Desde el principio de su gobierno, el Presidente de la República calificó a sus seguidores como el pueblo bueno y al resto, como los enemigos de la transformación. Hoy, conceptúa como verdaderos demócratas a sus correligionarios, a sus seguidores a ultranza; el resto, me incluyo, somos defensores del pasado, practicantes de una falsa democracia pertenecientes a la fauna que avaló el fraude electoral que, según su apreciación, le impidió obtener el triunfo en las elecciones presidenciales del 2006

    “Sobre cualquier ley, está el derecho a la libertad”, afirmó el Presidente de la República; bajo ese razonamiento, todo el marco del derecho, es botado a la basura. Cambio y fuera para pasar a otras lindezas del polémico titular del Ejecutivo federal.

    Al Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, le causó roncha en el ánimo y en la piel, la concentración del pasado domingo 18 del mes que corre, de miles de ciudadanos que se concentraron en la plancha del Zócalo de la CDMX, así como en otras plazas de la República, para hacerle saber el Ejecutivo federal y líder de Morena, que no están de acuerdo con las iniciativas presidenciales que pretenden darle un vuelco constitucional a la existencia de los llamados organismos autónomos, así como las intenciones de menoscabar las funciones y la soberanía del Poder Judicial.

    Palabras más palabras menos, el tabasqueño dijo que son millones de conservadores; que hay que tener cuidado con ellos y se atrevió a ponerle número a su especulación, calculando que son alrededor de 18 millones de falsos demócratas, a los que mueve la defensa de la corrupción, de los actores del pasado; de los que repudian las políticas públicas que ponen por delante el bienestar de los más pobres.

    López Obrador denuncia que dicho movimiento obedeció a fines electoreros en favor de la línea opositora a su gobierno. Algo de razón hay en esto, como lo dice el titular del Ejecutivo federal, pero de alguna manera es una respuesta a lo que él hace a diario en beneficio de su candidata y, por otro lado, el Presidente menosprecia el sentir de los que, haciendo uso de su derecho de libertad de expresión, le hacen saber su inconformidad por sus intenciones de construir un poder presidencial ilimitado, y también, por el fracaso de su gestión en los temas de salud, seguridad y educación, pilares fundamentales del bienestar ciudadano.

    Desde el principio de su gobierno, el Presidente de la República calificó a sus seguidores como el pueblo bueno y al resto, como los enemigos de la transformación. Hoy, conceptúa como verdaderos demócratas a sus correligionarios, a sus seguidores a ultranza; el resto, me incluyo, somos defensores del pasado, practicantes de una falsa democracia pertenecientes a la fauna que avaló el fraude electoral que, según su apreciación, le impidió obtener el triunfo en las elecciones presidenciales del 2006.

    Al dicho presidencial, le agrego que somos los anacrónicos demócratas que manifestamos repudio a la llamada caída del sistema que le arrebató al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas el triunfo electoral que le impidió convertirse en Presidente de la República, en una maniobra operada por Manuel Bartlett, el mismo que hoy forma parte del primer círculo del que se considera líder de la nueva democracia. Los que según el Presidente de la República somos falsos demócratas, pertenecemos a la vieja guardia que aceptó sin chistar que su movimiento obtuviera el registro oficial como asociación política y posteriormente como partido político, y en el 2018, avalamos su indiscutible triunfo electoral.

    Y por supuesto, ejercemos el derecho a disentir, como elemento fundamental de un sistema democrático abierto, en el que caben todos y no el percibido por el Ejecutivo federal, en el que solo pueden estar amparados los que aceptan fielmente el liderazgo presidencial y que no se atreven ni tan siquiera a corregirle una coma a sus dichos.

    Un genuino demócrata, es aquel que respeta a sus adversarios y que cuando ejerce gobierno, entiende que lo hace para todos, sin hacer distingos entre fieles y contrarios; en ese sentido, Andrés Manuel, está muy, pero muy lejos de alcanzar la estatura de un demócrata auténtico ¡Buenos días!

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