, quizá en un periodo, digamos, de 24 años- si sumamos 4 generaciones de educación primaria- haber “ideologizado” a la mayor parte de la población mexicana y entonces establecer en México, ya con una aplastante mayoría plenamente adiestrada, una dictadura como las fracasadas en la URSS y otros países que la imitaron. No menciono a China porque, a pesar de haberse inspirado durante 50 años por la doctrina comunista, es desde hace dos décadas modelo de muchos políticos, intelectuales y empresarios de todo el mundo.

    No deja de ser una coincidencia que cuando aparecieron los primeros libros de texto en 1960, fueron furibundamente atacados por la derecha mexicana. Decían también que “eran comunistas” y que “destruían a la familia” porque hablaban de derechos laborales, la educación gratuita y, tímidamente, de educación sexual, donde ni siquiera se mencionaban los órganos sexuales. Y, bueno, también habría que recordar que, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, la educación que se impartió fue oficialmente socialista. No duró más de un sexenio porque Ávila Camacho instauró otra visión ideológica y el país nunca se derrumbó. Al contrario, entre 1940 y 1973, México creció económicamente como nunca en su historia y los niños mexicanos, a partir de 1960, nos educamos con los libros de texto repudiados por la derecha mexicana.

    Dice Alatorre que estos libros de la 4T “buscan acabar con México como lo conocemos y condenarlo a la pobreza, a la mediocridad y al odio” porque es lo que logra “el virus comunista”.

    Sin duda tienen razón quienes dicen que las sociedades comunistas han fracasado en crear sociedades igualitarias y por eso desaparecieron y las que quedan, como Cuba, no tardan en hacerlo. Pero donde se equivocan Alatorre, sus guionistas, su patrón, Felipe Calderón y amigos es en negar que existen las clases sociales y que hay lucha entre estas. Negarlo es una aberración. No hay teoría sociológica o antropológica que lo nieguen. Vamos, la vida diaria de cualquier país, y los que más tienen son los primeros en decirlo, nos dice todos los días que hay diferencias sociales y que, para colmo, estas tienden a profundizarse, después de que, entre los cuarenta y los setenta del siglo pasado, se aminoraron en muchas partes del mundo. Precisamente el libro de economía más leído en los últimos diez años en todo el planeta, es el libro de Thomas Picketty, “El capital en el Siglo XXI”, que, apoyándose en el análisis de Marx, Carlos, y no Marx Arriaga, habla de la creciente desigualdad en la distribución del ingreso.

    Es tan compleja la lucha de clases, agudizada por una grave caída del salario en países como Estados Unidos, que el grueso de la clase obrera blanca, profundamente anticomunista, apoya al populismo trumpiano de rasgos facistoides. Pero los obreros blancos, así como empobrecidas capas de clase media, incluyendo pequeños y medianos productores agrícolas, dirigen sus críticas, movilizaciones y votos contra la apertura de fronteras a capitales y fuerza de trabajo. Se oponen a la globalización del capital que los perjudica, pero no son comunistas, ni mucho menos. Aunque, por otro lado, también crece, aunque en menor medida, la apuesta socialista, sobre todo en los jóvenes de todos los grupos étnicos que apoyaron en las últimas elecciones presidenciales a Bernie Sanders.

    Pero, volviendo a los libros de texto cuatroteistas, es muy evidente que a TV Azteca y congéneres lo que les preocupa es la elección del 24 y para eso quieren revivir el miedo del comunismo que, según ellos, es lo que quiere implantar Morena. (¡Si supieran cuantos políticos morenistas lo que más quieren es hacerse ricos!).

    Más les debería preocupar que estos libros, según muy serios expertos y científicos, tiene numerosos errores en las áreas de matemáticas, ciencias naturales y español, y no en que se hable de clases sociales y la lucha que hay entre estas.

    Por supuesto que los gobiernos de Morena deben mejorar los libros de texto y todo el sistema educativo público porque México vive una catástrofe educativa desde hace décadas (ahora agudizada por un nuevo estilo de vida que están generando las nuevas tecnologías y más en particular el uso que se les da los teléfonos celulares), pero poner el énfasis, como lo hacen los aztecos, en que ya viene “el virus del comunismo” no es más que una mamarrachada.

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